Al
observador racional no lo pueden confundir los volantines y piruetas del
gobierno Santos en su empeño de mostrarse bueno cuando es malo.
No
existe en la memoria colectiva un levantamiento social tan previsible,
generalizado y justificado, como el que
ahora nos vuelve a sitiar.
No
hay en la reciente historia nacional una reacción tan simbólica contra la
ineptitud, la imprevisión, la torpeza y la mediocridad que campean en la
burocracia estatal.
Sólo
esa manada de ministros prepotentes pero
incapaces y descastados, que no tuvieron el olfato requerido ni el valor
necesario para advertirle al ejecutivo lo que los colombianos veíamos venir, es
la directa responsable del desmadre popular ahora malamente reprimido.
Claro
que pudieron actuar a tiempo y contrarrestar con generosidad las motivaciones
campesinas para salir a las carreteras a
expresar inconformidad y reclamar
derechos, pos supuesto que esos
ministros, “colocados” por el
Presidente para satisfacer
apetitos del partidismo y del
terrorismo, desoyeron peticiones de auxilio y advertencias de parálisis
general, que estaba cantada desde marzo y que todos los colombianos, menos el
presidente, sabíamos que ocurriría.
Indigna
que ahora, a fuerza de garrote y gases, a punta
de condicionamientos humillantes e inequitativos, se les diga a las
multitudes agricultoras, que fueron las
que eligieron presidente a Santos, y que son las que ponen alimentos en la mesa
de los poderosos, que no dialogarán con ellas mientras haya bloqueos, y en cambio,
en La Habana, se fragüen sucias componendas electorales con una pandilla de
facinerosos que asesinan al pueblo raso, a los militares y a los policías,
mientras pronuncian discursos altisonantes sobre la paz, y hacen burla de los
proyectos legislativos con que el ejecutivo pretende absolverlos,
limpiarlos y habilitarlos para que
accedan al poder sin merecerlo.
El
ministro de agricultura se presenta de madrugada en Corabastos a decirle a los
intermediarios que no se dejen infiltrar por los violentos, cuando lo aconsejable habría sido reunirse antes con los
cultivadores de comida para gestionarles subsidios o rebajas francas en
el precio de los insumos agrícolas; el
ministro de minas esperó que sonara la dinamita y se derramara sangre inocente
para ir a escuchar a los mineros antioqueños; el ignoto ministro del medio
ambiente no se da por notificado frente a la depredación inclemente de selvas y
parques naturales para plantar marihuana, coca y amapola; el ministro de hacienda con ademán
autoritario amonesta a los débiles para que no se atrevan a buscar recursos en
las arcas del Estado, mientras les
concede exenciones a los capitalistas
insensibles, entre los que ya se cuentan los violentos con sus negras fortunas
ilícitamente bien lavadas.
Al
gobierno hay que pedirle más acción y menos pausa en la búsqueda de soluciones
económicas para los campesinos humildes
que son los que han mantenido a flote las
finanzas de este país, y al mismo
tiempo se le debe exigir mas acción y menos pausa para poner en su lugar a los obesos lugartenientes de
Timochenko, ahora en pausa, porque no
tienen afán de concluir acuerdos con la legitimidad.
Miguel
Antonio Velasco Cuevas
Popayán,
agosto de 2013