No parece que "Timochenko" y su
elenco negociador abriguen nobles intensiones de mantener los diálogos con Juan
Manuel Santos y el equipo gubernamental. Los terribles atentados de los últimos
días, encaminados a destruir costosa infraestructura productiva, no son buena
señal de paz, pero sí conllevan claro mensaje de odio, insensibilidad social, brutal
arrogancia, e inocultable aspiración de conquistar territorios.
En dolorosos momentos de profunda polarización
nacional, cuando subsisten y se incrementan enormes dudas sobre el qué y el
cómo de la negociación, cuando el moderado optimismo no se volvió a mencionar
por ninguna de las partes, ni siquiera por visibles defensores del proceso, densa
neblina impide mirar con nitidez la tortuosa senda de los acuerdos.
Reciente anuncio del máximo cabecilla
terrorista, sobre su intensión de romper la confidencialidad de lo hablado y
convenido con Santos, al tiempo que confirma fundadas sospechas populares sobre
la existencia de concertaciones ocultas, deja claro que el Presidente ha concedido ventajas que la sociedad no
tolera. El tono amenazante del guerrillero permite dicha conclusión.
El convulso panorama se aliña con otros
significativos ingredientes que, sin ser raros, porque hacen parte de la
degradación violenta, descubren siniestras facetas en la inmediata prolongación
del conflicto. El derrame de petróleo crudo sobre fuentes y bosques, con
deliberada intensión de arruinar tierras y gentes; el aleve asesinato del coronel Alfredo Ruiz
Clavijo y del patrullero Juan David
Marmolejo por cuadrilleros vestidos de civil; y el inhumano ensañamiento
contra pobladores civiles en costas del Pacífico caucano y nariñense, son
bestiales advertencias de que gruesos intereses económicos, el narcotráfico
próximo a legalización, mas la explotación de ricos yacimientos petrolíferos y mineros,
están por encima de cualquier entendimiento con el Estado de Derecho.
La primitiva idea de "Tirofijo", orientada
a implantar repúblicas independientes en
diferentes espacios estratégicos de Colombia, es propósito inamovible de sus
perpetuadores. El proyecto de una "Caquetania" interior, sin puertos
marítimos, fue sustituido por el de una zona independiente, mucho más amplia, más
rica, y más promisoria. La nueva meta es un territorio libre, en pleno corazón
de Suramérica, conectado con el Atlántico por el torrentoso Amazonas, y con
bahía profunda y terminal petrolero sobre el Pacífico. A nada distinto puede
conducir el permanente asedio sobre Tumaco y la frontera sur.
A muy alto costo, que no sale del patrimonio
del Presidente Santos, se consiguió que aceptaran la cómoda cátedra del buen
vivir en deliciosas playas cubanas, pero cada día resulta menos comprensible el
absurdo comportamiento de esos pedagogos que no paran de darle tiros de gracia a
la endeble convivencia nacional, y con indiscutible mentalidad de burros le dan
patadas a la mesa que los acoge.
Estamos a tiempo de entender que los
contertulios de Santos lo tienen entrampado en
pernicioso juego de timadores, mientras intentan alzarse con la mesa,
con las apuestas y con la bolita.
El Presidente no se juega ningún capital
político, en esa materia ya echó sus restos y los perdió, ahora es Colombia la
que corre el riesgo de perder una gruesa y larga tajada de territorio nacional.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 15.06.15