martes, 25 de enero de 2011

La trama de las encuestas, la técnica del insulto y la práctica del arrastre.

Los tiempos preelectorales se prestan para manipular, desorientar y pervertir.

Incautos, quienes buscan una oportunidad sobre la tierra, acuden a reuniones, asambleas, manifestaciones de toda índole esperando encontrar en alguna parte la voz solidaria, el ofrecimiento preciso, y hasta el aporte material para adelantar o concluir alguna actividad muy personal.

No son tiempos de dejarse engañar. Muchas veces, casi todas, la voz, el ofrecimiento o el aporte no son nobles. Los cazadores de electores están atentos a las pequeñas necesidades de los humildes para satisfacer las descomunales ambiciones de los poderosos.

La trama se estructura sobre el favoritismo  derivado de las encuestas en altísimos porcentajes amañadas, sobre el insulto vulgar a la personalidad o falencias del adversario, y en el repudiable mecanismo de hacer valer la pertenencia a un grupo, a un movimiento, a una tertulia en  que comúnmente se comparte la amistad, pero no necesariamente la incondicionalidad.


La fortaleza de la democracia y de los mecanismos de participación ciudadana se consolida en los momentos de selección y apoyo a lo mejor de la sociedad. En materia política, a la hora de escoger, es primordial desentenderse de las fugaces ataduras que a lo largo del tiempo generan el trato frecuente, el saludo cotidiano, la palabra aduladora y el beso falso.


Aquí en Colombia  el debate electoral que ahora prende máquinas va más allá de elegir gobernadores y alcaldes.  El trasfondo de las próximas elecciones, lo sustancial de ellas, es poner las bases estructurales de poder para definir, desde ahora, cuál será la fuerza social, la tendencia filosófica, la opinión nacional que guiará el país hacia la elección del Presidente de la República que reemplace al actual mandatario.


En política todos los tiempos son breves y todos los espacios son estrechos. La pasividad, la indiferencia, el aislamiento y el silencio no son los mejores comportamientos del individuo como parte integral de una sociedad multiforme y polícroma. Tampoco la sumisión a viejas estructuras de poder.


Se necesita acción, participación crítica, aporte ideológico, análisis racional de las duras realidades que a diario enfrentamos y la más pura de todas las conductas: la lucha indeclinable para derrotar la corrupción, el crimen y las desigualdades, para devolverle a Colombia su más genuina calidad, su condición de patria justa.


Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 25.01.11