lunes, 16 de febrero de 2015

¿Estado de derecho?




 No parece que sea más el ruido que las nueces. El justificado alboroto se arma en torno a unas apreciaciones que el ex presidente Gaviria publica, en donde llama la atención sobre ciertos vacíos que, de no llenarse, podrían abrir paso a dificultades legales, más concretamente investigaciones judiciales, contra distinguidos actores del conflicto armado a quienes no se menciona en las negociaciones de paz ni en los debates del Congreso.

 El documento aparenta buena voluntad y sinceros deseos de ponerle punto final a lo que el autor denomina la guerra, pero abre aterrador boquete para que los crímenes
que han conmovido a la sociedad colombiana, impunes ellos, pasen al canasto del olvido.

 Aunque del dicho al hecho hay mucho trecho, no es imposible que esas opiniones obtengan respaldo y sean atendidas durante lo que queda por hacerse y definirse en Cuba, en donde ganan terreno las estrambóticas condiciones impuestas por los violentos para hacer una temporal dejación de armas, mas no para renunciar al ejercicio de la violencia.

 Necesariamente las sugerencias de Gaviria tienen que dialogarse en La Habana, como para que válidamente puedan hacer parte del paquete legislativo que el Gobierno ponga a consideración del Congreso una vez se firmen los acuerdos, si es que hasta allá se avanza.

 No se me ocurre decir que allí haya trampas. Sencillamente, sin frenos de ninguna naturaleza, se pide incluir unos puntos específicos que a juicio del proponente, si faltan, podrían entorpecer no solamente los trámites legislativos y de control constitucional, sino el propio objetivo de imponer retorcidas formas y costumbres políticas, sin importar los métodos que para ello se utilicen.

Vuelve al ruedo la hipótesis de que nuestra democracia apenas se encuentra en construcción.

 En una democracia consolidada y seria no habría oportunidad para tales propuestas. Sencillamente se aplicarían las leyes vigentes dentro del marco constitucional preexistente, pero como lo que tenemos es un remedo democrático, le corresponde a Gaviria recordarnos que el tal Estado de derecho es mera ficción, una reflexión hipotética incrustada en su flamante Constitución de 1991, pero nunca una realidad legal incontrovertible y funcional.

El país está acostumbrado a toda suerte de piruetas leguleyas, en las que tradicionalmente predominan los intereses de los potentados, quienes siempre encuentran cuestionables defensores de oficio.

Como vamos, vamos bien, nos encaminamos hacia la consolidación de un Estado pergeñado por los jueces, quienes con sus declaraciones interesadas abren espacio a las argucias de los políticos, y allí entre todos van armando el rodillo de nuestras futuras desgracias.

Mañana, cuando la historiadores oficiales cuenten, a su manera, los logros y descalabros de nuestros actuales dirigentes, siempre tendrán a mano el comodín de la buena fe, y de los augustos valores republicanos, aunque para entonces estemos gobernados por bandidos que ahora limpian sus culpas y lavan sus fortunas mediante el descaecimiento del Estado.

Felices Samper y Serpa, dichosos, claro está "Timochenko" y los suyos, complacidos los grandes gamonales de la política nacional que, con sus liviandades, silencios y complicidades, han contribuido a montar este parapeto legal para burlar la democracia.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 16.02.15