sábado, 19 de marzo de 2016

Discurso de las siete plagas




 No le faltan azotes y burlas a la tierra colombiana.

 Tal como en la antigua historia bíblica de los egipcios, en plena contemporaneidad, sobre el atribulado país que nuestros ancestros libertaron, refugio que heredamos y legaremos a la propia descendencia, se arremolinan terribles versiones verbalmente corregidas y genéticamente mejoradas de las siete plagas.

 Multitud de legisladores que no tienen capacidad o aptitud, faltos de talento, que por su naturaleza o por decisión de su voluntad no son capaces de hacer algo bien hecho, pululan en todos los niveles políticos con el gracioso encargo de hacer lo que no pueden. Primera plaga: los incapaces discurren orondos  entre la élite dominante.

 Personajillos necios, no aptos a propósito para algo, devengan, viatican y figuran en gerencias,  juntas, y comisiones encargadas de salvaguardar fundamentales intereses de la patria. Por entre las alcantarillas dejan fluir densas y oleosas mezclas de hidrocarburos extraídos de la tierra prometida. Segunda plaga: Los ineptos medran dentro de presidencias y direcciones en empresas e industrias estatales.

 Unos que no hacen lo que de ellos se desea y espera, los dormilones del éxodo, roncan y rugen en sus escritorios mientras se aproximan las tormentas, pero se reinstalan en la placidez cuando la tempestad aparentemente amaina. Tercera plaga: los ineficientes que generan esperanzas e imponen racionamientos, lánguidamente atribuyen a la naturaleza el adverso resultado de sus negligencias.

 Individuos que adoptan decisiones importantes sin ninguna meditación, aparecen a cargo de los más preciados intereses nacionales y disponen de ellos como el que libremente gasta sus propias monedas. Malgastan los talentos que el pueblo les confía. Cuarta plaga: la irresponsabilidad sonríe perversa mientras corroe, saquea  y subasta el común patrimonio de los débiles.

 Togados que sentencian en contra de la equidad, malvados e injustos, desatienden el lastimero clamor de los atropellados y refrenan el recto cumplimiento de su función constitucional. Quinta plaga: los inicuos, arrellanados en las mullidas alturas de sus cátedras, lejos de impartir justicia,  gobiernan y desgobiernan con el mazo magistral de oscuras veleidades.

 Algunos no temen peligros fronterizos y obran sin reflexión, ayunos de praxis y legos en teoría asumen delicados encargos temerariamente amparados en inciertas posibilidades de ganancia o pérdida. A tumbos y bastonazos disfrutan las mieles contractuales porque tienen la convicción de que nadie reclamará perjuicios nacidos de su impericia. Sexta plaga: los intrépidos navegan en el mar de la sapiencia sin distinguir los meridianos que separan el continente de las islas.

 Forajidos que no tienen inquietudes de conciencia sobre la bondad o maldad de sus acciones, que nunca miran desde la atalaya moral, malignos mercenarios a quienes la inexactitud del proyectil y el error en el blanco no los  atormenta, falaces pregoneros que equiparan lo ético con lo ridículo, presuntos iluminados en quienes una deidad puso sus complacencias, anuncian rescatar al rebaño de cabritos extraviados. Séptima plaga: los inescrupulosos levitan ante esta adormecida nación incircuncisa que espera ver lobos pariendo corderos.

En esta semana crucial –cuando de los acuerdos pueden surgir resultados opuestos-, que de  las plagas nos libere el Señor.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 19.03.16