sábado, 27 de junio de 2015

Encíclica ambiental




 Resulta vulgar  la demagogia guerrillera frente a sabias reflexiones del Sumo Pontífice, quien en reciente carta papal actualiza y reedita cristiana y continuada defensa del medio ambiente.

 En  "Alabado seas mi Señor"   nos entrega Francisco todo un compendio filosófico de amparo a la madre naturaleza, condensado en múltiples documentos emitidos por sus antecesores y diversas conferencias episcopales.

 Con argucias disertan los eternos depredadores de las reservas naturales nacionales, para hacernos creer que comparten y respetan el mensaje ético del Papa Francisco en relación con la ecología y los pobres del mundo, cuando obviamente piensan y actúan en sentido contrario. Más que en grosero cinismo incurren en ofensa al sentimiento humanitario de los pueblos civilizados.

 No son los continuadores de "Tirofijo"  inocente hermandad dedicada a proteger la naturaleza como  máximo regalo del Supremo Creador del Universo.

 De hecho, no resulta razonable pretender que mediante oleosa contaminación de flora y fauna, con incalculables consecuencias para la especie humana y para todos los seres vivientes, se interprete rectamente, se comparta y se acate el expreso pregón para respetar la casa, la "casa común", la "casa de todos", "la madre bella que nos acoge entre sus brazos".

 La carta de Francisco es un llamado al orden para que cese la agresión contra  "nuestro propio cuerpo constituido por los elementos del planeta, ... su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura."

 Peligrosa insolencia caracteriza a esos facinerosos que se consideran por fuera del ecológico mensaje encíclico, y que, en inaudita perorata, atribuyen la responsabilidad de sus barbaridades al Estado de derecho que los combate, y al que intentan desconocer y destruir mediante la aniquilación de valiosos ecosistemas. "Un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos", dice el Papa.

 Mediante agradecida alusión al eterno mensaje de Francisco de Asís, el argentino Francisco  recuerda: " ... en él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior".

 Entre teológicas pero elementales consideraciones se encuentran mundanas inquietudes como esta: " ... los jóvenes nos reclaman un cambio, ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un mundo mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos".

 La juvenil interrogación se  le puede trasladar a perversos adalides de falaces revoluciones que, con mezquino interés de imponer sus incoherencias y deslumbrados por los espejismos del poder, no refrenan homicidas instintos ni feroces agresiones contra quienes más necesitan de los recursos naturales.

 Como si hablara de Colombia, la encíclica refiere: " Muchos pobres ... dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos,  como la agricultura, la pesca y los recursos forestales. ... No tienen otras actividades financieras y otros recursos que les permitan adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas, ..."

 Que los terroristas lean bien la encíclica, y que humildemente asuman responsabilidad penal y reparación integral por las  catástrofes ambientales que originan.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 27.06.15

sábado, 20 de junio de 2015

Adorado papá:




 Nunca, desde cuando te fuiste, nunca he sentido tantos deseos de escribirte. Te aseguro que de mis silencios no son culpables esos múltiples compromisos académicos en que me escudaba por meses cuando estudiaba lejos.

 No te había escrito porque pacientemente esperé que las cosas mejoraran, pero siempre resultaron peores. No confundás esto con el pesimismo que censurabas, ahora no hay espacios para el optimismo.

 No quisiera perturbar tu calma, pero, los mismos sencillos problemas que conociste se hicieron insolubles.

 Ni siquiera camino por los senderos que recorríamos en familia, no porque no quiera, sino porque no se puede. Mejor dicho, se pusieron de moda unos permisos que nadie explica, pero que algunos atribuyen a la ausencia de Estado, que ahora se llama "de derecho".

 El cúmulo de situaciones confusas hacen de este país algo ininteligible.

 La gente ya no elige a los que pueden hacer algo en beneficio de la sociedad, o tal vez sí, aunque existe clara diferencia entre la sociedad unipersonal de los de ahora, y aquella colectiva y solidaria que los dos conocimos.

 Uno diría, o yo tendría que decir, de acuerdo a lo que me enseñaste, que esto es al revés, y no es una manera rebuscada de escribir, sino que,  de veraz, derecho nadie anda.

 Es curioso, sí, y sorprendente también, pero absolutamente desconcertante y desestimulante.

 Siempre me inculcaste andar con la verdad, pero ...  bueno, me vas a perdonar ,,, pero estoy a punto de creer que ese valor moral ha dejado de existir.

 Esta carta no nace de mis reflexiones de hoy, no, llevo años pensándola y aplazándola o escribiéndola mentalmente y corrigiéndola a cada paso, con la más sincera voluntad de decirte algo concreto, claro, comprensible y grato. Pero, ya lo ves, lo que te escribo no tiene sentido, me parece oírte cuando decías que algunas tendencias del pensamiento no tenían pies ni cabeza,  pues que te quede claro que esas fueron las tendencias que se impusieron,  y entonces, pues ya comprenderás, esto que te digo es fiel reflejo de lo que hay.

 Algunas personas con las que a ratos me comunico, que son pocas, porque lo de  ahora es el "chat" y el "tuit", se burlan mucho  de lo que pienso, digo y escribo. Ellas dicen que este mundo no es para ilusos, y me dejan pensando ...  saboreando ilusiones o cosas parecidas, románticas, utópicas, no sé, es que, bueno, vuelvo al cuento, uno ya no sabe. Los que se supone que saben dicen y hacen cosas tan locas que pues uno, uno, uno como que, hola papá, qué enredo sublime este sublime enredo en que uno vive.

 Si acaso me querés contestar no te pongás en la tarea de decir algo edificante o valioso. Dejá eso para cuando nos volvamos a encontrar. Te lo digo porque, si lo hacés, y si a mí se me ocurre compartirle tu respuesta a cualquiera de mis contactos, no nos van a dar ni un "like", y se van a formar pésima idea de las costumbres de tu época.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 20.06.15

lunes, 15 de junio de 2015

La bolita




 No parece que "Timochenko" y su elenco negociador abriguen nobles intensiones de mantener los diálogos con Juan Manuel Santos y el equipo gubernamental. Los terribles atentados de los últimos días, encaminados a destruir costosa infraestructura productiva, no son buena señal de paz, pero sí conllevan claro mensaje de odio, insensibilidad social, brutal arrogancia, e inocultable aspiración de conquistar territorios.

 En dolorosos momentos de profunda polarización nacional, cuando subsisten y se incrementan enormes dudas sobre el qué y el cómo de la negociación, cuando el moderado optimismo no se volvió a mencionar por ninguna de las partes, ni siquiera por visibles defensores del proceso, densa neblina impide mirar con nitidez la tortuosa senda de los acuerdos.

 Reciente anuncio del máximo cabecilla terrorista, sobre su intensión de romper la confidencialidad de lo hablado y convenido con Santos, al tiempo que confirma fundadas sospechas populares sobre la existencia de concertaciones ocultas, deja claro que el Presidente  ha concedido ventajas que la sociedad no tolera. El tono amenazante del guerrillero permite dicha conclusión.

 El convulso panorama se aliña con otros significativos ingredientes que, sin ser raros, porque hacen parte de la degradación violenta, descubren siniestras facetas en la inmediata prolongación del conflicto. El derrame de petróleo crudo sobre fuentes y bosques, con deliberada intensión de arruinar tierras y gentes;  el aleve asesinato del coronel Alfredo Ruiz Clavijo y del patrullero Juan David  Marmolejo por cuadrilleros vestidos de civil; y el inhumano ensañamiento contra pobladores civiles en costas del Pacífico caucano y nariñense, son bestiales advertencias de que gruesos intereses económicos, el narcotráfico próximo a legalización, mas la explotación de ricos yacimientos petrolíferos y mineros, están por encima de cualquier entendimiento con el Estado de Derecho.

 La primitiva idea de "Tirofijo", orientada a  implantar repúblicas independientes en diferentes espacios estratégicos de Colombia, es propósito inamovible de sus perpetuadores. El proyecto de una "Caquetania" interior, sin puertos marítimos, fue sustituido por el de una zona independiente, mucho más amplia, más rica, y más promisoria. La nueva meta es un territorio libre, en pleno corazón de Suramérica, conectado con el Atlántico por el torrentoso Amazonas, y con bahía profunda y terminal petrolero sobre el Pacífico. A nada distinto puede conducir el permanente asedio sobre Tumaco y la frontera sur.

 A muy alto costo, que no sale del patrimonio del Presidente Santos, se consiguió que aceptaran la cómoda cátedra del buen vivir en deliciosas playas cubanas, pero cada día resulta menos comprensible el absurdo comportamiento de esos pedagogos que no paran de darle tiros de gracia a la endeble convivencia nacional, y con indiscutible mentalidad de burros le dan patadas a la mesa que los acoge.

 Estamos a tiempo de entender que los contertulios de Santos lo tienen entrampado en  pernicioso juego de timadores, mientras intentan alzarse con la mesa, con las apuestas y con la bolita.

 El Presidente no se juega ningún capital político, en esa materia ya echó sus restos y los perdió, ahora es Colombia la que corre el riesgo de perder una gruesa y larga tajada de territorio nacional.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 15.06.15

domingo, 7 de junio de 2015

La pura verdad




 Se le dijo a Colombia que, en poco tiempo, se firmaría una paz estable y duradera. Obviamente se faltó a la verdad, pero, cuando escriban la historia que piensan escribir, no recordarán esa mentira, y tampoco recordarán la traición que la gestó.

 De enemigos nos gradúan a quienes desconfiamos de esos acuerdos que intentan imponer una verdad que no lo es. Siempre hemos argumentado que los ilegales nunca dejan de serlo, que ellos jamás se pasan a las filas de la legalidad porque son incapaces de reconocer la verdadera verdad, y nuestro argumento permanece incólume.

 Claro que en ocasiones, por la enormidad de su cinismo, terminan recordando sus atrocidades pero para maquillarlas o tratar de justificarlas con razones que ofenden. Dicen entonces que las víctimas son ellos, que los asesinatos cometidos fueron lamentables accidentes, que los secuestros agotados fueron simples retenciones, que no son narcotraficantes ni terroristas, aunque en la extensa geografía nacional florezca la marca de sus plantaciones ilícitas, y subsistan las huellas de sanguinarias demoliciones con dinamita.

 A diario se evidencia que no dicen la verdad, esa verdad que todos conocemos porque nos hiere y nos duele, pero buscan y acuerdan redactarla a su manera, sin detenerse a pensar que los términos de la verdad no se pueden convenir entre partes confrontadas. Una verdad concertada deja de ser verdad. Si acaso lograrán prosaicas caricaturas de la revolución que no lograron, de la liberación que nunca fueron, y del respaldo popular que no pudieron conquistar. Proyectarán la imagen total de su fracaso.

 Como la verdad es la verdad, lógicamente no muere, lograrán ocultarla por un tiempo o disfrazarla u omitirla, y hasta burlarla momentáneamente, pero no desaparecerla como lo hicieron con sus víctimas.

 En Colombia, aunque Tribunales y Cortes no las crean, las verdades atropellan y laceran, están allí, se palpan, se saborean, se sufren, se soportan y se dejan así, sin condenarlas.  Porque nuestras  grandes verdades son crímenes  sucios e impunes que pesarán para siempre en la conciencia nacional.

 Las pavorosas postales de la infamia les mostrarán a nuestros descendientes la estirpe criminal de quienes consintieron "la catedral"  de Pablo Escobar; de los que financiaron la campaña presidencial de Ernesto Samper y lo eligieron, y  de quienes lo defendieron y absolvieron; de todos los que, desde las entrañas del régimen,  fraguaron el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado;  y fundamentalmente de quienes idearon y ejecutaron las bárbaras masacres de Machuca, Bojayá, el Nogal, el cerro Tokio y la base militar  de Patascoy, entre muchas otras.

 De la memoria histórica nunca  podrán borrar la imagen triste de unos seres humanos atrapados en jaulas erizadas de púas; ni de miles de niños mutilados por cargas explosivas; ni de soldados y policías ametrallados a mansalva; de acueductos y oleoductos reventados con pólvora, de torres y puentes derribados; de periodistas, maestros, fiscales y jueces asesinados por cumplir con el deber.

 Como testigo y  víctima de semejantes horrores, escribo esta columna para recordarles la verdad verdadera a quienes reciban el encargo de adornar el inconcluso genocidio de colombianos inocentes.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 07.06.15