domingo, 1 de noviembre de 2015

Manos a la obra




 Seriedad política, dedicación laboral, equidad social, integridad moral  y honradez administrativa, es lo mínimo que puede esperarse de quienes lograron estruendosos  respaldos electorales para acceder a posiciones de manejo y control de lo público.

 Surtidas las campañas y alcanzados los triunfos, nadie debe embriagarse de poder. Las exigencias gubernamentales de estos tiempos impiden reducir el servicio público a placido disfrute de prerrogativas, la dignidad de los cargos implica responsabilidades lastimosamente mal entendidas por provincianos jefecillos que orientan esfuerzos a empoderar la parentela, destituir adversarios, embellecer oficinas, y asistir a festejos parroquiales en vehículos oficiales de último modelo.

 El departamento y todos los municipios caucanos demandan ejecución de políticas públicas que superen el discurso electorero. Los inventarios de necesidades son conocidos y están ampliamente analizados. Lo que sigue es priorizar soluciones sin sectarismos y ejecutar obras sin triquiñuelas.

 No es el Cauca laboratorio ideal para ensayos sociales amorfos e incuantificables. Aquí se necesita concretar el saneamiento ambiental de las cabeceras municipales, que debe empezar con la descontaminación de fuentes hídricas funestamente transformadas en pestilentes cloacas longitudinales. Hay que ponerles mano y freno a urbanizaciones piratas que alcaldes y concejales han estimulado, sin que se atisben mínimos esfuerzos por dotarlas de infraestructura sanitaria suficiente.

 La contratación pública no se debe adjudicar a dedo. Idoneidad profesional, capacidad técnica, solvencia ética y financiera deben orientar la selección de empresas y personas encargadas de construir puentes, vías, aulas, hospitales, alcantarillados, acueductos y múltiples construcciones civiles que humanizan y facilitan la convivencia ciudadana.

 El agro necesita sapiencia de verdaderos expertos; requiere asistencia técnica actualizada, esfuerzos financieros estatales que reduzcan costos, incrementen productividad, optimicen mercadeo y multipliquen utilidades; como para que podamos hablar de verídicos avances en el mejoramiento de comunidades campesinas.

 A maestros y estudiantes hay que sacarlos de la mediocridad  y proyectarlos a los espacios de la excelencia. Cultura general, conocimientos de geografía e historia,  aproximación a las artes, la música y la literatura, deben implementarse para minimizar creciente mala utilización de modernos recursos cibernéticos. Olimpiadas académicas virtuales, orientadas a profundizar el dominio de las matemáticas, la defensa del medio ambiente, o la divulgación de avances científicos, podrían ocupar tiempo y equipos que alumnos y docentes desperdician en promoción de videos francamente repugnantes.

 Hogares infantiles y restaurantes escolares deben ser espacios ideales para aprendizaje, preservación y fortalecimiento de valores culturales. A niños y adolecentes no se les puede enseñar solidaridad social si se les mengua impunemente la ración alimentaria o se les engaña con el contenido nutricional de los productos que consumen.

 Hospitales municipales  y centros rurales de salud  deben estar a cargo de profesionales eficientes y compasivos, capaces de entender y remediar el dolor ajeno, y obviamente disponer de excelente dotación clínica que permita atender urgencias y suministrar primeros auxilios de manera adecuada y oportuna. Los pobres no pueden seguir muriendo sin asistencia médica por falta de material quirúrgico, ausencia de personal capacitado o carencia de ambulancias.

 Los desposeídos, los discapacitados, los iletrados, los desempleados, y hasta los ingenuos  debemos exigir estricto cumplimiento de tantas promesas sueltas.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 01.11.15