Seriedad política, dedicación laboral, equidad
social, integridad moral y honradez
administrativa, es lo mínimo que puede esperarse de quienes lograron
estruendosos respaldos electorales para acceder
a posiciones de manejo y control de lo público.
Surtidas las campañas y alcanzados los
triunfos, nadie debe embriagarse de poder. Las exigencias gubernamentales de
estos tiempos impiden reducir el servicio público a placido disfrute de
prerrogativas, la dignidad de los cargos implica responsabilidades lastimosamente
mal entendidas por provincianos jefecillos que orientan esfuerzos a empoderar la
parentela, destituir adversarios, embellecer oficinas, y asistir a festejos parroquiales
en vehículos oficiales de último modelo.
El departamento y todos los municipios
caucanos demandan ejecución de políticas públicas que superen el discurso
electorero. Los inventarios de necesidades son conocidos y están ampliamente
analizados. Lo que sigue es priorizar soluciones sin sectarismos y ejecutar
obras sin triquiñuelas.
No es el Cauca laboratorio ideal para ensayos
sociales amorfos e incuantificables. Aquí se necesita concretar el saneamiento
ambiental de las cabeceras municipales, que debe empezar con la
descontaminación de fuentes hídricas funestamente transformadas en pestilentes cloacas
longitudinales. Hay que ponerles mano y freno a urbanizaciones piratas que
alcaldes y concejales han estimulado, sin que se atisben mínimos esfuerzos por
dotarlas de infraestructura sanitaria suficiente.
La contratación pública no se debe adjudicar a
dedo. Idoneidad profesional, capacidad técnica, solvencia ética y financiera deben
orientar la selección de empresas y personas encargadas de construir puentes,
vías, aulas, hospitales, alcantarillados, acueductos y múltiples construcciones
civiles que humanizan y facilitan la convivencia ciudadana.
El agro necesita sapiencia de verdaderos
expertos; requiere asistencia técnica actualizada, esfuerzos financieros estatales
que reduzcan costos, incrementen productividad, optimicen mercadeo y
multipliquen utilidades; como para que podamos hablar de verídicos avances en el
mejoramiento de comunidades campesinas.
A maestros y estudiantes hay que sacarlos de
la mediocridad y proyectarlos a los
espacios de la excelencia. Cultura general, conocimientos de geografía e
historia, aproximación a las artes, la
música y la literatura, deben implementarse para minimizar creciente mala
utilización de modernos recursos cibernéticos. Olimpiadas académicas virtuales,
orientadas a profundizar el dominio de las matemáticas, la defensa del medio
ambiente, o la divulgación de avances científicos, podrían ocupar tiempo y
equipos que alumnos y docentes desperdician en promoción de videos francamente repugnantes.
Hogares infantiles y restaurantes escolares
deben ser espacios ideales para aprendizaje, preservación y fortalecimiento de
valores culturales. A niños y adolecentes no se les puede enseñar solidaridad
social si se les mengua impunemente la ración alimentaria o se les engaña con
el contenido nutricional de los productos que consumen.
Hospitales municipales y centros rurales de salud deben estar a cargo de profesionales
eficientes y compasivos, capaces de entender y remediar el dolor ajeno, y
obviamente disponer de excelente dotación clínica que permita atender urgencias
y suministrar primeros auxilios de manera adecuada y oportuna. Los pobres no
pueden seguir muriendo sin asistencia médica por falta de material quirúrgico,
ausencia de personal capacitado o carencia de ambulancias.
Los desposeídos, los discapacitados, los
iletrados, los desempleados, y hasta los ingenuos debemos exigir estricto cumplimiento de tantas
promesas sueltas.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 01.11.15