sábado, 10 de agosto de 2013

El tiro por la culata




La babosada de Santos al buscar premios de paz, dándole ventajas a los violentos, comienza a mostrar funestas consecuencias.

Desde cuando se conocieron los coqueteos con los verdugos, amplios sectores de opinión le han dicho al país nacional que esos diálogos no conducen a nada porque negocios con bandidos son negocios torcidos.

A pesar de ello el Presidente y  sus incondicionales repiten a diario que todo va por buen camino. Pero las afirmaciones de Granda, sobre la posibilidad de prolongar las conversaciones con otro que no sea Santos y en medio del conflicto, reflejan otra cosa.

Los últimos pronunciamientos del bandidaje acampado en La Habana, armonizados con el comportamiento criminal que sus cuadrillas desarrollan en Colombia, permiten conocer las intenciones del grupo narcoterrorista.

Lamentablemente el Presidente no quiere enterarse del cinismo que caracteriza a la contraparte, ni de la desaprobación de esa ciudadanía que lo eligió para sepultar al enemigo agónico, no  para revitalizarlo, como se demuestra que ha sucedido, puesto que las nuevas audacias son propias de un bandidaje recuperado que goza de cabal salud.

Ofensivo resulta que los autores del secuestro de un ciudadano norteamericano, al que tienen en su poder y con quien quieren montar otro espectáculo falsamente humanitario,  califiquen como acto irresponsable y criminal la intensión estatal de rescatarlo mediante legítimo operativo militar.

Peor resulta el panorama si se recuerda que esos secuestradores se niegan a reconocer y pedir perdón a sus víctimas; insisten en no cumplir las condenas privativas de la libertad que en derecho se les impongan o se les han impuesto; mantienen arrogante actitud legislativa que persigue demoler  las instituciones democráticas desde su cómoda estadía en Cuba; y anuncian su voluntad de ensangrentar la campaña electoral que se avecina.

Ninguna otra lectura puede hacerse al mensaje conocido el pasado 8 de agosto en donde manifiestan su interés de esperar que  “el pueblo como soberano se pronuncie sobre quiénes van a ser sus gobernantes y ahí miramos cómo negociamos”. Y agregan que, si uno de sus cabecillas cae en combate “¿qué pasaría con el proceso si las Farc también hacen una acción militar dura?”

Advierten, en relación con el anuncio gubernamental sobre una reunión del Presidente con Timochenko, que  “aún no se ha tomado una decisión al respecto”.

Puntualizan que los diálogos en medio del combate “no son un proceso de sometimiento a la institucionalidad vigente”,  que  -error imperdonable de Santos-  “el reconocimiento de responsabilidad por el conflicto le quita legitimidad al Estado para ser juez”,  y que los marcos de justicia transicional “los imponen los ganadores a los perdedores”.

Como quien dice:  estamos más crudos de lo que se creía.  Porque si no aceptan el marco jurídico para la paz, pretenden reformar la justicia, y crear una comisión de bolsillo que reescriba la historia del conflicto y establezca quienes son las víctimas del mismo, pues sencillamente nos encontramos en un escenario  nacional confuso, donde los diálogos  indefinidamente prolongados y el status de guerra sostenida, convirtieron la “paz” de Santos en un tiro por la culata.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 10.08.13