Asomado a la ventana
del tiempo constato que el futuro me
amenaza con sus dedos homicidas, puesto en guardia me atrinchero en la rala guarida
de mis libros compañeros y entre sorbos de cafeína voy a las divagaciones
finales del año que se apaga, mi café se agota con la noche y el alba me
sorprende releyendo viejos escritos y soñando a Popayán así:
La
urbe entera debe transformarse en espacio amable, en lugar feliz, en
destino prometedor y deseado, necesitamos convertir su centro viejo en
una joya destellante y caminable.
Los
lugares de interés histórico son ejes de inquietud intelectual, focos de
aprendizaje, anclajes de contenido ceremonial, símbolos del pasado que la
modernidad interroga para descifrar mensajes, desentrañar significados,
descubrir e interpretar las claves del conocimiento.
Popayán necesita construir
sedes administrativas modernas por fuera del sector histórico, ojalá edificaciones
que concentren oficinas nacionales, departamentales y municipales articuladas
con la red de servicios bancarios. En el POT se deben reservar extensas zonas
periféricas para esos fines y tanto la Asamblea como el Concejo deben apropiar
partidas para adquirir los terrenos.
Hay
que construir la variante oriental que desvíe desde el puente del rio Palacé y cruce
por Clarete hacia el sector del penal de San Isidro, para buscar la panamericana
a la altura de Los Robles en la vía a Timbío. El tráfico vehicular del futuro, desde el oriente colombiano hacia Buenaventura y Tumaco,
exige pensar en esa obra.
Curadores urbanos y jefes de planeación municipal, como garantes
de que Popayán crezca estética y armónicamente, deben exigir a los
urbanizadores la implementación de ductos subterráneos que recojan la invasiva
telaraña de conexiones callejeras con que afean el paisaje los proveedores de
electricidad y comunicaciones.
En materia de
transformación urbanística no existen campos vedados, la creatividad hace parte
del desarrollo humano y la imaginación es motor que genera progreso.
La extensa
zona urbana negativamente afectada por la galería del barrio Bolívar, que
perjudica sectores de la salud, la educación y la cultura, merece oportuno
rescate. Se debe erradicar ese mercado convertido en botadero a cielo abierto
que arruina la inundada ribera del río Molino.
Los puentes del
Humilladero, tesoros arquitectónicos incrustados en el centro histórico, deben
transformarse en accesos peatonales hacia una gran zona verde, que abarque el
Parque Mosquera, la galería y la plazoleta Carlos Albán. Todo ese sector
arborizado, surcado por amplios bulevares que conecten la vieja ciudad
con los conjuntos habitacionales modernos, insinuados ya sobre las
colinas aledañas a la antigua vía férrea, y con el complejo hospitalario de la
Estancia, debe ser proyecto que inquiete a los arquitectos paisajistas y
diseñadores de la futura Popayán.
Se necesita rescatar el sentido cívico, la ciudadanía
debe buscar soluciones que la inepta burocracia no ofrece. Una asociación
cívica debiera encargarse de gestionar ante entidades públicas y privadas,
nacionales e internacionales, ayudas técnicas, asesorías especializadas,
aportes financieros y auditorías respetables, que entren a diseñar y
planificar, ejecutar y controlar el desarrollo de esas obras necesarias para enfrentar
el colapso vial que hoy sufrimos.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, diciembre de 2013