sábado, 17 de mayo de 2014

Lo dicen las encuestas


 La historia reciente no recuerda una campaña presidencial tan insípida en sus comienzos como vertiginosa y desencajada en la recta final.

 Así parece que no son solamente los hombres públicos quienes imponen el ritmo, sino que los sucesos políticos colectivos, los aciertos o los despropósitos de los gobiernos en conjunto, y los brutales comportamientos de los grupos terroristas, vienen a signar el destino de los pueblos.

 Nada está calculado matemáticamente porque los avatares sociales del futuro no se diseñan para que confluyan con un determinado resultado electoral o con una preferencia popular específica.

 Esfuerzos humanos se hacen para que ciertas aspiraciones salgan bien, pero pueden salir mal, mucho más mal de lo francamente imaginable, o mucho mejor de lo previsto. A la hora de la verdad nada está escrito.

 Ni los candidatos ni los electores se llegaron a imaginar que los convocados a sumar resultaran restando, que los vocablos corrientes adquirieran esa significación manifiestamente insultante y ofensiva, como la que hoy tiene aquella denominación de gamín que el arrogante doctor Vargas le endilga a sencillos ciudadanos del pueblo; o que la destemplada algarabía de un ex-presidente, sus disonantes reclamaciones y sus descompuestas exigencias de improvisado jefe de campaña, sirvieran más para que se mofen de él y no  para imprimirle respetabilidad al desesperado intento de reflotar una reelección cada vez más lejana, inconveniente y dañina.

 A nadie se le podía ocurrir que los capos apoltronados en la Habana, dispuestos a congraciarse con el gobernante en campaña y brindarle el placebo de un cese unilateral,  ordenaran a sus secuaces agotar un crimen bárbaro en las calles de Tumaco, repudiable sacrificio de niños humildes  terriblemente destrozados por cargas de dinamita. ¿Es esa la paz que nos prometen?

 No fue ninguno de los opositores al gobierno el que declaró ante la Fiscalía General de la Nación que los más cercanos asesores de la campaña reeleccionista atiborraron sus arcas personales con dólares conseguidos en el comercio internacional de narcóticos, precisamente para gestionar ante el actual gobierno, por cuenta de temibles criminales,  unas favorables condiciones de entrega, o para ambientar  entre las encumbradas esferas del régimen cierta blanda impunidad donde pudiera anidarse un sometimiento barato y engañoso.

 Tampoco fue la publicitada guerra sucia la que vino a generar tanta desesperación y tantos miedos entre la élite santista, enemistada ayer con la montonera petrista,  como para que entre ellas se viniera a constituir esa alianza atípica y tardía con que pretenden  apuntalar soñadas permanencias en el mando.

 Como en "El sueño de las Escalinatas", crece, crece la audiencia en unas proporciones incalculables, y desde todos los lugares, procedentes de todas las capas sociales y de todos los matices populares acuden multitudes a engrosar esa gigantesca manifestación de inconformidad frente a las debilidades del actual mandatario que conducen al país hacia desbordante impunidad.

 Eso es lo que verdaderamente traducen las últimas  encuestas especializadas que le minimizan al candidato presidente la posibilidad de mantenerse en el cargo.

 Sin lugar a dudas las puertas del Palacio de Nariño están abiertas para Zuluaga o Peñalosa.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 17.05.14