domingo, 28 de febrero de 2016

Para que todos quepamos




 El despampanante fiero a la legitimidad institucional colombiana, ocurrido en Conejo, bajo patrocinio del primer obligado a guardar la Constitución, y que comienza a tomar visos anecdóticos, porque algunos lo equiparan con la costumbre nacional de perorar en  plaza pública bajo custodia y protección de las fuerza oficiales, llama a serio replanteamiento del extendido coloquio habanero.

 Claro está que orinan fuera del mate quienes igualan ejército y policía nacional con un piquete de armados irregulares. Una cosa es bailar con quimbas, y otra con alpargatas.

 Lo cierto es que a los señores del monte nada les gusta, nada les sirve, y nada los convence. Mientras tanto el postulante a Nobel se juega entero para aquerenciarlos y complacerlos. Obvio que ellos no se dejan aquerenciar, todo lo contrario, están aquerenciando a las élites, por lo menos así lo demuestran los cuchicheos de Santiago y Leyva con algunos uribistas encanados.

 Ellos, los bandoleros que tienen pendientes con la justicia, por encima de todo intentan no pagar la deuda, y lo van a conseguir. Pero además trabajan para implantar sus usos y costumbres. Aquí ya no se fumigan los cultivos ilícitos, ni se controla el evidente tráfico de precursores químicos para el procesamiento de narcóticos, ni se le hace inteligencia y seguimiento a ningún patrón, y el narcotráfico hace su tránsito a delito político.

 "Gabino" camina  como si ninguna captura lo esperara, y hasta acude a celebraciones que uno no se explica, porque incomprensible resulta que el grupo culpable de la muerte del padre Camilo, el ELN, ahora lo quiera subir a los altares, después de forzarlo a morir  como manso cordero. El testimonio lo da Jaime Arenas Reyes en su histórica disección del grupo armado. El que quiera puede leer  "La guerrilla por dentro", en dónde queda claro que al  Camilo guerrillero no lo valoraron en su dimensión intelectual, "... y no pasó de ser un soldado raso en las filas del ELN."

 Pero para no dilatar tanto, y vista la clara intención de refundar la patria mediante una Constituyente, que para allá van, vale proponerle al pueblo,  que siempre paga con vidas y con plata, impulsar la fórmula del rasero: o todos en la cama, o todos en el suelo. Resultaría más barata, más igualitaria, y menos ignominiosa.

 El asunto es que en Cuba están fraguando unas fórmulas retorcidas para lavar las fortunas de la cocaína; están ingeniando un tribunal ad hoc, inconstitucional por cierto, para enjuiciar a todo el mundo; quieren fraccionar  el territorio nacional en parcelas exclusivas para el crimen y los criminales;  y desean legislar como egregios defensores de la democracia, mientras  la tal paz quedará en vilo, porque muchas víctimas no soportarán el chocorazo de entrar a las cárceles mientras sus victimarios salen de ellas.

 Más ágil y menos traumático es liberar por parejo a todos los presos, dejar barridas las cárceles, archivar todas las investigaciones en curso, y arrancar de nuevo. Para eso sólo se necesita un referendo con una única pregunta: ¿Nos fumamos el cacho de la paz?

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 28.02.16

domingo, 21 de febrero de 2016

Cartas a Pedro para que las entienda Juan




 Conejo es un animalejo orejón y como pendejo, pero también una conocida figura del lenguaje y de la conducta  popular, muy utilizada tanto en el dicho como en el hecho, para hacerle creer a alguien que todo marcha muy bien aunque todo marche muy mal.

 Conejo es fraude, mentira, engaño y falsedad.

 Es también un lugar de la estrafalaria Guajira colombiana, en donde se defrauda a los niños con nutritivas remesas que nunca llegan, porque,  a lo largo de los años,  los políticos guajiros, y también los otros, no han hecho cosa distinta que ponerle conejo al pueblo. En síntesis, queda Conejo en un encantador lugar donde el conejo, aparte de más viejo y no tan pendejo, jamás dejará de ser conejo.

 Paradójicamente, Conejo es el lugar escogido por los  narcoterroristas para ponerle conejo inicial a unos parciales convenios que, si no son víctimas de posteriores conejos, podrían conducir al definitivo convenio que cierre el conflicto surgido por culpa de unos puercos, unas gallinas, y unos conejos.

 Y es que si "Tirofijo" no hubiera sido víctima del conejo que dijo que le puso el gobierno de Guillermo León Valencia, probablemente el gobierno de Juan Manuel Santos no habría resultado víctima del conejo que los hijos de "Tirofijo" le pusieron en Conejo.

 Así vista la historia, queda claro que este gobierno no es el inventor del conejo que el nieto del presidente Valencia les pone cada rato a los campesinos agricultores y ganaderos colombianos, sino que esa es vieja práctica establecida desde cuando al viejo cazador caucano se le escaparon unos conejos, que tenía en la mira de la dos cañones, allá por los lados de El Pato, Marquetalia y Riochiquito.

 Aunque, bueno, lo que hoy interesa no es tanto quién puso a quién el primer conejo, sino que no nos pongan otro conejo, y que no vamos a desembocar en la ingenua fórmula caguanera, de darle humanitarios plazos a los conejos para que abandonen la conejera, porque después de conejo ido, para qué palos al nido.

 A los negociadores oficiales y al gobierno que representan, les debió quedar muy claro que no están tratando con monjitas de clausura, que los pactos y los acuerdos con delincuentes de reconocida trayectoria no son garantía de nada. Con mucha mayor razón cuando "Santrich", el más ciego de todos, tiene los ojos puestos en la conquista del poder, y no desperdicia micrófono para darle a Santos los recados que le manda "Timochenko".

 Ñapa. Son muy claros los mensajes guerrilleros, ninguno cifrado ni simbólico, por lo que no resulta necesario acudir a los auxilios de la semiología, esa magnífica disciplina intelectual de Umberto Eco, quien se fue de este mundo dejándonos como extraordinario legado, no solamente las claves de la comunicación en nuestro tiempo, "Numero cero", sino las fórmulas alquímicas para comprender lo que somos mediante el profundo conocimiento de lo que hemos sido, "El nombre de la rosa" y "La isla del día de antes". Paz en la tumba del filósofo y maestro.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 21.02.16

domingo, 14 de febrero de 2016

Elefante disfrazado de paloma




 Si el país nacional hubiera tenido tiempo de llevar al poder al profético Álvaro Gómez Hurtado, o si los sicarios del régimen y sus conocidos determinadores hubieran fallado el golpe; de cuántas impunidades consentidas, de cuántas tutelas torcidas, de cuántas privatizaciones y enajenaciones corruptas estuviéramos libres.

 Gómez Hurtado presentía y decía que el régimen estaba permeado y descompuesto en todas sus esferas, que los valores espirituales y los principios universales en que se deben inspirar las democracias habían quedado por fuera del estilo con que nos gobiernan,  y que Colombia marchaba hacia la ruina.

 Quienes no reconocieron en él al estadista que la patria requería, o quienes enceguecidos por discordias ideológicas metieron palos a la rueda para truncar su avance, al tiempo que sirvieron de idiotas útiles a los propósitos del empoderamiento mafioso, impidieron la solución ética que desde entonces requerían los sucios males que ahora nos asedian. Le negaron a la política nacional la medicina moral que sigue necesitando.

 En cualquier país que escape a la regla bananera es principio de honor que la riqueza nacional no se hipoteca, ni se subasta, ni se diluye entre la clientela.  Y que el concepto de justicia reclama trato digno y equitativo para todas las dolamas del cuerpo social. Igual atención oportuna reclaman las próstatas de los gobernantes, que los estómagos de los indios, los  cerebros de los negros, o los pellejos de los mestizos. Pero aquí la gónada palaciega está privilegiada sobre las necesidades de nutrición, educación y salubridad del pueblo, que sólo cuenta para sumar votos.

 Como hemos sido incapaces de derrocar el régimen, pues seguimos soportando el desigual destino que las encopetadas dinastías nos tienen señalado, y cual blandas marionetas continuamos aguantando el tirón del sedal que nos ajusta el cuello.

 A ningún colombiano honesto se le llegó a ocurrir que la invalidación judicial y ocultamiento de las pruebas criminales contenidas en el computador de alias "Raúl Reyes", y la exigencia de cambiar la terna para elegir Fiscal General de la Nación, que después condujo al licencioso imperio de  Montealegre, y los descoyuntamientos de la Carta Magna por quienes debieron defenderla y mantenerla, eran groseros pasos de la bestia famélica que ahora nos devora, eran el fatídico preludio del desmoronamiento institucional que las Cortes exhiben, y de la lepra que corroe la anatomía estatal.

 La feria de Isagen, el bazar de Reficar, los vuelos atestados de reptiles austeros, la ilegítima reducción del umbral electoral para hacer de "Timochenko" un nuevo libertador, el refinamiento de la mermelada en almendras, las costosas cortinas de seda y las oscuras cortinas de humo, integran el caudal de impúdicos acosos a que nos somete la morbosa casta gobernante, esa misma que no tuvimos la valentía de derrocar en viejos tiempos de paquidérmicos carteles.

 Y lo que hoy pretenden, el mismo régimen y los mismos carteles, es dar un golpe de Estado travestido de plebiscito. Con engaños intentan que el propio pueblo le dé cuerda al emblemático "Dumbo" con sus inmensas orejas voladoras, aunque disfrazado ahora de paloma.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 14.02.16

domingo, 7 de febrero de 2016

¿Habrá futuro?




 Actual polémica bogotana sobre ampliación de la frontera urbana en terrenos incluidos dentro de la reserva forestal Thomas van der Hammen, que aparenta moverse más por  motivaciones políticas que ambientales, pues se dice que no afectaría humedales, sirve para reforzar la idea de actualizar, en el Cauca, y a la larga en todo el país, detallado levantamiento topográfico, con propósitos de conservación, que demarque con honrada exactitud todos los cuerpos de agua, llámense páramos, lagunas, humedales, ríos o quebradas, y los espacios aledaños cubiertos por bosques naturales, algunos verdaderamente primarios, que sustentan la existencia de la riqueza hídrica nacional.

 Expertos en tales temas, antes que involucrarse en la defensa de intereses individuales, pueden aportar en estos tiempos de pavorosa sequía, y en todos los tiempos cuando los peligros de arrasamiento total desaparezcan.

 Todavía tenemos espacio, mediante la educación y el ejercicio de controles incorruptibles, para concientizar a quienes ignoran la vital importancia del medio ambiente sano, y a quienes a rajatabla intentan destruir disminuidos recursos naturales sobrevivientes.

 Si el Estado, representado por corporaciones regionales clientelistas, continúa desinteresado en conocer a profundidad la cabal extensión de los ecosistemas que necesitan protección urgente, corremos el riesgo de perder invaluables especies de fauna y flora no recuperables.

 La dramática advertencia de Yuval Noah Harari, novísimo profeta de los abismos que nuestra especie ha construido en atropellada carrera hacia su deificación, no debe pasar desapercibida, ni puede ser ignorada por quienes dominan el mercado de las máquinas inteligentes y de temibles instrumentos de guerra, mucho menos por quienes tuvimos la fortuna de conocer especies ya extinguidas, y tenemos la obligación de preservar lo que queda, para el disfrute y satisfacción de quienes puedan sucedernos.

 En su libro "De animales a Dioses", el joven historiador nos muestra la siniestra huella que el homo sapiens ha dejado impresa en los más remotos rincones del planeta, y sin ambages nos advierte sobre el peligro que somos:  "La primera oleada de extinción, que acompañó a la expansión de los cazadores-recolectores, fue seguida por la segunda oleada de extinción, que acompañó la expansión de los agricultores, y nos proporciona una importante perspectiva sobre la tercera oleada de extinción, que la actividad industrial está causando en la actualidad. No crea el lector a los ecologistas sentimentales que afirman que nuestros antepasados vivían en armonía con la naturaleza. Mucho antes de la revolución industrial, Homo sapiens ostentaba el récord entre todos los organismos por provocar la extinción del mayor número de especies de plantas y animales. Poseemos la dudosa distinción de ser la especie más mortífera en los anales de la biología."  (-Breve historia de la humanidad-, Penguin Random House Grupo Editorial, Debate, 2015).

 Al evocar mi infancia añoro esos maestros que enseñaban a plantar árboles, y vivo la alegría de comprobar que algunas de mis siembras permanecen incólumes. "Plantemos nuevos árboles, la tierra nos convida, plantando cantaremos los himnos de la vida ...", así  comenzaba un poema publicado en "El nuevo lector colombiano", bello libro que mi madre nos leía en las tardes de invierno.



Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 07.02.16