martes, 3 de abril de 2012

Plegaria por la libertad


Plegaria por la libertad

Desolador  hablar de libertades en democracias deficientes. Se disfrutan algunas, claro está, pero muchas resultan restringidas.

Colombia con su privilegiada ubicación geopolítica,  este jardín de envidiables  bellezas naturales,   adornado por esplendorosos  paisajes,  flora y fauna  exuberantes,  reconocido por    la inteligencia y creatividad de sus pobladores,  atrae sí, pero también aterra a los ojos del mundo.

No es producto de imaginaciones fantásticas,  ni efecto comercial  de publicidades refinadas.  Colombia es  una patria maravillosa en cuyos componentes esenciales  vibran la vida, las formas, las aromas, los sonidos y el color.

Pero, paradoja fatal, acoge una sociedad secuestrada, arrinconada, atemorizada y sufrida.

Diez familias humildes, como todas las de nuestros héroes, rebosan ahora  de felicidad por  el ansiado reencuentro   con los ausentes,  por el  retorno tardío de unos seres humanos que nunca debieron faltar en las celebraciones íntimas, en los festejos, en las dichas, en los triunfos, ni en los instantes dolorosos  que reclaman la presencia solidaria de los de la misma sangre.

Entre tanto, centenares de familias  colombianas y extrajeras, millares de  parientes, vecinos, amigos, y todos los colombianos de bien, anhelamos la liberación total y definitiva de otros muchos colombianos,  de otros seres humanos, de otros ciudadanos del mundo que, aprisionados  en túneles, aislados en cavernas, amarrados con las sogas del  horror  y la desesperanza, permanecen en los dominios del silencio  soportando  indefensos la infame esclavitud que les imponen sus captores.

Basta ya, nunca más, se  ha dicho desde siempre, sin que logremos conmover  los corazones ensordecidos  del narcotráfico, del terrorismo, de  la delincuencia organizada, o de los monaguillos de  la anarquía.

Unidos como debe ser, abigarrados en el abrazo de la ilusión, radiantes en la fe y convocados por la Muerte y  Resurrección de Cristo, dejemos que nuestras mentes y nuestras almas, motivadas por esta celebración universal,  se fundan  en oración sincera, en plegaria profunda, en meditación fructífera, para que el eco liberador de nuestras súplicas  retumbe en la conciencia insana  de esos pocos  mercaderes de la libertad, perversos abanderados del dolor.

Roguemos  para que se rompan  en ellos las ataduras del mal, y les llegue oportunidad de entender que lo necesario es  ponerse a paz con las infinitas maravillas de la creación divina.

En los abiertos  espacios de Dios, en la deliciosa infinitud del universo,  ante la Providencia Creadora que nada niega y todo lo prodiga, resulta  contrario al derecho natural y al derecho  positivo  que los hombres conculquen las libertades de los hombres.

Que no impere la debilidad en nuestros espíritus, que no anide el silencio en nuestros labios, que no muera la solidaridad en nuestros corazones,  que no mengue la fortaleza en nuestros cuerpos, que no falten ideas en nuestras mentes, para seguir clamando y reclamando que les devuelvan la libertad a los secuestrados.

Coletilla. Pero pidamos también para que los propietarios de imprentas y títulos accionarios en  medio de información,  pongan la mano sobre sus pechos endurecidos y entiendan que el periodismo, más que un negocio, es una función social. El periódico El Liberal no debe morir.   

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 03.04.12