Un Cauca mejor no lo diseñan los mismos, con
las mismas, y en las mismas.
Este maltrecho departamento que antaño dio
lustre a la República, que fue fragua de la libertad dentro del orden y sede
próspera de emprendimientos agropecuarios hoy inexistentes, este espacio
territorial ahora transformado en santuario de múltiples actividades
delincuenciales, no saldrá de la ignorancia, la pobreza y el desempleo,
mientras no sea gobernado con verdadera responsabilidad social, cívica honradez, e incuestionable pulcritud.
El lamentable escenario administrativo de las
dos últimas décadas, con inmisericorde saqueo ejercido sobre recursos oficiales
propios de la salud, educación y construcción de infraestructura; el inhumano despilfarro
de dineros en investigación y diagnóstico de lo viejamente sabido y
diagnosticado, que pudieron utilizarse para mejorar el espacio vital de
comunidades campesinas en riesgo; el absurdo deterioro del medio ambiente
mediante tugurización de áreas próximas a cabeceras municipales carentes de
redes sanitarias básicas, en donde se auspician y cohonestan desarrollos
urbanísticos ilegales; mas el perverso politiqueo electorero con subsidios,
ayudas, auxilios y caramelos que desestimularon tradicionales actividades agropecuarias
de menor escala, vinieron a transformar la
ciudad capital y céntricas poblaciones asentadas en la planicie de Popayán en verdaderos
epicentros de miseria motorizada.
A diversas comunidades trabajadoras y
esforzadas, que tuvieron en microempresas familiares digno medio de
subsistencia y fortalecimiento
económico, que hicieron del ahorro metódico y de la colaboración grupal admirables poblaciones productivas, útiles y respetables, les metieron en la
cabeza el morbo del limosneo, y en grandes oleadas las alentaron a dejar las parcelas campesinas
propias y autosuficientes para irse a engrosar barriadas subnormales adictas al
subsidio, en donde ocasionalmente se subemplean como mototaxistas, y
crecientemente exponen sus vástagos a incesante reclutamiento por parte de
pandillas y redes criminales en auge.
Para tratar de menguar el daño, en materia educativa
se requiere fundar instituciones para el aprendizaje de técnicas agroindustriales. Hay urgente
necesidad de complementar la formación académica clásica con amplia información
sobre tecnologías, pero básicamente se debe retornar a la enseñanza de nobles
oficios como ebanistería, sastrería y modistería, marroquinería, orfebrería,
herrería y forja, plomería y fundamentos
electromecánicos.
Tenemos recursos naturales para proteger,
mejorar, y explotar de manera sostenible. No tenemos, en el corto plazo,
posibilidades serias de establecer altos hornos ni grandes industrias pesadas, pero podemos
abastecer cercanas urbes industrializadas con diversos productos de fabricación
casera y artesanal, y para ello resulta indispensable dimensionar nuestro
entorno y capacidades laborales.
De poco nos sirve graduar miles de bachilleres
clásicos, y hasta profesionales universitarios, para sumarlos a la reventa callejera de baratijas
chinas.
Cuando los costos de formación superior resultan
excesivos para la inmensa mayoría de personas pobres, mejor labor se hace si se
las capacita y apalanca para trabajar eficientemente en empresas comerciales
familiares, o en verídicas asociaciones cooperativas, pero no de esas que aprovechan
las normas e instituciones de economía solidaria para escamotear derechos
laborales o limpiar fortunas de sospechoso origen.
La enorme tarea de reconstruir y afianzar comunidades
dedicadas a labores honestas propias de su raigambre cultural, no se puede
dejar en manos de conocida corruptela gobernante.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 22.08.15