jueves, 28 de abril de 2011

En defensa de la vida.

Es despropósito y tragedia que muera un hombre a manos de la infamia.

Esto que en estricta semántica  debemos denominar vandalismo general y generalizado, viene a ser el hado cruel de sociedades entregadas al culto de la insolidaridad, sumidas en los laberintos del miedo y arrodilladas ante la horripilante figura de la impunidad.

No es Popayán, es el país entero, es todo el territorio nacional envilecido y profanado por legiones de asesinos que perdieron el sentimiento cristiano y humanitario del amor al prójimo.

Somos víctimas de bestias  que nos  rondan  y nos asechan a plena luz, que no se amparan en la oscuridad, ni disimulan su  siniestra estampa criminal, porque se deleitan al beber sangre inocente y se solazan en el dolor ajeno.

Llora la ciudad, llora la academia, llora la sociedad entera frente al brutal empuje de una delincuencia  desbordada y múltiple que no se refrena ante la debilidad, ni ante la indefensión, ni mucho menos ante la  inteligencia y la virtud.

El reclamo de seguridad se tornó inútil, la proclama contra la delincuencia no resultó eficaz, el clamor ante  el fusilamiento permanente de estudiantes, de sacerdotes, de campesinos, de policías, de militares, de ancianos, de personas inermes y desvalidas se convirtió en íngrima letanía que nadie escucha.

Ignorar el mal que nos arruina no puede ser la ruta de nuestra redención social.

La jerarquía política, la gran burocracia, la Majestad de los  Poderes  Públicos, todos a una se deben ocupar de darle algún sentido a nuestros valores democráticos y escribir la  página histórica que nos rescate como pueblo de principios y sentimientos, como raza establecida para el bien, como filón genético destinado a poblar con sabiduría y excelencia una tierra fértil,  en donde se implanten  para siempre los emblemas de la paz y la libertad  dentro del orden.

El derecho natural y  el mandato constitucional  que consagra la vida como derecho inviolable,  claman para que el Estado nos proteja y para que  el sistema judicial castigue a los criminales que a diario nos enlutan.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 28.04.11

En defensa de la vida