domingo, 4 de agosto de 2013

Ciencia política avanzada




 Por allá en 1513 Nicolás de Maquiavelo instruía sobre las formas de conservar el poder en Estados heredados o en los conquistados por  fuerza de las armas.

 En esa fuente de saber han bebido quienes mandan,  y harto han aprendido porque no solo han heredado, conquistado y mantenido el poder, sino que han refinado los procedimientos para exprimir bolsillos ajenos y llenar los propios.

 A los 500 años, he leído en “El Confidencial” que respetables profesores de política en la Universidad de Nueva York, con fundamento en estudios sobre la forma en que mandan los que hoy mandan, publican “El manual del dictador”, casi la nueva versión de “El príncipe”.

 Los profesores Bruce Bueno de Mezquita y Alastair Smith resaltan que buena política, conforme se estila, es la mala conducta, y que a cambio de conocimientos y costumbres sobre el bien común lo que interesa es saber cómo funcionan las cosas para llegar al poder, mantenerse en él y hacerse al control del dinero.

 Más que preocuparse por los desprotegidos, los líderes de ahora mantienen  contentos a los que manejan los votos, y mucho mejor si son pocos, aunque se necesita manejar actualizada la lista de reemplazos para sustituir inmediatamente a quien no funcione conforme a las ordenes del jefe.

 Una de las claves esenciales es manejar directamente, sin delegados, el mecanismo de recompensas, porque es prioritario empobrecer a muchos y mantener ricos a unos pocos.  

 Claro que se debe pagar la lealtad, pero no más allá de lo estrictamente necesario, porque siempre se necesita el grupo domesticado que mantenga al capataz en la cúspide, y no se debe olvidar que los seguidores regularmente quieren ser jefes, luego lo prudente es mantenerlos controlados.

 La esencia del poder radica en pagarle a los seguidores, pero no muy bien, puesto que mientras menos tengan mucho menores serán las posibilidades de derrocar a  quien los domina. Al grupo de combate hay que darle lo que necesite para comer y trabajar pero ninguna facilidad para estudiar y prosperar.

 Para asegurar el poder no se debe contar demasiado con quienes contribuyeron al triunfo, porque es definitivo mantener a raya la competencia. Queda establecido que contar con gente competente es un peligro, y como lo que interesa es controlar todo y mantenerse en la cima, los leales sirven mejor a ese propósito, pero no los capaces.

 La única virtud que debe tener un seguidor es ser leal e incondicional, y en ese terreno se desempeñan bien los familiares, los amigos de confianza y los servidores ambiciosos.

 No pagar buenos salarios es primordial para potenciar la corrupción. El corrupto busca ser leal porque siempre piensa en ganar y si pierde el puesto deja de ganar.

 Además lo aconsejable es denunciar a quien destapa las malas prácticas administrativas y no a quien incurre en ellas.

 Lo revelador de semejante investigación sobre el ejercicio actual del poder es que tales técnicas las aplican tanto dictadores como demócratas, porque quienes llegan al poder quieren mantenerse en él,  y todos son iguales.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, agosto 3 de 2013