miércoles, 27 de julio de 2011

A cambiar el entable.



Es probable que en el último medio siglo no se haya conocido tan apabullante vacío de liderazgo político como el que ahora  sufre el departamento del Cauca.

Desconcertante parodia de lo ya  vivido y trajinado viene a ser el discurso que  habilidosos buscadores de guacas ingenian para captar clientela.

Aves de mal agüero cruzan nuestro firmamento, y verídicos vientos de tormenta asoman en el horizonte de esta parcela dichosa, la misma de tantas gestas heroicas  en el historial libertario colombiano, que contó con valores, principios y genios necesarios para liberarnos del yugo español y de sus corruptos emisarios, pero que  nada hace contra modernas pestes  que aniquilan el cuerpo y erosionan el alma.

Las luchas fratricidas del pasado son pálido reflejo del atropello humanitario que hoy nos ronda, nos arrincona y nos extermina.

Y los elegidos allí, inmóviles, indolentes, desentendidos, taciturnos, defendiendo nada, o defendiendo todo lo personal, lo que infla el ego, lo que acrece la bolsa, lo que reafirma sus panzonas figuras  de  caciques victoriosos, apartados de la mesnada que los unge y los encumbra, como en glorioso  trance de acercamiento a la deidad.

Entre tanto las impredecibles autoridades indígenas ponen talanqueras  autonómicas, y  declaran  inconsulto y unilateral el  legítimo anuncio del gobierno central sobre la creación de un batallón de alta montaña, con el que se pretende combatir el reducto narcoterrorista de alias Cano y su temible banda de sicarios  motorizados, que bajan del monte a sembrar el dolor en pueblos de indios, blancos, negros, y mestizos.

Por su lado y a sus anchas los violentos comerciantes de amapola, coca y marihuana, asentados en el principal nudo montañoso colombiano intensifican la tala de bosques primarios y de irrecuperables  campos de frailejón, mientras nuestros cómodos parlamentarios dormitan en el Capitolio, o en altisonantes arrebatos arengan sobre las grandes reivindicaciones sociales que nos prometieron y nos deben.

Tormentosa verdad esta que nos coloca en la tierra del desenfreno antisocial, del caos institucional, la indiferencia estatal y la inoperancia funcional de los entes de control.

El aparatoso engranaje burocrático sólo empuja en dirección al despilfarro, a la contratación generadora de votos, al envilecimiento de las clases obreras que resultan firmando mentirosas ejecuciones de obra de donde derivan migajas, mientras los patrones del estropicio se reparten jugosas tajadas del cómo voy yo.

Este dantesco bosquejo de sociedad, que hemos propiciado con nuestros censurables silencios, no es deformado reflejo de un espejo mágico, es la obra real que hemos pintado sobre el lienzo terrenal que  Dios y nuestros antepasados nos legaron.

Oportuno mensaje es este, a los caucanos con sentido de dignidad, a laboriosos campesinos de nuestras tierras labrantías, a  las juventudes destinadas al cambio y al rescate de lo noble, lo propio y lo constructivo,  a profesionales concientes del desbarajuste antidemocrático, a las familias caucanas todas, con todos sus componentes raciales, culturales y de género, para que  promovamos durante el debate electoral todas las sustituciones y renovaciones  que la prudencia y el buen juicio aconsejan.

Si modificamos el establecimiento cerraremos las  puertas a peores escenarios de guerra y de violencia.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 27.07.11