lunes, 22 de abril de 2013

Popayán peatonal


                                                                                    
El centro de la ciudad se debe peatonalizar.

La urbe entera debe transformarse  en espacio amable, en lugar feliz, en destino prometedor y  deseado, y para ello necesitamos convertir su centro viejo en una joya destellante y caminable.

Ingresar al desbarajuste medular que pomposamente denominan centro histórico se ha convertido en una aventura temeraria.

Como hecho de referencia debe recordarse que hace poco un camionero  irrespetó un pare y  mató  un motociclista, la tragedia ocurrió en una esquina próxima a instituciones universitarias, a sedes culturales, a iglesias y  oficinas públicas densamente frecuentadas por residentes y visitantes.

Eso no debería ocurrir en pleno centro al que diariamente acuden gentes de a pié,  damas desprevenidas, ancianos con limitaciones, campesinos inexpertos, niños inquietos y turistas curiosos.

Los habituales transeúntes siempre van  en procura de servicios médicos o a reclamar una solución administrativa,   han venido a rogar justicia o caminan en busca de un empleo,  disfrutan de una excursión infantil o realizan un recorrido planificado para aproximarse a la añeja arquitectura propia de ese sector, deambulan por las calles de la vieja ciudad para descubrir el ángulo perfecto de una toma fotográfica o preguntan la ubicación de una placa conmemorativa, quieren conocer un monumento famoso, pararse en una esquina célebre, o necesitan disipar una inquietud histórica, verificar un dato sociológico, eliminar una duda de aprendizaje o  satisfacer un capricho de trotamundos. Pero en ningún caso salen a que los arrollen, los roben o los maten.

La preservación de los centros históricos se concibe para que los caminantes disfruten, para que los truhanes no atropellen, los buhoneros no invadan, y los ciudadanos no  peligren.

Los lugares de interés histórico son ejes de inquietud intelectual, focos de aprendizaje, anclajes de  contenido ceremonial, símbolos del pasado que la modernidad interroga para descifrar mensajes,  desentrañar significados, descubrir  e interpretar las claves del conocimiento o sumergirse en la lúdica y romántica parsimonia de quienes construyeron en función de inagotables lentitudes milenarias.

En esos sitios se deben abolir los vértigos de la velocidad,  los demoledores imperios del ruido y las insospechadas tiranías de lo  informal.  A ellos se debe acudir con las alas del espíritu y los recursos de la memoria, para  someter a juicio las incertidumbres del  porvenir  y hurgar con pasión en las certezas del pasado.

Preservar lo histórico es conservar sabiamente lo viejo sin dañarlo,  sin sacrificarlo. Lo otro es mancillar lo ancestral para que unos mercaderes insolentes alteren las voces del tiempo, distorsionen las proporciones de la  estética,  perviertan los sabores terrígenos y  muten los ritmos de avance por la barahúnda  del retroceso.

Para potenciar el turismo que deja divisas es imperativo restringir el ingreso de busetas al sector histórico y establecer que sólo lo circunden de lejos. El  transporte de mercancías y abastecimientos debe hacerse en horario nocturno y en furgones pequeños. Las calles que enmarcan la Universidad del Cauca, la Alcaldía de Popayán, La Cámara de Comercio, el templo de San José y la Contraloría Departamental se necesitan peatonales, como las que ahora  enmarcan La Plaza de Caldas.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán,  20.04.13