jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Propósitos de paz?



Duele hurgar la herida. Molesta recordar el error que conduce al horror. Perturba pensar en la irresponsabilidad civica,  e inédita insolidaridad social, del gobernante que abandona el mandato recibido del pueblo para entregarlo gratis al procaz enemigo de todas las horas.

Colombia no tenía en sus cuentas este tú a tú con la perversa horda solevada contra la institucionalidad. La historia reciente, tampoco la lontana, no registran trampa similar a la urdida por “Judas”, como atinadamente denominan en el ciberespacio al señor Juan Manuel Santos.

Ofende a la población pensante que un burócrata de carrera, a quien distintos expresidentes durante sus mandatos honraron como persona de confianza, una vez ungido como mandatario nacional acudiera al desventurado recurso de ejecutar una agenda extraña para los electores que lo encumbraron, y absolutamente inconveniente para el momento que vivía el país, cuando el pueblo triunfó pero perdió las posiciones victoriosamente conquistadas en el conflicto plantado por el terrorismo puro.

Duele, perturba, molesta y ofende porque, durante más de un siglo, nuestros antepasados y nosotros, en medio de todas sus guerras y de todos nuestros traumas, creímos de veras que la democracia se personificaba en nuestros gobernantes, excluida la breve noche de dictadura del General Rojas, que rápidamente fue derrocado por verdaderos prohombres de la civilidad, de todas las tendencias y partidos políticos, hermanados para eliminar la brutalidad que silenciaba la prensa libre, clausuraba los entes constitucionales establecidos para el debate político, entronizaba el nepotismo al interior del palacio gubernamental, y saqueaba las arcas públicas.

Estamos ahora a las puertas de la tiranía. El señor Presidente se molesta con los periodistas y  hace silenciar sus espacios de opinión, los oficinistas del poder disfrazan la realidad nacional, algunos medios no mencionan protuberantes acontecimientos violentos que menguan la imagen del ejecutivo, y que resaltan la connatural hipocresía  exhibida por esa asociación transnacional, enriquecida en el mercado de narcóticos, que ahora se apresta a sustituir las normas que nos rigen por otras de su particular satisfacción.

Nos encontramos en  terreno movedizo que puede desquiciar la juridicidad, y trocar la organización legal en vulgar andamiaje para prebendar antisociales. La negociación personal que el mandatario nacional ha ido adelantando con “Timoshenko” y su combo, al mejor estilo samperista, a espaldas de la ciudadanía, puede ser la defenestración irreversible de un orden constitucional forjado a ritmo de sacrificios dolorosos, y edificado sobre disciplinas espartanas, que permitieron mantener a raya la siniestra embestida de proyectos anárquicos, siempre impertinentes, y decididamente ajenos a nuestro ser nacional.

La sociedad colombiana debe apersonarse del haber patrio y actuar sin dobleces ni claudicaciones en la conquista de una solución digna, que conduzca a la paz, pero que salvaguarde  los valores culturales, proteja el sistema  punitivo,  y respete incuestionablemente el preámbulo del ordenamiento constitucional y los principios fundamentales del Estado.

La alevosía de la contraparte, su total irrespeto a la vida y a la integridad de la población civil, la atrocidad de los métodos utilizados para arrasar la infancia, como acaba de suceder en Pradera, reflejan los peligros que afrontamos.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 01.11.12