domingo, 30 de junio de 2013

Pronóstico reservado




Se altera ahora el panorama político nacional en un clima de tormentas artificiales, que ya se calmarán cuando las mismas viejas estructuras de poder consoliden sus posiciones de mando y control de feudos.

Pensar en revocatorias y proximidad de elecciones, confrontar  anuncios de campañas pasadas con actuales  resultados administrativos, vislumbrar que camarillas partidistas comienzan a desperezarse en defensa de intereses  particulares, verificar que la oferta es igual porque sólo hay cambios nominales pero no sustanciales, y constatar que los políticos de hoy sólo son la sucesión familiar de los de ayer es una pesadilla.

Estamos en julio y nada pasa, o pasan muchas cosas pero no las que debieran pasar.  

El  estado cataléptico  del régimen impide soluciones oportunas porque, obviamente, no tiene reflejos previsivos.

Mientras tanto la tierra gira y los plazos se agotan;  se reducen seriamente las promesas de paz,  las transformaciones epidérmicas del discurso oficial no apuran a los conjurados, el orden público en zonas de tradición crítica se deteriora profundamente ante la mirada impasible de la burocracia bogotana, las disfunciones  orgánicas del establecimiento  impiden concretar reformas esperadas que terminan en vulgares pantomimas.

Con el sol a las espaldas y evidentes falencias musculares el esqueleto se anquilosa y se deforma, hasta el mapa físico colombiano ya muestra otro perfil y se alista para futuras amputaciones. Tiempos y circunstancias atentan contra el espíritu y el cuerpo de la nación.

Las antiguas  fórmulas sacramentales no funcionaron pero la  conciencia del ejecutivo no lo percibe. Todos los  aquietamientos son así: silenciosos, inútiles,  improductivos, destructivos, letales.

Ni mamos, ni brujos, ni tahúres mostraron resultados.  El recurso era la acción. Pero en tierra  de parapléjicos, en paraíso de sosiegos, inercias, ablandamientos y silencios, en un sanatorio donde los curanderos cocinan los menjunjes en la misma retorta que almacenan arsénico ¿qué se puede esperar?

Larga será la espera y trágico el desenlace. Hay júbilo en las oscuras trastiendas de los de allá, y rostros aletargados en las de acá.

Desarticulado el armatoste constitucional que nos regía, embadurnada la nervadura  representativa  que  sustentaba nuestras pretensiones republicanas, entrampado nuestro ser nacional en los  vericuetos  de una judicatura mañosa, somos como el enfermo desahuciado  que se atiene a las posibilidades de un milagro.

Bajo los efectos de una palabrería sedante, subyugados por la monserga desquiciada, más monólogo que diálogo, de unos filibusteros anacrónicos que recuperan fuerzas para arreciar sus ataques, dormitamos al rumor  de seducciones  que  envician y enajenan, y permanecemos desvencijados aguardando el final, un incierto final que nadie intuye porque ya nadie entiende.

¿Para dónde va el país, hacia dónde lo conducen los caprichosos empoderados de ahora, en qué estado quedará la tesorería nacional tras la orgía publicitaria que modela encuestas para mostrar cifras reñidas con las sensaciones humanas, cómo pagaremos los ciudadanos rasos el desbordamiento presupuestal con que se irriga el comité de aplausos, cuándo culminará esa velada elitista a la que el pueblo no entra pero paga el consumo? … estas y muchas inquietudes similares fundamentan la angustia de ciudadanos incautos que compramos el remedio equivocado.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, julio de 2013