martes, 10 de mayo de 2011

Extradición y gobernabilidad.

La delincuencia organizada siempre  ha mantenido excelentes relaciones con los gobiernos.

Gobiernos de todos los continentes y líderes de todas las razas, han sostenido  amistades mafiosas y contubernios bandidescos.

Las guerras del opio, el tabaco, el alcohol y los metales preciosos, los astutos intercambios de esmeraldas, coltán, uranio y coca  por armas, el maquillaje de operaciones financieras ilícitas,  y los movimientos bursátiles raros, son aristas del gran diamante que encomenderos, cambistas, usureros, piratas, monarcas y presidentes  han tallando en silencio desde siempre.

Las luchas ancestrales  por el control de territorios insulares en El Mediterráneo, las grandes caravanas  y los intercambios navieros entre Oriente y  Occidente,  los juramentos de lealtad, la mutilación de falanges y los estrambóticos tatuajes de nipones fieles a la Yakusa, integran el aberrante expediente de saqueos, desplazamientos y exterminios que la humanidad ha escrito con el dolor de muchos, para empoderamiento  y beneficio de pocos.

Colombia no es ajena al carrusel de la historia. Aquí los triques han ido y han venido. Los viejos retenes de aduanas, dependencia del Ministerio de Hacienda, eran la ilegalidad legalizada. Los traquetos de entonces simplemente se ponían el uniforme de Aduanas y estaban listos para medrar en los negocios internacionales. Por allá, en puertos y puestos aduaneros, se gestó  la colecta mafiosa que eligió Presidente, que inmortalizó a la "Monita Retrechera", que condujo al auge de los carteles criminales y a  la más extraordinaria desestabilización del Estado.

Aterra ahora que la extradición, figura diseñada para luchar contra criminales internacionales, pero no para renunciar a competencias definidas por nuestras leyes,  se siga utilizando mañosamente como instrumento de control político, como elemento estabilizador de relaciones internacionales y como engranaje propulsor de gobernabilidad.

La extradición de "El Turco" a Venezuela, cuando apenas comienza la investigación de la Farcpolítica, donde estaba llamado a ser testigo estrella, merece debate que no perezca bajo mantos de olvido.

Wallid Mackled no debió ser extraditado a Venezuela,  tampoco  a Estados Unidos.

Un personaje conocedor de las entrañas del complot contra Colombia, cercano a los apoyos financieros que Chávez ofrecía a las Farc,  conocedor  de los contactos "diplomáticos"  de la guerrilla colombiana con los presidentes de Venezuela y Ecuador, debió juzgarse en Colombia por crímenes tan graves como los considerados para extraditarlo.

El delincuente internacional  Wallid Mackled está sindicado de dar muerte  al peligroso bandido de nacionalidad colombiana Wilber Alirio Varela, alias "Jabón", quien residía en Venezuela y allí asentaba sus operaciones delictivas.

Mackled,  quien conoce los intríngulis negociales  de Chávez con las Farc, a las que el mandatario venezolano ha favorecido y permitido exportaciones de droga  y les ha facilitado triangulaciones financieras internacionales sobre los componentes droga, petróleo y armas, debió ser juzgado en Colombia por delitos que atentan contra nuestro Régimen Constitucional y Legal y contra la Seguridad Pública,  por Tráfico de Estupefacientes,  por Lavado de Activos,  y por Homicidio  agotado en  un connacional nuestro. Con mayor razón cuando la captura se produjo en  Colombia, cuyos jueces tienen plena competencia para juzgarlo.

Coletilla. ¿Quién nos  podrá explicar la inocultable vinculación de personas, con apellidos de origen italiano, a casi todas las componendas corruptas  de los últimos años en Colombia?

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 10.05.11