Los sucesos permiten afirmar que reina la incoherencia del gobernante entre
lo que piensa, lo que dice, y lo que hace, no sólo en torno a las charlas de La
Habana, que ya eso está trillado, sino frente a la pulcritud administrativa, la
política fiscal y la justicia social.
Este desgobierno dilapidador,
algo más que derrochón, ignora los requerimientos básicos del pueblo, y entrado
en gastos, no para de enmelar con los recursos públicos a todo adulador que se
le acerque. El partido conservador, mi triste partido, que en algo se
diferenciaba del liberalismo, ya hace las mismas antesalas y las mismas venias
gaviristas para morder pastel.
El escandaloso mercadeo
de la paz ha servido para enriquecer a unos pocos, y para quitarle el pan a los
más necesitados; para hacer politiquería electorera y burlar las necesidades
mínimas de la clase obrera; para negar, en síntesis, el derecho de igualdad
frente a la ley, que es norma constitucional, y no merced que otorga el
soberano.
De hecho, tanto el señor
Presidente de la República, como el Vicepresidente, son personas que por su
investidura merecen excelente atención médica cuando la requieran, nadie en
sano en juicio osaría decir lo contrario. Pero, así como ellos reciben la
oportuna y diligente atención que merecen, también los desvalidos debieran
contar con esa garantía social, para que nunca más se vuelva a repetir que los pobres mueran por
negligencia medica, como todos los días
ocurrre.
Es hora de mostrar que
las muchas Rubielas Sinprestigio, que mueren en la calle, pueden disfrutar de la misma celeridad clínica con que serian atendidas las escasas Natalias
Concontrato, o que un Chivará cualquiera
vale igual que un distinguidoTocarruncho.
Es tiempo de abandonar el
obsecuente pendejismo cardenista, que quiere venderle al pueblo la obtusa
fórmula de remediar los desastres financieros del Estado restándole comodidad a
las sillas de modorros viajeros oficiales. Este es un país adicto a la trampa y
a la discriminación, y ya veremos que, las necesidades del servicio, darán
abundantes oportunidades y sobradas razones para seguir justificando el pago doble
por tiquetes aéreos que valen la mitad. Negocio es negocio y los grandes empresarios
del transporte también financian campañas electorales.
De nada sirve obligar a
las secretarias a declarar renta, cuando los destinatarios de la coima, que
siempre son los mismos, tienen amarrada
la dolosa subasta del Tesoro Público, y cuando escandalosos negociados de alto
voltaje continúan engordando bolsillos particulares en detrimento del bienestar comunitario. De poco sirve
disfrazar las reglas del contrato cuando ordenadores y contratistas no morigeran
su entusiasmo depredador.
Además, cinismo e
inconciencia son comunes denominadores de
las elites gobernantes. Aquí a nadie le interesa lo que sufren y padecen los de
abajo, ni a ministro alguno se le llegará a ocurrir que los negocios del Estado
deben separarse de su entorno familiar, de su esfera romántica, o de su club de
fans. Por el contrario, los nichos de poder se obtienen para eso, para cuadrar al combo, a la bandola,
y a la logia, pero jamás para servir.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 23.01.16