sábado, 5 de marzo de 2011

El liderazgo de los mudos.

¿Qué pasa en el Cauca?  Esta pregunta que nos hacemos los caucanos tiene una sola respuesta. La delincuencia arrinconó a los ciudadanos de bien.
Vivir en el Cauca es un juego peligroso. Poblaciones enteras tienen que convivir con el crimen porque no tienen nada más que hacer. Municipios que fueron verdaderos espacios de paz, como lo era el departamento entero, resultaron convertidos en corredores y santuarios de la narcodelincuencia guerrillera.
Los humildes, los labriegos, los pequeños productores agrícolas, los nativos de diversas comarcas caucanas están forzados a mirar el permanente transitar de cuadrillas delincuenciales que imponen sus condiciones a punta de extorsiones, vacunas, peajes, amenazas y exterminio.
Los medianos comerciantes, los transportadores, los cafeteros, los ganaderos permanecen expuestos al riesgo de una citación  que proviene del monte, emitida por cualquier bandido que se dice comandante de tal o cual región, para que se presenten en sus guaridas a negociar la cuota de permanencia en sus fincas, en sus actividades, en sus negocios, en sus lugares de trabajo. Obviamente el que no paga se convierte en desplazado o en cadáver.
Doloroso saberlo pero son las propias gentes buenas,  los amigos, los trabajadores corrientes y normales del  vecindario quienes resultan utilizados para llevar la razón de los bandidos unas veces, y hasta para recoger el monto de la extorsión otras veces, bajo intimidación de silencio o muerte.
El Cauca no está complicado, el Cauca está en degradante proceso criminal que intimida a blancos, indios, negros, campesinos y citadinos.
Las noticias procedentes del campo dejan ver el permanente deterioro de la paz pública y la creciente violación de los derechos humanos en las propias goteras de  Popayán.
Morales, Piendamó, Cajibío, El Tambo, Timbío, Silvia, Totoró son escenario continuado de tropelías agotadas por criminales que allí mantienen sus tiendas de campaña, sus ejes de desplazamiento, sus fachadas blanqueadas, sus trincheras, sus ingnominiosas barracas, desde donde dirigen y controlan la compleja acción delictiva tejida en torno al cultivo tecnificado de plantaciones ilícitas.
En el Cauca se siembra y se procesa todo, marihuana, coca, amapola. El Cauca es punta de lanza para acceder a los embarcaderos clandestinos de la costa del Pacífico.
Lo que pasa en el Cauca es que al Gobierno Nacional le ha faltado fortaleza y decisión para erradicar, por todos los medios, la  ilícita industria de los estupefacientes impulsada por las Farc desde el Cañón de Las Hermosas.
Lo que pasa en el Cauca es que no hay compromiso moral de cierta clase dirigente para decir la verdad y asumir la defensa del departamento y de sus gentes. Hay muchas personas aspirando a todos las dignidades, pero no hay una sola voz que denuncie la tragedia y que se comprometa en la lucha contra el delito como para eliminar las sospechas de connivencia con los bandidos. Y muchos mudos ganarán elecciones.
Mientras haya  quienes se opongan a la erradicación manual y a la aspersión seguiremos sometidos al imperio del terror.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 05.03.11