domingo, 7 de abril de 2013

Marchar por marchar


Las torcidas manipulaciones de los fundamentos ideológicos que deben caracterizar, signar,  o darle entidad e imagen a una organización política, han sido tan intensas y han enredado tanto a la sociedad y a los propios partidos, que hoy son muchos los que no saben en qué quedó lo que defendían sus agrupaciones y sus dirigentes.
El acomodamiento lagartijo de algunos líderes sociales, que mueven votos, claro está, pero que se muestran inútiles para preservar lineamientos programáticos y defender postulados filosóficos que los diferencien de otras especies reptantes, hace que los electores terminen eligiendo personas y haciendo cosas francamente  indeseables.
Los lentejos, monumental referencia bíblica a quienes son capaces de enajenar la  dignidad para calmar inconfesables apetitos, se hundieron en sus contradicciones y  arrastraron  consigo a los desprevenidos y a los incautos, y entre  semejante barahúnda  muchos   partidarios de nobles causas resultan utilizados para impulsar causas innobles.
Los avances  incontenibles de las asociaciones criminales en el manejo del Estado, que todo lo tocan para que todo se pudra, dejan su huella purulenta en la irreversible deformación del buen concepto de administración pública.
Ya casi no hay barreras para nadie ni para nada. Y al que intente recordar que algunas subsisten lo califican retrógrado o cavernario.  Denunciar la pestilencia de algunos estamentos o reclamar por el desmedro de las instituciones es el camino más corto para matricularse como integrante de la mano negra o como artífice de la publicidad negra.
El imperio del absurdo trocó  el sentido y el significado de los intereses y conveniencias sociales, en tal medida  y  de tal manera, que ahora los descarriados son los que marcan pautas y caminos a seguir.
Se ha hecho obligatorio estar de acuerdo con los perturbadores para no perturbar y casi que resulta necesario aplaudir a los contradictores para no fraccionar a la sociedad.
Cuando  desde las altas esferas del poder se nos reclama semejante unanimidad, se nota más el desbarajuste estructural del Estado que imaginábamos respetuoso de los derechos  ciudadanos a participar en el diseño de la política criminal, a opinar sobre el manejo del patrimonio colectivo, y a enaltecer el ejercicio de la actividad política.
 Ahora, cuando exigimos  transparencia o advertimos los riesgos de impunidad frente a crímenes atroces,  si pedimos explicaciones o demandamos mesura  en el otorgamiento de beneficios a los violentos, sencillamente se nos rotula como enemigos de la paz.
Entre tantos desvíos ocasionados por la inconsistencia ideológica de las élites;  esas que disfrutan a plenitud el reparto de gabelas contractuales, el turno de curules, y el embadurne de mermelada;  el mayor de esos desvíos viene a ser la convocatoria a la marcha del martes 9 de abril, una marcha promiscua como pocas,  babosa casi, profundamente difusa en sus propósitos y ciertamente oscura en su financiación, una marcha que tanto puede ser para reivindicar a las víctimas y solidarizarse por la paz, como para apoyar a los victimarios y legitimar sus violencias.
En esta marcha  no se sabe por qué ni para quienes marchar.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, abril 7 de 2013