Nada bueno se decide para el Cauca si es que
logran su partición material.
De lo que debemos hablar es de reunirlo,
reorganizarlo y fortalecerlo, ese debe ser el espíritu de las transformaciones
que propongamos, porque, verdad sabida, no existen fórmulas físicas para
desplazar el eje de la carretera panamericana, y mientras ella comunique el
Valle Geográfico del río Cauca con la Planicie de Popayán, aunque estemos
partidos y tengamos legalmente liquidada la sociedad de hecho, sobre dicha
arteria comercial recaerán bloqueos si subsisten las causas que los motivan.
Las reclamaciones territoriales en el Cauca no
son nuevas. Asignaciones, adjudicaciones y demarcaciones han ido y venido desde
cuando bellamente se resolvió decir que la propiedad cumple una función social.
Y qué bueno que en la práctica así fuera, pero sólo lo es en teoría
constitucional.
Irresponsablemente el centralismo del sistema ha
hecho que los conflictos departamentales se disimulen con intempestiva
intervención de encopetados burócratas, a quienes por su parentesco con la
elite, mas no por su cercanía con las
realidades sociales, se les delega para fumarse la pipa de la paz y para
beberse el espirituoso fermento de mentirosas concertaciones.
Los caucanos que cargamos el bulto de la
incomprensión nacional, del olvido gubernamental y de la violencia irracional
ejercida contra el pueblo raso, contra campesinos inermes, y también contra
desvalidos indígenas que discrepan de las piruetas negociales temerariamente ejecutadas
por sus autoridades naturales, somos los directos llamados a componer las discordias,
y a buscarle salidas programáticas a esta centenaria tensión sobre dominio y uso
de la tierra, pero siempre pensando en que la unión para generar ingresos hace la fuerza, y en que si improductivos nos dividen improductivos nos
derrotan.
Obvio que se necesita desmontar el connubio fraguado
por algunos dirigentes indígenas y campesinos para lucrarse individualmente en
compras de predios, y debe darse prioridad a proyectos de comunidades que verdaderamente
necesiten tierra para trabajarla.
Se requiere tutelar la supervivencia del campesino
puro en espacios ariscos, en donde no se sabe cuándo ataque la guerrilla -que
acá va en progreso-, o cuándo llegue la nota de embargo sobre la cosecha futura,
o el veredicto expropiatorio sobre la parcela, porque a la hora de la verdad la
tierra supuestamente propia pende del litigio que se tramita en Cuba con los
adalides del terrorismo.
Afortunados seríamos si sobre estas estepas
soplaran vientos de cambio, pero las señales actuales, que son las reales,
muestran inocultables prácticas de nepotismo, supervivencia de rancios
cacicazgos, y grosera consolidación de proyectos políticos perversos.
En este agrietado Cauca, sobre la integridad
ética de la juventud inteligente, se intenta imponer el sucio poder del dinero,
y tras el parapeto de frágiles marionetas se lubrican vetustos organigramas de
propaganda y control electoral, para atornillar en el mando a unas dinastías
corruptas que profundizarán exclusiones y desigualdad.
Quiera Dios que nos refresque un vendaval de
voluntades dispuestas a modificar tan negro porvenir. Magnífico sería que se
agiten huracanes para revitalizar la fuerza moral de este pueblo caucano sumido
en la espantosa mecánica del subsidio y la limosna.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 22.03.15