lunes, 23 de marzo de 2015

Atajos peligrosos



 Nada bueno se decide para el Cauca si es que logran su partición material.

 De lo que debemos hablar es de reunirlo, reorganizarlo y fortalecerlo, ese debe ser el espíritu de las transformaciones que propongamos, porque, verdad sabida, no existen fórmulas físicas para desplazar el eje de la carretera panamericana, y mientras ella comunique el Valle Geográfico del río Cauca con la Planicie de Popayán, aunque estemos partidos y tengamos legalmente liquidada la sociedad de hecho, sobre dicha arteria comercial recaerán bloqueos si subsisten las causas que los motivan.

 Las reclamaciones territoriales en el Cauca no son nuevas. Asignaciones, adjudicaciones y demarcaciones han ido y venido desde cuando bellamente se resolvió decir que la propiedad cumple una función social. Y qué bueno que en la práctica así fuera, pero sólo lo es en teoría constitucional.

 Irresponsablemente el centralismo del sistema ha hecho que los conflictos departamentales se disimulen con intempestiva intervención de encopetados burócratas, a quienes por su parentesco con la elite, mas no por su cercanía  con las realidades sociales, se les delega para fumarse la pipa de la paz y para beberse el espirituoso fermento de mentirosas concertaciones.

 Los caucanos que cargamos el bulto de la incomprensión nacional, del olvido gubernamental y de la violencia irracional ejercida contra el pueblo raso, contra campesinos inermes, y también contra desvalidos indígenas que discrepan de las piruetas negociales temerariamente ejecutadas por sus autoridades naturales, somos los directos llamados a componer las discordias, y a buscarle salidas programáticas a esta centenaria tensión sobre dominio y uso de la tierra, pero siempre pensando en que la unión para generar ingresos  hace la fuerza, y en que si  improductivos nos dividen improductivos nos derrotan.

 Obvio  que se necesita desmontar el connubio fraguado por algunos dirigentes indígenas y campesinos para lucrarse individualmente en compras de predios, y debe darse prioridad a proyectos de comunidades que verdaderamente necesiten tierra para trabajarla.

  Se requiere tutelar la supervivencia del campesino puro en espacios ariscos, en donde no se sabe cuándo ataque la guerrilla -que acá va en progreso-, o cuándo llegue la nota de embargo sobre la cosecha futura, o el veredicto expropiatorio sobre la parcela, porque a la hora de la verdad la tierra supuestamente propia pende del litigio que se tramita en Cuba con los adalides del terrorismo.

 Afortunados seríamos si sobre estas estepas soplaran vientos de cambio, pero las señales actuales, que son las reales, muestran inocultables prácticas de nepotismo, supervivencia de rancios cacicazgos, y grosera consolidación de proyectos políticos perversos.

 En este agrietado Cauca, sobre la integridad ética de la juventud inteligente, se intenta imponer el sucio poder del dinero, y tras el parapeto de frágiles marionetas se lubrican vetustos organigramas de propaganda y control electoral, para atornillar en el mando a unas dinastías corruptas que profundizarán exclusiones y desigualdad.

 Quiera Dios que nos refresque un vendaval de voluntades dispuestas a modificar tan negro porvenir. Magnífico sería que se agiten huracanes para revitalizar la fuerza moral de este pueblo caucano sumido en la espantosa mecánica del subsidio y la limosna.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 22.03.15