Firman pactos secretos y se dan apretones
de mano pero no florece la certeza de la paz. Náufragos derivamos entre
ambiguos mensajes que suscitan dudas y despiertan temibles inquietudes. El descontento
avanza mientras se ahoga la ilusión.
No es que los ciudadanos colombianos confundan
las noticias, es que las noticias confunden a los ciudadanos, y no es que ellos se opongan al logro de la paz, es
que las altas partes negociadoras, por altas que sean, gaguean, farfullan, vociferan
y mienten.
No existe anuncio, comunicado o informe que
pase limpio al dominio público. En cada oportunidad, a todo aviso le surgen recriminaciones,
y a severos reclamos se les hacen ligeras aclaraciones, nada se concreta y poco
se precisa.
No tenemos la paz de un cacho, ni los diálogos
fueron asunto de pocos meses, y para nada se vislumbran pregonados propósitos
de verdad, justicia y reparación. Lo verificable
es que estamos en la punta del cacho, a varios lustros del objetivo esencial,
sin verdad que resplandezca, ni justicia que brille, ni reparación que satisfaga.
Y la táctica del insulto se profundiza, para
minimizar las voces de quienes censuramos las falencias del mal llamado proceso
de paz, al Presidente sólo se le ocurre decir que ladramos.
Aparte del dictador Rojas Pinilla, nunca
habíamos tenido gobernante que difame a los opositores mientras prostituye las
instituciones, y ajenos éramos a la amenaza persecutoria fulminada desde la
cúpula judicial.
Entre tanto, siniestros cuadros de la internacional
comunista, que falazmente fungen como hacedores
de convivencia; un antiguo juez español proscrito por corrupto, una congresista
nacional inhabilitada por colaboradora de guerrilleros, y un mandatario
extranjero perseguidor de colombianos errantes; azuzan odios internos y atizan rencores
de vecindario, mientras estimulan y reverencian a criminales armados que
confabulan contra la integridad nacional.
No se sabe por dónde vamos porque se nos
oculta lo convenido, y además nos enredan metódicamente sobre los
mecanismos convenientes para refrendar los acuerdos. El Presidente permite que narcotraficantes
al margen de la ley señalen los derroteros del quehacer gubernamental, y la
cauda de aduladores oficiales intenta perfumar las pestilencias del menjunje
que se cocina en Cuba.
En estas horas de tiniebla la desconfianza
viene a ser nuestro derecho fundamental, y no porque caprichosamente nos sintamos
maltrechos y traicionados, sino porque al Ejecutivo lo aqueja el mal de
Alzheimer que se evidencia por deterioro cognitivo y trastornos conductuales.
Olvidó el señor Santos que fue elegido para
defender la integridad de la Constitución y las leyes de la República, y para
proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Su incapacidad de mando y vergonzosa
tibieza de carácter nos tienen al borde de la catástrofe, a empellones nos mete por el desfiladero socialista
en que leyes habilitantes abren camino a tenebrosos absolutismos.
Equitativa solución a prolongadas
controversias de contenido político, económico y social, que han enlutado esta
incipiente democracia, sobradamente puede encontrarse en instrumentos legales,
preexistentes y actualmente vigentes, sin acudir a deshonrosas claudicaciones
que presenciamos.
Verdadero imperio del derecho y pulcra interpretación
de nuestras normas pudieron evitar esta tormenta.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 03.10.15