¿Blanco, negro, indio o mestizo?
Al negro o al rojo, al treintaiseis o
al doblecero, hagan sus apuestas, gira
la ruleta, no va más.
Así estamos en el Cauca, como en un
garito, cuando debiéramos estar como en el Paraninfo, atentos a las
proclamaciones de excelencia, y prestos para las aclamaciones por la buena nota, el óptimo rendimiento o la ejemplar conducta.
Pero no, el Cauca lo ha ido perdiendo
todo. Desde el primero de marzo de 1540, cuando nuestro señor el Emperador
Carlos V creó la Gobernación de Popayán, cuya jurisdicción iba desde Pasto
hasta la Serranía de Abibe, mas tarde desde el río Mira hasta Panamá y desde Otavalo hasta los límites con Brasil
y Venezuela, desde cuando éramos la mitad de
Colombia hasta el rincón que ahora
somos o nos queda, es mucho lo que tenemos por lamentar.
Lo que sí hemos conservado intacto es
el sometimiento y el acatamiento a nuestros señores, esos personajes
invisibles, que no son el Emperador, pero que actúan y nos quieren empujar como si lo fueran.
Seguramente en ninguna otra parte del
territorio nacional se cumplen órdenes más absurdas, se atienden más indignas
indicaciones, o se consienten más delincuenciales conductas que en el
Departamento del Cauca.
En los tiempos recientes, nada más
humillante que el bloqueo de la carretera Panamericana, en el sector del Cairo,
cuando los señores parlamentarios caucanos, todos sin excepción, asumieron el
cómplice comportamiento del que nada tiene
que ver, y ninguno levantó la voz para denunciar
que estábamos sitiados por una mesnada al servicio de la delincuencia
narcotraficante que comandaba alias Don Manuel, mejor y más conocido como
Tirofijo, ahora astutamente infiltrada en altas esferas del establecimiento y
cobardemente dirigida por alias Alfonso Cano.
Eso sin detenernos, claro está, a
llorar sobre la leche derramada, porque para qué dolernos del mandato que
confiamos a Floro Tunubalá, dizque para darle una bofetada a la clase
dirigente, y terminamos como los payasos circenses, dándonos la bofetada
nosotros mismos; o para qué referirnos a la platica de la salud, que vía
Probolsa, voló, voló y voló.
Parados en el punto de las
definiciones, y bien parados, como a hidalgos caballeros corresponde, mal
haríamos si volvemos a las andanzas de siempre, dejando que desde Bogotá nos indiquen por quién hay que
marcar el tarjetón.
Los indígenas no tienen candidato con
el programa, la capacidad, ni las buenas recomendaciones que un candidato a la
Gobernación del Cauca necesita, así algunos conservadores, ávidos de lentejas,
hayan resuelto que Temis cumple con esas exigencias.
Tampoco lo tienen los hermanos afro,
porque de su risueño candidato Pacho ninguna garantía podemos esperar, si es
que nos detenemos a pensar en las terribles declaraciones de su jefe, el interno
Martínez Sinisterra Juan Carlos, quién sin ambages asegura que la política es
mejor negocio que el narcotráfico.
De hecho a nosotros no nos interesan negociantes
en la administración pública, lo que sí
nos interesa es la excelencia en el manejo de la Cosa Pública, virtud socioeconómica que para nada cuenta en los
múltiples movimientos pseudopolíticos que dicho interno comanda.
Los blancos, con ese candidato de
bonachona sonrisa nórdica, con ese empresario futbolero fracasado, que con
clara mirada futurista dicen que se pagaba los sueldos por adelantado, con ese candidato digo, nos causarían enormes desconsuelos financieros,
porque, seguramente, ningún caucano está dispuesto a que también las regalías corran el riesgo de pago adelantado,
como indelicadamente hasta ahora sucede con las vigencias futuras.
En síntesis, para proyectar bien el
Cauca, para curarnos en salud y evitarnos dolores de conciencia, la mejor
opción es la que contiene lo nuevo y promisorio, la que tiene nítido timbre de seriedad y altos vuelos de capacidad, la del candidato de los
mestizos, el que con su apellido europeo es más nuestro que cualquiera de los
otros, al que sí podemos otorgar las mejores
calificaciones y darle el aplauso sincero de aspirante meritorio, porque fue el
primero, tal vez el único, en presentar un programa coherente, aterrizado y
ejecutable, para sacar al Cauca del deterioro institucional y de la pobreza
material que lo corroen.
Si de cierto queremos darle aire de
renovación a la comarca, y si es verdad que estamos interesados en airear el
pestilente ambiente de las oficinas públicas, lo mejor, lo indicado, lo
razonable y lo aconsejable es que marquemos el tarjetón con la tinta verde de
la esperanza.
El Cauca necesita un gobernador sin
lastres, un gobernador que haya vivido en el Cauca, y fundamentalmente un
gobernador que haya sido capaz de empujar su candidatura, contra viento y
marea, marcando un rumbo diferente al que la brújula del pasado quiere
seguirnos marcando.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, octubre 6 de 2011