No
es hora de llorar. El año se nos escapa como el viento entre los dedos.
Homicidios, desplazamientos y fraudes fueron los protagonistas mediáticos, y los
mecanismos rápidos para acceder a riquezas insultantes. Colombia naufraga en su
soberanía de papel.
Todos
conspiran contra el Estado de Derecho y él conspira contra todos. Las
denominadas minorías, al tratar de salirse con la suya, fraguan triquiñuelas
para desmontar lo ético, lo natural y lo lógico, y deliran despeinadas ante la voz tajante de la
verdad incontrovertible.
Las
altas esferas de la juridicidad, constituidas para defender la substancia y la
forma, optan por desconocer el cauce histórico de la rectitud y prebendan a sus
cuadros ante la mirada atónita del país que quiere soñar destinos superiores.
La libertad de prensa y de opinión sufren el embate de togados prepotentes y del
mandatario faltón.
Se
nos dice que somos algo más de lo que ciertamente somos y, por ese camino, se
nos prometen paraísos de hielo brutalmente desleídos ante el rayo fulminante de
la perversidad transnacional disfrazada de Temis.
Al
margen de la guerra y al calor antillano, entre euforias de Bacardí y humarazos
de tabaco habanero, a fuego lento se cocina la sumisión ante el verdugo, y se
soporta el embate dialéctico que pretende legislar para revolucionar sin
castigo.
El
futuro se enmarca entre perdones descastados, amnistías humillantes, indultos inconcebibles
y olvidos criminales. Todo un mar de impunidad, como para refrendar nostalgias del
mar perdido.
La
salud, la justicia, la educación, la
seguridad, emergen fantasmales, como estatuas de sal, tras la desobediencia de
los privilegiados frente al imperativo categórico del bien común.
Por
entre los lapsos de cordura aflora la
insania mental de una patria que fue grande y continental, sumergida ahora en
la indefinición de sus limitadas esperanzas subregionales.
El
distanciamiento de castas empoderadas, su desconocimiento de las verdades que
torturan la entraña del proletariado judicial famélico e ignorado, propician el
estancamiento de una justicia que, sin ser modelo, por lo menos da pasos lentos
para contener el atronador imperio de la criminalidad incrustada en el ser
nacional.
El
cese fue la única salida no violenta que tuvieron a mano los obreros de la
jurisprudencia, para reclamar con razón el salario que justamente corresponde a
quienes, lejos del ampuloso aparato central, se internan en los esteros y
transitan las trochas milenarias de cordilleras y planicies para que las leyes
ignotas mantengan vigencia y cumplan la función de restablecer equilibrios.
La
Colombia de hoy no puede ser la del mañana. Las campanas de la dignidad repican
con el arrebatamiento propio de un pueblo infinitamente superior a sus
dirigentes.
Coletilla:
Con alma y corazón dispuestos para enfrentar las bravuconadas de quienes
pretenden arrinconarnos, anticipadamente se les da a los apreciados lectores de
esta columna el abrazo fraterno de navidad y año nuevo, con infinita fe de
encontrar, al regreso, tanto el espacio periodístico como la solidaridad de
quienes han fortalecido nuestra insistencia para divulgar la importancia de
mirar al derecho, como reza el lema de http://donquijotepuntocom.blogspot.com/
Miguel
Antonio Velasco Cuevas
Popayán,
24.11.12