sábado, 12 de octubre de 2013

A destetar mamones




 En tierra de ciegos el tuerto es rey, ese pareciera ser el sino trágico de esta Colombia mancillada por deshonestos deslices del ejecutivo que, sin ruborizarse, le da de mamar a una recua de congresistas que chupan sin  avergonzarse. Pero los ciegos ya están cansados.

 La gran deuda del gobierno se genera en el estruendoso fracaso de pomposas ofertas reformatorias que nunca llegaron a ser lo que se dijo que serían, y que en buena medida se desvencijaron por ofender al pueblo.  La de la salud pone la tapa a las frustradas  de educación y justicia porque vino a romper  las sensibles barreras del gasto público e hirió la capacidad de aguante ciudadano que no tolera perder por decreto posterior una lucha  jurídica antes ganada por vía de sentencia.

 Para poder reunir al congreso, así con minúsculas por su minúsculo decoro, hubo necesidad de sentarlo a manteles, y entonces sí, juiciosamente, se produjo el milagro de la comparecencia. Lamentable que en este país de testaferros las cosas funcionen así, se presta la torcida colaboración cuando la ilegítima contraprestación se ha satisfecho por anticipado.

 Al Ministro de hacienda le pareció convincente decir que la mermelada para los congresistas eliminó riesgos de cuantiosas condenas.  ¿Desde cuándo al sahumador del régimen lo angustia la cuantía del cheque?  ¿Por qué le falló ese resorte  cuando firmó sin reservas el  jugoso cheque que encontró sobre el escritorio aquella vez que lo hicieron Ministro de Transporte?  ¿Este país adolorido por los engaños se dejará embutir el grosero argumento de la cautela contra sentencias condenatorias?  Pues no es de creer que los colombianos, históricamente mamados de pagar los platos rotos del despilfarro administrativo, tengan apetito para tragarse este sapo.

 Al pueblo colombiano  esas  supuestas demandas no lo podían asustar porque el litigio ya estaba definido a su favor.  Una sentencia del Consejo de Estado era verdadero derecho adquirido por los contribuyentes para no pagar altos costos de indecorosas primas parlamentarias, pero  los vampiros del erario público, que saben torcer y chupar pescuezos, resolvieron desconocer ese fallo mediante la expedición de un decreto.

 Cuánto cinismo, cuánta desfachatez, cuánto descaro signa a esos eternos chupasangre que incrementan sus voluminosos ingresos con el cuento chino de que el decreto les restableció a ellos un derecho adquirido que la sentencia les había desconocido.  Esa es la más estrepitosa aplicación del la ley del embudo. Se le niegan recursos económicos a la escuálida inversión social para alimentar las agallas de una parálisis parlamentaria artificial.

 Ya está bueno. Ya es  hora de cobrar la deuda social insoluta que multimillonarios elegidos tienen adquirida con sus empobrecidos electores.

 Entre la barahúnda de aspirantes hay una inmensa mayoría que espanta y apesta. Por eso es deber cívico convocar a todos los electores aptos para repudiar a quienes los atropellan.

 La solución no es marginarse, la solución es participar  y cerrarle el paso a la reelección de unas castas parásitas que a fuerza de artimañas multiplican y estiran los pezones de esa ubre inagotable en que tienen convertido el Presupuesto Nacional.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 10.10.13