domingo, 23 de noviembre de 2014

Vox pópuli




 Cuesta trabajo aceptar  y justificar la publicitaria vocinglería del terrorismo colombiano, manifestada ante notarios iberoamericanos congregados  en Cuba, a los que se les comunica una rara  voluntad de hacer la paz mientras se intensifican los asaltos contra el pueblo.

 Vale repetir que los ciudadanos corrientes anhelamos la paz, la queremos, la necesitamos, pero no compartimos los arteros métodos de quienes nos la quitaron durante buena parte del siglo pasado, y también nos la niegan en el transcurso del presente mientras gritan que la quieren.

 Tampoco aceptamos que los aduladores del gobierno y de los terroristas insistan en proclamar las bondades de una negociación que perdió el rumbo gracias a meliflua palabrería de quienes, en representación de la sociedad inerme,  estaban en el deber de enfilar el lenguaje y las acciones hacia el cese unilateral de hostilidades.

 A ese inicial propósito le dislocaron el objetivo. Lo que se necesitaba era cesar las hostilidades  contra la sociedad que ha sido y sigue siendo víctima de la violencia guerrillera, y contener el ataque contra el Estado de Derecho conformado por pluralidad de personas e instituciones que respetan su Constitución y se acogen a su amparo.

 El gobierno y sus negociadores, virtuales representantes de la sociedad colombiana, no pueden continuar a manteles con los cabecillas de una horda asesina que dispara sin clemencia contra todo lo que signifique autoridad, institucionalidad, jerarquía y orden establecido.

 La voluntad de paz se exterioriza con genuinos gestos de paz, y la personalidad criminal se deduce del simple accionar delictivo. Al gobierno no le queda bien ignorar el clamor ciudadano para que a los alzados en armas se les notifique y se les haga sentir que los ilegales son ellos.

 Dorar la píldora, elogiar a los secuestradores porque manifiesten intención de liberar al secuestrado mientras perversamente prolongan el cautiverio, disimular el cinismo y mala fe de los delincuentes que se disfrazan de respetuosos colaboradores y empecinados gestores de una convivencia que no sienten, y reconocerles una generosidad que en los bandidos no germina, es igual que autorizarlos para mantener la burla que le hacen al pueblo y sus gobernantes.

 No hace falta desempolvar lejanos recuerdos. No acababa el Presidente Santos de complacerse por el anuncio de la hasta ahora inconcreta liberación del General Alzate Mora, cuando  un grupo de policías acantonados en la Isla Gorgona fue victima de feroz agresión por parte de los mismos secuestradores del alto oficial.

 El brutal asalto a ese espacio natural protegido para la conservación de las especies, santuario de ecologistas y de amantes de la naturaleza, y  el cobarde asesinato de un uniformado que allí trabajaba son pruebas palpables de que se le conceden demasiadas ventajas a los verdugos.

 Engañan al Cauca  y  a sus comunidades vulnerables quienes aplauden la presencia de Santos en este departamento huérfano de ejecutorias y de sinceridad gubernamentales.  No es primicia informativa, la martirizada Costa del Pacífico está  a merced de criminales guerrilleros que con dineros sucios  alimentan cuentas de candidatos dispuestos a saquear y a facilitar el saqueo de la riqueza pública.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 23.11.14