No hay electorado endosable. De allí debe
partirse para analizar lo que puede ocurrir en la segunda vuelta.
Le quedó claro al presidente candidato que su
triunfo del 2010 no fue producto de sus méritos, sólo fue arrollador resultado
del fervor uribista profundamente interesado en culminar el desmantelamiento
que entonces acusaban los narcoterroristas.
Hoy, tras la primera vuelta, se evidencia que
los usufructuarios de la mermelada perdieron los bríos mostrados en las elecciones
de marzo. Y ello puede ser el benéfico efecto de duras críticas que todos los
candidatos opositores enfilaron contra el corrupto mecanismo gubernativo de
descuadernar la chequera oficial para comprar votos.
Al menos esa fue la incesante censura de Clara
López y Enrique Peñalosa, quienes, entre propuestas de cambio y equidad, de
fortalecimiento de la educación y la salud, y de purificación de la justicia, indiscutiblemente
enarbolaron banderas anticorrupción y, más concretamente, plantearon la necesidad
de erradicar esa inveterada estratagema de comprar gobernabilidad con dineros públicos
que terminan en las cuentas bancarias del clientelismo "ñoño".
Obviamente el discurso más aproximado al de
Zuluaga fue el de Marta Lucía Ramírez, y allí, entre sus amigos y seguidores,
entre los disciplinados electores del partido conservador, entre las huestes
populares humildes y las nobles masas campesinas pueden estar los votos que determinen el
triunfo de Zuluaga en la segunda.
De alguna parte van a salir los electores que
marquen la diferencia entre quienes buscan los avances sociales de Colombia en
medio de una paz negociada, pero sin impunidad; y entre los que se obstinan en entregar
posiciones de poder a unas organizaciones criminales que se burlan de las victimas y
pretenden reformas constitucionales apuntaladas en fusiles que se niegan a
entregar y a silenciar.
Difícil la tienen ambos candidatos, pero más
difícil la tiene Santos.
En primer lugar porque no podrá ocultar su
condición de Presidente derrotado por un aspirante que no arrancaba, pero que resultó
apoteósicamente aclamado por casi cuatro millones de colombianos, que se solidarizaron con él ante sucios montajes
que buscaron sacarlo de la contienda a fuerza de calumnias y sindicaciones burdamente
coreadas desde la Fiscalía General de la Nación.
En segundo lugar porque, si el discurso de
Peñalosa es conciso, puede estar mas cerca de las innovadoras reformas
institucionales planteadas por Zuluaga que del continuismo de Santos, a quien
ya conocemos como incapaz, ineficiente y blando, pues que teniendo las mayorías
del Congreso hábilmente domeñadas y adormecidas a punta de caramelo, impotente
asistió al hundimiento de las reformas educativa, de la justicia y la salud.
Eso sin decir que su indigno apaciguamiento,
en la fase habanera, que no duraría más de seis meses, ya se acerca a los dos
años de afrentosa vitrina guerrillera
sin concretos resultados de paz.
En tercer lugar porque Zuluaga acaba de golpear
primero. Al discursito triunfalista de Santos, carente de profundidad, el
aspirante ganador del Centro Democrático respondió con verdadero programa de
gobierno inclusivo, en el que caben las ideas de los candidatos eliminados, para
que no haya más de lo mismo.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 25.05.14