sábado, 28 de mayo de 2011

La verdad.



Complejo el tema, aunque justamente lo que nos proponemos no es la crítica filosófica de la verdad, sino decir que la verdad incontrastable, la que aparece limpia a los ojos de la sociedad,  no pierde su esencia aunque la declaren ilegal, ni necesita los avales de las izquierdas, ni de la Corte Suprema de Justicia.

Qué alboroto  armó  la Sala Penal, al quitarle valor probatorio judicial a la  prueba física de los nexos que cierta clase política ha mantenido con las Farc, poco  faltó  para decirnos que Reyes no es Reyes, Chávez no es Chávez, Correa no es Correa y Teodora no es Teodora.

Estratégicamente las izquierdas se autoproclaman únicas depositarias de algunos elementos jurídicos que estructuran nuestro Estado de Derecho.

Les parece que el discurso teórico y el ejercicio práctico de Derechos Humanos, Paz, Democracia,  Progreso y Verdad  son patrimonio exclusivo de las izquierdas.

Pero curiosamente una verdadera verdad,  los datos en discos duros, archivos, memorias, documentos word  y toda esa parafernalia  informática de última  tecnología, extraída de los computadores incautados en el operativo militar que puso fin a la carrera delictiva de alias Raúl Reyes, amenaza quedarse sin la defensa de las izquierdas.

Todas esas revelaciones, sea que les hayan respetado o no la cadena de custodia, resulten admitidas o rechazadas como pruebas judiciales, acéptenlas  o táchenlas las personas allí mencionadas, todas ellas son la verdad monda y lironda.


Judicialmente el viejo truco de negar hasta morir hizo carrera, y por ese camino  triunfó la anticipada estrategia de Piedad, consistente en decir que las pruebas contenidas en los computadores de Reyes son ilícitas. Truco y estrategia encontraron eco entre los magistrados de nuestro máximo Tribunal.

Así,  por cuenta de la Sala Penal, estamos ante el más claro y moderno antecedente de cinismo judicial.

Exigencia completamente irracional, impúdica, ajena al rigor y a las contingencias  del combate, es esa de pretender que un escuadrón de asalto, físicamente entrenado para ejecutar una operación antiterrorista en pocos segundos, corra el más alto riesgo de morir  y, en guarda de las formas procesales, se detenga a tomar medidas, elaborar actas,  recoger firmas y fijar detalles fotográficos de la escena,  para entregar ese acopio documental a jueces extranjeros que, con el correr de los años, las mutilaciones  y las trabas, se dignen enviárnoslo como cooperación probatoria internacional, cuando ese es un trofeo de guerra que directamente nos pertenece, porque nuestros valerosos combatientes lo incautaron en el campamento ilegal de la delincuencia internacional organizada.

Por fortuna los integrantes de ese escuadrón no se pusieron a levantar el acta de registro que la Corte Suprema de Justicia está pidiendo. Si nuestros soldados, para salvaguardar los intereses procesales de las izquierdas, y no nuestro legítimo derecho a la seguridad nacional,  se hubieran detenido a cumplir el formalismo reclamado por la Corte, nos habríamos quedado sin escuadrón,  sin noticia, sin prueba y sin verdad.

Desconcertante que se quiera torcer el cuello a los hechos transformando en diligencia judicial un operativo de defensa nacional y que, en devaneos con la delincuencia,  coronemos nuestra  justicia como rey de burlas.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 28.05.11