Lánguido panorama ofrece el abanico de candidatos
avalados para gobernación del Cauca y alcaldía de Popayán.
En el reciente pasado nunca se experimentó tanta
apatía y tan pasmosa ausencia de liderazgo.
A estas alturas del proceso eleccionario
resulta liviano argumentar que las campañas despegarán cuando se conozca la
oferta electoral completa. No, la esencial gravedad del mutismo ciudadano radica
en que los actuales candidatos no tienen propuestas de acción política que excedan
los atávicos discursos comunes.
Por lo pronto resulta nocivo al buen ejercicio
administrativo verificar que ciertos grupos conocidos, perniciosas alianzas tradicionales,
dominan extensas parcelas burocráticas y se atragantan con gruesas porciones de
mermelada, pero andan sin rumbo en la formulación de proyectos institucionales que
dinamicen la participación colectiva, catapulten el progreso social y los emprendimientos productivos de la
juventud y de las gentes comunes que habitan la región.
Lo que debe regir en el arte de gobernar, lo
que se espera que suceda en cualquier parte del universo mundo, no es que mañosos
controladores de electores cautivos ordenen por quién se debe votar, tal como
aquí ocurre, sino que quienes quieran ejercer
el poder acrediten que tienen ideas propias, propuestas programáticas
incluyentes, soluciones incubadas en su propia sensibilidad social, esquemas
básicos de trabajo comunitario y de solidaridad popular encaminados a contrarrestar
antiguas omisiones y crecientes ausencias estatales, esas que prolongadamente enturbian
la convivencia ciudadana y profundizan odiosas desigualdades.
Y esta tarea, la de impulsar salidas viables y
cercanas que motiven a potenciales electores, no debe ni puede sustituirse con guiños procedentes del que más melaza
trague, ni del que más contratos manipule. Si así es como piensan y pretenden gobernarnos,
no solamente vamos mal, sino que nos enfilan hacia la decadencia del Estado de
Derecho, y hacia el tiránico fortalecimiento de poderes abyectos, indebidamente
cimentados en el desvío de recursos
financieros que, en sanas condiciones
democráticas, debieran destinarse al mejoramiento de la deteriorada
salud pública, al refinamiento de la menguada educación, y a la construcción de necesaria infraestructura
productiva que garantice el crecimiento económico de la sociedad colombiana,
mas no el exclusivo lucro de avispones que medran en cargos oficiales.
De ingrata pero necesaria memoria es el torcido
parangón entre las utilidades del narcotráfico y las del doloso control
presupuestal de los entes públicos, porque nuestra obligación inmediata
consiste en impedir que las jugosas arcas oficiales se constituyan en
inagotables canteras de enriquecimiento ilícito.
En estas horas difíciles resulta oportuna una
tercería que con espíritu altruista despierte la caucanidad, que con
verdadera vocación de servicio al
departamento y a sus gentes aúne voluntades
y atempere sectarismos en el noble propósito de construir futuro digno, honesto
y promisorio para las nuevas generaciones.
Estamos en tiempo de demostrar que no son las
ideologías extremas ni las rigideces teóricas las que nos impiden defender el
bien común. Desde nuestras lógicas y necesarias diferencias conceptuales podemos
entendernos en lo fundamental para derrotar los avances del corrupto nepotismo y
desarticular proyectos dinásticos. Plurales expresiones de conciencia social pueden
evitar el descalabro que significaría seguir con los mismos.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 02.05.15