sábado, 30 de agosto de 2014

Exorcismo nacional




 Algunos comentaristas se especializan en presumir y aparentar su condición de pacíficos y tolerantes, pero tan vanos  y postizos resultan  sus  teatrales esfuerzos, que irremisiblemente terminan incursos en los mismos o peores gestos y comportamientos agresivos que pretenden reprobar.

 La reciente andanada de matoneo nacional originada en el trino de la Representante María Fernanda Cabal, frente a la odontológica pose de Ángela Giraldo, una apuesta contratista gubernamental que imprudentes cámaras fotográficas registraron durante su feliz arribo a la Habana, ha dado suficiente materia prima, tanto para censurar la trama implementada por el gobierno durante la escogencia de víctimas que asistieron al inocuo encuentro con sus victimarios, como para masacrar virtualmente a la autora del trino.

 Aparte de la indebida manipulación oficial,  y de las espontáneas expresiones anímicas de los viajeros que morbosamente sirvieron para  alimentar la polémica, lo que más sorprende son los rudos terminachos  utilizados para calificar a la señora Cabal y repudiar su trino, puesto que dentro de semejante debate no resultan tan pacíficos, inofensivos ni altruistas como debieran serlo, cuando justamente se escriben y pronuncian por supuestos defensores de la sana convivencia.

 Reescribir los feos insultos proferidos contra la legisladora sería lo mismo que volverla a insultar, victimizarla de nuevo como suelen decir los especialistas en matoneo, y sumarse así  al grupo de quienes han recurrido a injuriosa palabrería para criticar lo que consideran injurioso.

 Queda el tema a disposición de los expertos en violencia y acoso virtual, para que como estudiosos de la perturbada psique colectiva, expliquen las razones por las cuales se reclaman títulos de pacífica tolerancia, mientras verbalmente se tritura a la contraparte.

 Similar tarea se debe adelantar frente al pintoresco Andrés Sepúlveda, quien merece detallada valoración psiquiátrica, porque no muestran mucho equilibrio mental las estrambóticas  habilidades con que se adereza al responder el cuestionario de la Revista Semana, precisamente cuando la Fiscalía se dispone a premiarlo con forzada aplicación del principio de oportunidad.

 El fantasmagórico personaje podrá confundir a unos pocos,  pero seguramente no tiene tantas alas, ni tanto caletre como para ser capaz de gestionar, al unísono, todas las maniobras que, según sus dichos, le habrían encomendado ciertos sectores políticos en conjunto, algunas individualidades de la vida política en particular,  y respetabilísimas instituciones nacionales que,  a ojos vistas,  ni requieren ni encargan tan bajos servicios.

 Se resquebraja la versión de Sepúlveda cuando él mismo se presenta como estratega y conocedor de la parte militar, la parte política y la parte de inteligencia pergeñadas para reventar las conversaciones habaneras.

 Y cuando sostiene que tenía acceso directo a los organismos de inteligencia del Estado, que era receptor de información que le suministraba la Dirección Nacional de Inteligencia,  y que además hizo  intercambios de información con esa entidad, deja al descubierto una enfermiza megalomanía que lo hace considerarse absolutamente competente para oficiar como asesor de todos en todo. James Bond le quedó chiquito.

 La algarabía armada en torno a estos suceso muestra la necesidad de someter el alma nacional a riguroso exorcismo para sacarle el instinto autodestructivo que la corroe.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 30.08.14

domingo, 24 de agosto de 2014

Cuento de nunca acabar




 Lo ideal no es decir sino hacer. Si quieren la paz, que la hagan, pero que no hablen bosta.

 Colombia, la patria en sí misma se identifica con el estado de paz. La guerra no es buena para nadie, pero mientras existan posiciones enfermizas, que sólo encuentran paliatorio en el cubículo psiquiátrico, habrá guerra.

 Esa es la realidad de un estado de cosas animado por ambiciosa ferocidad de unos y  pasmosa corrupción de otros.  Pero, ¿quien nos puede decir quienes son los unos o los otros?  ... ¡por ahora nadie!

 Todos son uno mismo. Por eso la verdad del estropicio no la dilucidará una comisión amañada y sumisa que escriba historias para quien bien  las pague. Nadie podrá contarnos una mejor versión que la vivida.

 La realidad de la violencia va estacada  en el corazón del que la sufre, y ningún versado tiene varita mágica para señalar el origen de cada asesinato, de cada desplazamiento, de cada atropello, de cada violación, de cada burla, ni mucho menos para cuantificar la intensidad de cada dolor.

 El andamiaje institucional está infiltrado y  manipulado por los ilegales. Los predicadores de falsas liberaciones tienen sus fichas en el tablero burocrático, los guardianes del tesoro entregaron las llaves a los depredadores de la riqueza pública,  el virus de la rapiña y la mentira domina los espacios donde debieran reinar la dignidad y la honradez.

 Victimas somos todos los demás que recibimos el impacto de la brutalidad y presenciamos inermes el deterioro del ordenamiento constitucional.

 A mi generación la signó la barbarie del enfrentamiento fratricida, que ejercitó sus odios en la discusión de difusas teorías, propias ellas de unos partidos débiles, a los que nadie podrá atribuirles la mafiosa matanza que actualmente soportamos, pero que en el convivium del Frente Nacional no tuvieron el olfato necesario para demarcar unos espacios diferentes al debate social en que largamente se habían confrontado.

 La de hoy parece otra violencia pero es la misma.  La que resulta de ablandar las normas de derecho para beneficio de unos pocos, porque unas son las reglas contenidas en la letra moribunda de la Constitución, y otras, bien distintas, las que aplican quienes debieran evitar el colapso de la estructura nacional.

 Los colombianos rasos, los que se amparan en la fortaleza de su fe y en la destreza de sus brazos para asegurar el sustento de la prole, los que no han levantado una mano para defenderse de sus verdugos  y sólo han tenido tiempo para correr a refugiarse en otros pueblos, o en otros montes, no alcanzan a entender cómo es posible que la misma casta que gobierna hace tres cuartos de siglo, -Santos y Lleras-,  amplifique el cínico mensaje  de unos criminales multimillonarios que se niegan a reparar a sus víctimas, dizque porque no tienen con qué hacerlo, porque las víctimas son ellos, y porque no han delinquido sino que simplemente se han equivocado.

 ¿A cuál verdad nos quieren conducir?  ¿De qué contrición hablan?  ¿Cómo es la paz y en que consiste la equidad que predican?

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 24.08.14

domingo, 17 de agosto de 2014

Semejanza




 El tiempo, me refiero al tiempo físico, a ese que nos dice cuántas veces le hemos dado la vuelta al sol durante esta breve permanencia en el planeta tierra, se encarga de mostrarnos  que la política y el tigre se parecen.

 En política pura, en el pulcro manejo de la cosa pública,  debiera suceder que elegidos y electores tuvieran claridades  y certezas  sobre el impecable funcionamiento del Estado y sobre las obligatorias gestiones constitucionales  que los unos deben adelantar en beneficio de los otros.

 Claro que si los electores se muestran legos en generalidades de mecánica estatal es explicable, al fin y al cabo en un país de malas universidades, malos colegios, malos maestros y malos estudiantes, parece exótico esperar que los ciudadanos del común le metan diente al orden constitucional.

 Pero que los elegidos no satisfagan las sanas aspiraciones de los electores, eso sí es engaño reprochable.  No se puede olvidar que los elegidos son quienes habitualmente prometen limpias y honestas actuaciones públicas,  y generosas soluciones sociales.    

 Claro que también es censurable que los ciudadanos no castiguen el incumplimiento de lo elementalmente prometido a cambio del sufragio.

 Es corriente en nuestro sistema que los candidatos lleguen con mensajes de diamantina corrección.  Generalmente se sientan delante de un auditorio  que no expone sus deseos, sino que se dispone sumiso a escuchar las melifluas promesas de los aspirantes.

 Como el asunto realmente funciona así, no debiera acudirse a engañifas y torceduras para hacerse elegir, las promesas electorales debieran encuadrarse en la buena fe  y en la inmaculada intención política.

 Lo curioso, o más precisamente  lo enfermizo de nuestra democracia, es que la gente se acostumbró a engañar y a que la engañen.

 Ya nadie quiere oír una exposición limpia sobre el ejercicio del poder,  y muy pocos expositores serios se arriesgan a hacerla, todo  porque entienden que al pueblo le encanta que lo encanten.

 Atisbar lo que sucede en Colombia, en toda su extensión institucional, aterra. Ya nadie respeta nada. Fueron derribados elementales parámetros de decencia pública,  al falsario se le presenta como gran señor, al bandido se le reivindica como persona de bien, al torcido se le muestra como ciudadano ejemplar y al victimario se le reconoce como víctima.

 A poco andar, de seguir como vamos, tendremos totalmente invertido el sistema de valores morales y completamente pervertidas las buenas costumbres políticas, si es que algunas quedan.

 Cuando contamos con excelentes ciudadanos, verdaderas personalidades libres de toda sospecha, que muestran méritos cívicos y  pueden acreditar incuestionables  títulos académicos para integrar las altas cortes, o para dirigir los organismos de control, o para representarnos en las secretarías de esas uniones regionales que permanentemente inventa el clientelismo internacional, ¿por qué diablos nuestros gobernantes ternan, avalan, apadrinan y nombran a tantos notorios sindicados de crímenes comunes  y crímenes de Estado, para ejercer tan delicados cargos?

Los protegidos de la pérfida dirigencia colombiana están manchados como la piel del tigre, y mientras esos indeseables gocen del favor gubernamental, tendremos que decir que  tigre y política se parecen: no son como los pintan.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 17.08.14

sábado, 9 de agosto de 2014

¡Cese bilateral definitivo!



 Tres palabras que sumadas pueden hacer la felicidad del mundo conocido. Tres palabras que conjugan un estado de alma similar al de los iniciales deleites de Adán y Eva en el paraíso descrito por John Milton, o como sucede en el mismo poema, toda una venenosa bestialidad dulcemente modulada por la bífida lengua de engañosa serpiente.

 ¿Pero quien las dijo?  ...  las dijo la serpiente,  un reptil sin frenos, un lenguaraz que ofreció acordar la paz en seis meses, sin que nada pasara.

 Al paso que vamos, las mañosas conversaciones que llevarían a esos brumosos acuerdos pueden durar cuatro años más, sin que nada pase.

 En esto de los diálogos cubanos ya se sabe que una cosa piensa Santos,  y otras muchas cosas piensan quienes lo están enjalmando.

 Si los propios narcoterroristas dicen que sólo han hablado el 25% de lo  que  quieren hablar, pues resulta inverosímil que en poco tiempo podamos asomarnos a un cese, bilateral, y definitivo, como el irresponsablemente pregonado en calenturienta perorata de posesión presidencial.

 Además, dados los pendientes y condicionamientos ya conocidos, cuando nada está acordado mientras todo no esté acordado, ¿cómo pensar en la paz exprés, si no hay acuerdos firmados?

 A no ser que "Timochenko", de la noche a la mañana haya amanecido arrepentido de todas las matanzas ejecutadas por su grupo a lo largo de tan perversa existencia, y que el miserable invidente haya despejado las dudas sobre la obligación de reconocer y reparar a sus víctimas, y que la grotesca obesidad de "Márquez" no sea maligna, sino santificable corpulencia de monseñor, como la de esos venerables cardenales que suben a los altares con evidente celeridad.

 ¿Cómo imaginarse un cese bilateral y definitivo, que es la paz misma, la propia paz, si uno de los bandos negociadores sigue asesinando niños inocentes y civiles ajenos a sus fechorías, y dinamitando la infraestructura productiva nacional, y sembrando y procesando coca a la lata, tal como actualmente sucede en extensas zonas cordilleranas del Pacífico caucano?

 En eso de la paz no se puede ser tan abusivamente lengüilargo, como demuestra serlo nuestro tatareto "Juanpa", que a fuerza de  melosos subterfugios logró hacerse reelegir, y que con recursos oratorios intenta mostrarnos un país que no tenemos y unos propósitos de paz que no se sienten. ¿O será que la paz es así ... un eterno decir que está allí, cuando no está por ninguna parte?

 En mal momento, a punta de grandes dosis de glucosamine, los famélicos genuflexos del régimen ya tienen la  articulación en tierra, y ya atizan los incensarios para batírselos  con entusiasmo al secretariado de "Tirofijo", en humillante acción de gracias por los favores recibidos.

Como por ahora queda sumamente difícil entonar la salve en honor de "La Holandesa", prefiero esperar a que se obre el milagro de mi paz, la del sepulcro claro está, y entre tanto alimentaré la sospecha de que junto al glorioso pedestal de don Rafael Núñez, por los alrededores de la casa de Nariño, los que venden esa cosa la están vendiendo verde.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 09.08.14