Se notó baja afluencia turística en la semana
pasada, que a su vez correspondió al mayor acontecimiento ritual del pueblo
católico en el orbe.
Las causas del bajón pueden fijarse desde
ópticas diferentes, que pasan por la mengua en el compromiso con la fe, las
dificultades económicas que asedian a los colombianos, la creciente tendencia a
recogerse lejos del tráfico y las bullarangas citadinas, y la que
indiscutiblemente pesa y manda en cuanto corresponde a Popayán y al Cauca: el marcado
deterioro del orden público y social.
Si las denominadas dirigencias populares,
incluidas las decadentes camarillas regionales, y si los potenciales electores
anhelan próspero futuro, en el que evidentes desigualdades y exclusiones del
presente encuentren soluciones responsables y no el acostumbrado contentillo
que se nutre de contratos leoninos, encargos burocráticos ambiguos, nóminas
paralelas, becas miserables y subsidios infrahumanos, ya es tiempo de parar el
recreo y otear el horizonte para
marcarle derroteros nítidos y honorables a las políticas públicas.
A todo el Cauca lo debemos convocar para que
asuma su destino con la misma reciedumbre de carácter con que lo asumieron nuestros
ancestros, quienes en condiciones adversas fueron capaces de generar ingresos,
educar familias numerosas en ambientes sanos y respetables, formar rectamente a
sus vástagos e infundir en ellos altruista sentido del deber ciudadano,
inculcarles valores de caballerosidad, rectitud, y respeto en el desempeño
social, y de cumplida probidad en el manejo de lo público.
Aunque lo que ahora se estila es diferente; a
las gentes del común y a los funcionarios públicos les inoculan la idea de entrar
a saco en el tesoro, de lucrarse sin control ni medida en la partija de bienes
que, siendo comunes, debieran cuidarse y utilizarse con decoro; a los áulicos del
régimen se les incita a devastar sin contemplaciones el patrimonio nacional. La
absurda tendencia a enmermelarlo todo rebaza las fronteras de la decencia gubernamental
e irrumpe en la defenestración de la ética y de la regla fiscal.
Si a eso le agregamos inconvenientes retozos
indigenistas sobre la carretera panamericana, que de madrugada en madrugada
también acusa el estallido destructivo ordenado por la cuadrilla de La Habana,
pues tendremos deplorables resultados económicos y financieros en el inmediato
porvenir.
La enrarecida demagogia de estas horas fatales
reclama el concurso de quienes aquí sobrevivimos. A los campesinos puros, a los
negros, a lo indios, a los jóvenes, a los desposeídos, a los desempleados, a
los discapacitados, y necesariamente a los más inteligentes y capaces, a ellos
se les necesita para conformar un haz de voluntades transformadoras, para
abrirle fronteras al desarrollo productivo del departamento, todos nos
necesitamos amalgamados en el sumo propósito de derrotar la compraventa del
voto y la mendicidad electoral, para
instituir un modelo mancomunado de superación colectiva, en el que nuestras
tierras feraces se integren a la producción intensiva de alimentos, incorporando
modernas tecnologías que nos aproximen al mundo de la industria agropecuaria,
en la que exhibimos lamentable retardo.
Juntos tenemos obligación de aprovechar las
ventajas naturales, y los inmensos mercados
que nos ofrecen las rutas del Pacífico.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 04.04.15