viernes, 3 de abril de 2015

Cauca unido




 Se notó baja afluencia turística en la semana pasada, que a su vez correspondió al mayor acontecimiento ritual del pueblo católico en el orbe.

 Las causas del bajón pueden fijarse desde ópticas diferentes, que pasan por la mengua en el compromiso con la fe, las dificultades económicas que asedian a los colombianos, la creciente tendencia a recogerse lejos del tráfico y las bullarangas citadinas, y la que indiscutiblemente pesa y manda en cuanto corresponde a Popayán y al Cauca: el marcado deterioro del orden público y social.

 Si las denominadas dirigencias populares, incluidas las decadentes camarillas regionales, y si los potenciales electores anhelan próspero futuro, en el que evidentes desigualdades y exclusiones del presente encuentren soluciones responsables y no el acostumbrado contentillo que se nutre de contratos leoninos, encargos burocráticos ambiguos, nóminas paralelas, becas miserables y subsidios infrahumanos, ya es tiempo de parar el recreo y  otear el horizonte para marcarle derroteros nítidos y honorables a las políticas públicas.

 A todo el Cauca lo debemos convocar para que asuma su destino con la misma reciedumbre de carácter con que lo asumieron nuestros ancestros, quienes en condiciones adversas fueron capaces de generar ingresos, educar familias numerosas en ambientes sanos y respetables, formar rectamente a sus vástagos e infundir en ellos altruista sentido del deber ciudadano, inculcarles valores de caballerosidad, rectitud, y respeto en el desempeño social, y de cumplida probidad en el manejo de lo público.

 Aunque lo que ahora se estila es diferente; a las gentes del común y a los funcionarios públicos les inoculan la idea de entrar a saco en el tesoro, de lucrarse sin control ni medida en la partija de bienes que, siendo comunes, debieran cuidarse y utilizarse con decoro; a los áulicos del régimen se les incita a devastar sin contemplaciones el patrimonio nacional. La absurda tendencia a enmermelarlo todo rebaza las fronteras de la decencia gubernamental e irrumpe en la defenestración de la ética y de la regla fiscal.

 Si a eso le agregamos inconvenientes retozos indigenistas sobre la carretera panamericana, que de madrugada en madrugada también acusa el estallido destructivo ordenado por la cuadrilla de La Habana, pues tendremos deplorables resultados económicos y financieros en el inmediato porvenir.

 La enrarecida demagogia de estas horas fatales reclama el concurso de quienes aquí sobrevivimos. A los campesinos puros, a los negros, a lo indios, a los jóvenes, a los desposeídos, a los desempleados, a los discapacitados, y necesariamente a los más inteligentes y capaces, a ellos se les necesita para conformar un haz de voluntades transformadoras, para abrirle fronteras al desarrollo productivo del departamento, todos nos necesitamos amalgamados en el sumo propósito de derrotar la compraventa del voto  y la mendicidad electoral, para instituir un modelo mancomunado de superación colectiva, en el que nuestras tierras feraces se integren a la producción intensiva de alimentos, incorporando modernas tecnologías que nos aproximen al mundo de la industria agropecuaria, en la que exhibimos lamentable retardo.

 Juntos tenemos obligación de aprovechar las ventajas naturales, y los inmensos mercados  que nos ofrecen las rutas del Pacífico.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 04.04.15