Ante emergencia ambiental denunciada por el
alcalde de Morales, consistente en voluminosos hundimientos y desplome de
laderas, que a esta fecha están sin cuantificarse y dimensionarse desde lo técnico,
y que requiere no sólo vacías solidaridades verbales del Estado, es necesario convocar
el acompañamiento inmediato de los organismos regionales y nacionales de
socorro, cuya reacción en este evento se
nota tardía, para que asuman las responsabilidades de sus competencias en cuanto
a efectivo auxilio y oportuna protección de comunidades en riesgo.
Son múltiples deslizamientos reportados por angustiados
pobladores en extensa zona rural y áreas peligrosamente próximas a la cabecera
municipal.
De hecho sería irresponsable, sin que exista mapa
actualizado con posterioridad a derrumbamientos
últimamente sucedidos, hacer predicciones periodísticas que generen pánico e
incrementen migración de pobladores
campesinos hacia el núcleo urbano y hacia la capital departamental, pero no
sobra llamar la atención de la red nacional de entidades vinculadas al análisis
y prevención de catástrofes naturales, para que procedan a diagnosticar científicamente
lo que allí ocurre y contribuyan a evitar,
o por lo menos menguar las consecuencias trágicas de un complejo fenómeno telúrico
que pueda afectar estructuras escolares, de salud, habitacionales,
agropecuarias, e incluso generar irreparable pérdida de vidas humanas.
Inesperadas modificaciones topográficas de los
suelos del Cauca, como las que hoy ocurren en Morales, región incrustada en latitudes
volcánicas plenamente activas, exigen seria observación y vigilancia tanto por
parte de los grupos humanos asentados en esas zonas
deleznables, como por parte de los Ministerios de Minas y Ambiente, entidades estatales
que en armónica cooperación con organismos geofísicos y vulcanológicos, y la CRC, deben desplegar
urgentes actividades preventivas y
paliativas, antes de que sea tarde.
El lamentable hundimiento de Gramalote en
Norte de Santander, lo ocurrido en La Sierra al sur del Cauca, y muchos otros
acontecimientos geológicos de dolorosa memoria nacional permiten lanzar una
alerta temprana y hacer prudente petición
de auxilio, ahora, cuando el invierno apenas comienza, y en clara consideración
a que el municipio de Morales no registra antecedentes históricos de alteraciones
físicas como las que se presentan en esta última temporada lluviosa.
Triste, muy triste sería que a la población
autóctona, bonachona y pacífica por naturaleza, largamente
victimizada por grupos armados irregulares de todas las pelambres, asediada por
foráneos cultivadores de plantas ilegales que abandonaron otros municipios y se
asentaron en esa región próxima a las costas del Pacífico caucano, y criminalmente la trasformaron en estratégico corredor para el
tráfico de sustancias estupefacientes, también le toque afrontar y sufrir, en
absoluta soledad, el inexorable desquite de la irrefrenable natura.
Ya es tiempo de reclamar positiva presencia
del Estado, no simplemente dentro de una situación coyuntural que de no
atenderse con prontitud puede resultar ruinosa, sino para que al municipio de Morales
y a sus aguantadores habitantes se les reconozca el indeclinable compromiso con
ancestrales costumbres de trabajo agropecuario lícito, aún en medio de las
peores agresiones delincuenciales, y de sensible lejanía por parte de quienes
se aparecen a buscar votos pero no retribuyen la elección con obras civiles de
beneficio colectivo.
Miguel
Antonio Velasco Cuevas
Popayán,
07.05.16