sábado, 21 de mayo de 2011

La profecía maya.



El mundo material no existe, el mundo es una invención del diccionario que  nunca dejará de existir. Pero sólo eso, una palabra perdurable que todos oyen y nadie palpa.

Si hoy, cuando  estamos ante el umbral finito de la desaparición y la nada,  tomamos el minuto necesario para mirar la huella que pudimos labrar con nuestros atributos y nuestras vergüenzas, antes que conmovernos o aterrarnos, sorprendidos veremos la lisa pizarra del tiempo, tirada allí, en el profuso espacio que nunca tuvimos oportunidad de llenar ni poseer.

Anhelosos, trepidantes, confusos, perdidos, vagabundos transeúntes escuetos de razón, en demencial delirio sentimos brutal capacidad de transformar, de signar, de  subsistir tatuados en una extensa piel de barro y roca.

La engañosa experiencia nos habla de lugares y gentes, olores y sabores, ruidos y sonidos, tempestades y calmas.

Pero henos aquí, diminutos, inaprensibles, transparentes. No vamos, no venimos, no somos, no fuimos.

Curiosa profecía nos atormenta, livianos, etéreos, frágiles, dúctiles, volubles, ingenuos auscultamos la cavidad universal en afán de contenerla cuando, si acaso, seremos contenido.

Ni recuerdo seremos, galácticas substancias estalladas en la profunda noche del pasado nos llenan de esperanza, curiosos, divertidos, asombrados salimos a la brisa y con ojos ajenos presenciamos el  falso resplandor de estrellas extinguidas, y juramos amor con ellas por testigos. El mundo es eso...


Febril sonaja, apagado destello,
reseca lágrima, sonata inadvertida,
compendio de dolor,
ausente trazo que
desde el caos nos trae hasta la vida
y nos regresa al caos, sonda perdida.

¿Estaremos aquí? ...
¿Seremos piel, o mísero sudor de cuerpos idos?
Arrogancia no más, sólo eso somos.
Perdida va la seña de los pasos que dimos,
silente está la voz entre sonidos,
ajena está la luz, burdo el sentido.

Apenas de promesas nos vestimos,
el mundo es un fulgor,
rumor, olvido,
el mundo nunca fue,
nunca ha existido.


La profecía Maya  nos pone a descifrar lo indescifrable y nos permite comprender que nada comprendemos.

Feliz el escultor de calendarios, que buriló misterios en la fría solidez del litio, y tuvo la fortaleza suficiente para golpear, con guijarros perdidos, la estólida suficiencia del hombre cibernético.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 21.05.11