sábado, 9 de enero de 2016

Vuelva la cabalgata




 Paradójico que en Popayán, tierra de caballistas y cuna de libertades, se estigmatice un evento de ancestral raigambre popular, atado a limpias tradiciones festivas nacionales, y vinculado como ninguno a la lúdica universal.

 Lamentable que se vilipendie el prestigio social de un gremio históricamente clave en la actividad agroindustrial, genuinamente sano, y positivamente respetado;  desconcertante que grupos de nueva generación, con despectiva  terminología, pretendan criminalizar el antiquísimo placer de cabalgar.

 La imponente anatomía del caballo, hermosa en sí misma; y el dominio racional que el hombre ejerce sobre leales ejemplares, fuertes y briosos en su temperamento,  armónicos en sus movimientos, altivos y alegres en su esencia; resultan zaheridos por peregrinas suposiciones de ciertas cofradías citadinas que prefieren mecánicas relaciones con insensibles estructuras metálicas, a milenarias complicidades establecidas entre el habilidoso sapiens y majestuosos elementos del mundo animal.

 A través de siglos, los caballos llevaron sobre sus lomos a seres de acción, que infatigablemente recorrieron caminos, no sólo para descubrir y conquistar territorios ignotos, sino para  difundir culturas, establecer emporios comerciales, y fundar ciudades a largo y ancho del planeta tierra. Y liquidadas grandiosas epopeyas, no pocas de amor, los equinos subsisten  inmersos en la actividad productiva de las naciones, como dócil medio de transporte, poderosos generadores de fuerza, y preciados compañeros en virtuosas y profanas andanzas.

 El Cauca en general, y Popayán en particular, han escrito páginas memorables en el mundo equino. No se pueden olvidar tenaces emprendimientos de afamados criadores como Manuel Antonio Muñoz y Milo Sarria, que se lucieron en exposiciones agropecuarias  con ejemplares orgullosamente recordados por aficionados y gentes del oficio. No en vano el paso fino colombiano, y los otros andares, el trote, el galope y la trocha, permanentemente dan pie a divertidas tertulias en donde se discute y se concluye que de caballos poco o nada se sabe.

 La Asociación de Criadores de Caballos del Cauca, a la que estuve vinculado como propietario de reproductores y yeguas de cría, debiera asumir serio compromiso de revivir ese antiguo e inofensivo deleite de cabalgar en las calles de la capital y de los pueblos caucanos, con decidida finalidad de rescatar la noble imagen de señorío y ejemplar comportamiento ciudadano  que caracterizan al buen caballista.

 Sin necesidad de incursionar en la zona histórica de Popayán, sin bloquear la ciudad ni estropear sus parques, es factible realizar vistoso recorrido que contradiga y desmienta la pérfida especie de que las cabalgatas son exhibiciones de mal gusto, dominadas por chabacanos comportamientos de ricachones marginales y de improvisadas amazonas grotescamente dotadas por artes de cirujano.

 Aquí sí que pervive verdadera estirpe de caballistas que saben lo que dicen, aman lo que hacen y valoran lo que tienen. Inmejorables conocedores del caballo como patrimonio amable de sociedades respetuosas, que pueden demostrar hidalgos procederes en la doma, conducción y exhibición de ejemplares equinos.

 Las autoridades, las instituciones, los gestores culturales, y la ciudadanía deben propiciar el responsable regreso de caballos y jinetes a los festejos populares. Los amantes de la cabalgata sabemos que esa tradición no puede morir.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 07.01.16