domingo, 20 de abril de 2014

¿Mentirosos nosotros?



  El candidato a reelección estuvo en Popayán pero no en el Cauca.

 Vino a tratar de recuperar clientela, a mostrarse con el Cristo al hombro, como ya es costumbre hacerlo por aquellos que quieren curul o solio, vino a pedir pichón como lo hace el pueblo raso, en el pérfido empeño de aparentarse cercano a los desposeídos.

 Pero se puso el barrote en donde no talla, al frente de las orejas y no en el hombro, porque seguramente ya no aguanta el peso del anda, ni el de sus propias culpas ante el enorme mal que ha causado al Cauca.

 Vino a decirnos que ahora sí nos va a dar algo de lo que debió darnos durante este nefasto cuatrienio de ayunos y abstinencias a que nos tiene condenados, pero no acostumbrados, porque con toda justicia el Cauca lo medirá con la vara del olvido, la misma vara que él  ha utilizado para burlarse de pequeños cafeteros y ganaderos empobrecidos, de campesinos desplazados por los narcocultivos, y de las víctimas de todas las edades y estratos sociales que durante su irresponsable experimento habanero se han multiplicado, fundamentalmente en la cordillera occidental y en la costa del Pacífico caucano.

 Todos éramos niños cuando el Incora construyó Bonanza, en Guapi, y la carretera que comunicaba la cabecera municipal  con esa granja, vía que supuestamente marcaba el hito histórico de futuro enlace entre las fértiles terrazas continentales que engendra el curso medio del río Micay con las prometedoras bahías profundas de Timbiquí o del bajo Naya, por donde  el departamento se incorporaría al comercio de cabotaje regional, y supuestamente a los mercados internacionales.

 Cincuenta largos años han pasado y seguimos allí, encallados en las promesas electoreras y los abandonos gubernamentales.

Hoy, cuando ya no existe granja y cuando la corta carretera a Bonanza desapareció bajo el voraz apetito de la manigua, nos vienen a ilusionar con esa carretera a un mar cada vez más lejano, más violento, y más ajeno, tal como nos han hipnotizado con la variante del Estanquillo, al sur de Timbío, o con la vía del Libertador que ya debiera comunicarnos limpiamente  con el Huila, el Putumayo, el Caquetá y los llanos del Yarí.

 Ni más faltaba que un departamento históricamente azotado por guerras intestinas, violencias fratricidas y narcoterrorismos consentidos por el alto gobierno piense en reelegir a su verdugo.

 El Cauca entero repudia la desfachatez del gobernante que trata de mentirosos a los caucanos, a los que quiere mostrarles una radiografía fantástica, un tanto macondiana, sobre lo que verdaderamente sucede y se vive en estos territorios retomados por las fuerzas supérstites de "Tirofijos" y "Timochenkos", a las que el gobierno central no combate, y a las que les permite desplazarse por Inzá y Belalcázar extorsionando a los contratistas de obras públicas, mientras reacomodan sus cuadros y recuperan sus bases para volver a sembrar el terror en la totalidad del departamento.

 Estuvo Santos en la resquebrajada Popayán, pero no salió a mirar las mataduras que duelen y sangran en el resto de la geografía departamental.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 20.04.14