¿Será cierto que sufrimos disminución de
autoestima y mansamente nos dejaremos conducir a la pilastra de castigo?. ¿Es verdad que tenemos suspendida la función
intelectual que permite diferenciar
entre supremos intereses colectivos y mezquinas conveniencias
individuales?. ¿Sumisos inclinaremos la
cerviz para que nos opriman con pesados fardos de nepotismo y sobrecargas dinásticas?.
¿Permitiremos que esta tierra de luchas
libertarias y proclamas democráticas sucumba ante el embate de oscuros gamonales
atrincherados en el poder?. ¿Nos dejaremos jaquear con alfiles de bolsillo,
cuando tenemos la opción de manifestarnos como sociedad erguida y batallar para
que la dignidad política del Cauca no se mancille desde los directorios y los pasillos
carcelarios?.
Si los forjadores de tanta grandeza nacional,
de esa que mucho presumimos pero poco defendemos, tuvieran la posibilidad de
abandonar las urnas funerarias que los contienen en el propio centro histórico
de Popayán, si pudieran salir del procero Panteón ahora travestido de
madriguera burocrática, y se les dejara revisar las cuentas y balances recientes
de la ciudad y el departamento, no quedarían espaldas sin fuetazos entre las
tantas que impúdicas se exhiben desde los balcones del poder.
Quienes ahora destellan como gobernantes, o
como fichas de las camarillas gobernantes en el departamento del Cauca, no
tienen autoridad moral para postularse como continuadores de políticas públicas
que dinamicen económicamente la región y fortalezcan lazos de entendimiento
entre los estamentos sociales legítimos. Esas políticas no existen y ni
siquiera se insinúa esfuerzo serio por diseñarlas y ejecutarlas.
El sentido común enseña que el ejercicio del
mando implica equitativa gestión social, enmarcada ella en el reconocimiento de
igualdad ciudadana frente a la ley, e indiscutible transparencia en el
direccionamiento del gasto público, que inevitablemente se hace con fondos
provenientes del esfuerzo y del trabajo colectivos mas no de los bolsillos de
los ordenadores.
Las tareas del gobernante, quien quiera que
sea y cualquiera que fuere su filiación política, no pueden fundarse en preferencias individuales, grupales o
territoriales, ni desconocer las necesidades generales de los pueblos acogidos a
su jurisdicción.
Los vínculos terrígenos y genéticos del
gobernante necesariamente ocupan una condición subordinada frente a las
aspiraciones de reconocimiento y atención estatal que regularmente animan a los
ciudadanos corrientes para participar en la contienda electoral.
Las responsabilidades administrativas frente a
la sociedad impiden diferenciar para preferir, y exigen amalgamar en cambio de diluir.
El predominio matemático de un nombre en el conteo de votos solo debe servir para
determinar al responsable de la convivencia ciudadana, pero no para privilegiar
a unos y excluir a otros. La sociedad como tal nunca puede perder porque la
gestión para el mejoramiento y el progreso de los pueblos no deja distinguir entre adeptos y adversarios.
Pero lo que ha ocurrido en el pasado próximo,
y lo que se atisba para el futuro inmediato, es marcada inclinación a favorecer
el reducido elenco de aportantes que apalancan empresas electorales para
esquilmar el tesoro público.
El Cauca como unidad territorial y social debe
reclamar solución efectiva a las necesidades comunitarias y repeler el asalto a
los principios y valores democráticos.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 12.04.15