Se acentúa en Popayán aguda tendencia a
deformar la memoria, y desfigurar la ciudad que es la superficie material en
donde reside la historia.
En ocasiones es prudente dejar que sea la gota
la que horade la roca y no forzar perforaciones a martillo y cincel.
Se sabe sí que lo ocurrido en Popayán en 1983 fue un verdadero terremoto, no un simple
temblor, que tuvo la fuerza suficiente para trasformar en segundos el perfil
urbano del poblado, y sepultar
irremediablemente coloniales construcciones que adornaban el centro histórico del que sólo subsiste la
denominación.
La joya arquitectónica desapareció para
siempre, y cada día es mucho más palpable el desbarajuste auspiciado desde las
curadurías, y otras agencias burocráticas que no detuvieron a tiempo fatales
reformas emprendidas por albañiles y
mercachifles.
Por añadidura ese telúrico episodio eliminó la
posibilidad de lograr para Popayán la catalogación como patrimonio arquitectónico de la
humanidad, -obviamente por substracción
de materia-, y para colmo de males perturbó también la
personalidad de los patojos, extinguió en ellos
el sentido estético y el concepto de armonía, y peor que todo, erradicó de sus almas el respeto debido a
costumbres y tradiciones que antaño los caracterizaron.
En el centro viejo de Popayán las casas no se
modificaban mucho, o se modificaban para mejorar, prueba de ello son las
sobrevivientes sedes comerciales de la Caja Agraria, hoy impropiamente
embadurnada como centro comercial,
y de los bancos Cafetero y Popular,
construidas en tiempos recientes muy próximos a los del terremoto, verdaderos diseños de
arquitectura que encajaron en el estilo de la ciudad histórica.
Después del percance sísmico le han aplicado a
la ciudad unos emplastos de cemento que aparatosamente riñen con el estilo
antiguo y lamentablemente se divorcian de lo moderno. Son unos constructos
híbridos que deterioran la visual y
aniquilan el vuelo de las musas.
Con la desaparición de las estructuras
emblemáticas se difuminaron también los nombres de los lugares. Existen hoy varios espacios públicos que perdieron su
primitiva identidad y adquirieron nueva
chapa, sin que ninguna persona o institución reclame por ello.
Como ejemplos pueden citarse los de "El centro comercial
Anarkos" ahora apellidado "El
Hueco"; "El parque Don
Quijote" rebautizado
"Carantanta"; y "La calle de la Viuda" pomposamente
apodada "Calle de la Moneda", seguramente para recordar excesivo robo de
moneda en la construcción del inservible esperpento levantado en ella,
certeramente conocido como "El cajón".
Todo esto para decir que ojalá perdure el popayanejo nombre de "El
Morro", que es así como humildemente
los viejos liceístas distinguen ese promontorio ceremonial, desde el que
diariamente se esparcen y se elevan los aromáticos espirales del "porro".
Relatos populares insinúan que acartonados
hechos históricos no se originaron como los textos narran, sino de manera mucho
más liviana y divertida, y aunque es bien probable que la remilgada
intelectualidad lugareña prefiera la fantasiosa elocuencia de historiógrafos,
la estupenda realidad muestra que al común de los mortales les divierten más
las tradiciones orales, y prefieren las embriagadoras esencias vegetales para
recordar entre sus humos la incuestionable sencillez de un nombre.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 18.10.14