sábado, 18 de octubre de 2014

Ciudad, arquitectura y nombres




 Se acentúa en Popayán aguda tendencia a deformar la memoria, y desfigurar la ciudad que es la superficie material en donde reside la historia.

 En ocasiones es prudente dejar que sea la gota la que horade la roca y no forzar perforaciones a martillo y cincel.

 Se sabe sí que lo ocurrido en Popayán en 1983  fue un verdadero terremoto, no un simple temblor, que tuvo la fuerza suficiente para trasformar en segundos el perfil urbano del poblado,  y sepultar irremediablemente coloniales construcciones que adornaban  el centro histórico del que sólo subsiste la denominación.

 La joya arquitectónica desapareció para siempre, y cada día es mucho más palpable el desbarajuste auspiciado desde las curadurías, y otras agencias burocráticas que no detuvieron a tiempo fatales reformas  emprendidas por albañiles y mercachifles.

 Por añadidura ese telúrico episodio eliminó la posibilidad de lograr para Popayán la catalogación como  patrimonio arquitectónico de la humanidad,  -obviamente por substracción de materia-,  y  para colmo de males perturbó también la personalidad de los patojos, extinguió en ellos  el sentido estético y el concepto de armonía, y peor que todo,  erradicó de sus almas el respeto debido a costumbres y tradiciones que antaño los caracterizaron.

 En el centro viejo de Popayán las casas no se modificaban mucho, o se modificaban para mejorar, prueba de ello son las sobrevivientes sedes comerciales de la Caja Agraria, hoy impropiamente embadurnada como centro comercial,  y  de los bancos Cafetero y Popular, construidas en tiempos recientes muy próximos a los  del terremoto, verdaderos diseños de arquitectura que encajaron en el estilo de la ciudad histórica.

 Después del percance sísmico le han aplicado a la ciudad unos emplastos de cemento que aparatosamente riñen con el estilo antiguo y lamentablemente se divorcian de lo moderno. Son unos constructos híbridos  que deterioran la visual y aniquilan el vuelo de las musas.

 Con la desaparición de las estructuras emblemáticas se difuminaron también los nombres de los lugares. Existen hoy  varios espacios públicos que perdieron su primitiva identidad y  adquirieron nueva chapa, sin que ninguna persona o institución reclame por ello.

 Como ejemplos  pueden citarse  los de "El centro comercial Anarkos"  ahora apellidado "El Hueco";  "El parque Don Quijote"  rebautizado "Carantanta";  y  "La calle de la Viuda" pomposamente apodada "Calle de la Moneda",  seguramente para recordar excesivo robo de moneda en la construcción del inservible esperpento levantado en ella, certeramente conocido como "El cajón".

 Todo esto para decir que ojalá perdure  el popayanejo nombre de "El Morro",  que es así como humildemente los viejos liceístas distinguen ese promontorio ceremonial, desde el que diariamente se esparcen y se elevan los aromáticos espirales del "porro".

 Relatos populares insinúan que acartonados hechos históricos no se originaron como los textos narran, sino de manera mucho más liviana y divertida, y aunque es bien probable que la remilgada intelectualidad lugareña prefiera la fantasiosa elocuencia de historiógrafos, la estupenda realidad muestra que al común de los mortales les divierten más las tradiciones orales, y prefieren las embriagadoras esencias vegetales para recordar entre sus humos la incuestionable sencillez de un nombre.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 18.10.14