domingo, 22 de septiembre de 2013

Todo o nada




 Del estilo de política activa y escalonada, hecha en el terreno para conseguir votos físicos mediante contacto con el  pueblo, se pasó a los actos de autoridad y disciplinas perrunas ejercidas por conductores que arman listas de aspirantes al congreso a punta de bolígrafo.

 En tiempos del predominio bipartidista, con las debilidades y fortalezas que a las  colectividades tradicionales puedan atribuirse, se celebraban reuniones amplias, cabalmente denominadas convenciones, a las que la militancia parroquial acudía con sus jefes, que como tales se consideraba a quienes permanentemente daban vida al ideario  y mantenían encendida la llama doctrinaria, para definir candidaturas e integrar   planchas que luego se sometían al escrutinio popular.

 Eran épocas  en que los dirigentes regionales asistían como delegados de grupos poblacionales a reclamar inclusión en corporaciones de todos los niveles, concejos, asambleas, cámara y senado, y la lograban.

 Obviamente el proselitismo era permanente y a lo largo de los años se hacía indispensable mantener comunicación con los electores para poder conservar los derechos de liderazgo, o recuperarlos, o para conquistarlos cuando no se tenían.

 Por supuesto que las convenciones no eran fáciles, y es cierto que  se montaban algunas tenazas para asfixiar a los de menor empuje, pero a ratos se daban golpes certeros que lograban desarticular camarillas y desplazar a los parásitos de los partidos que siempre los hubo y los hay.

 La sofisticación de la política hizo que algunos personajes ignotos, sin necesidad de sudar la camiseta, resultaran metidos en esas listas sin saberse cómo ni por qué, y así se fue constituyendo una cierta elite que resultó dirigiendo las políticas públicas sin untarse de pueblo.

 Es lo mismo  que hoy sucede con las listas uribistas al interior del más intrépido experimento plutocrático de todos los tiempos.

 Marca la diferencia, eso sí, que no ocurre dentro de los partidos tradicionales, sino en la médula de una organización carente de locomotoras oficiales que le acopien votos.

 No interesa en esta columna pronosticar resultados electorales. Pero sí es el propósito destacar que nunca se había visto, en toda la historia republicana, que un solo hombre  público, ampliamente conocido y controversial, se jugara su potencial electoral en beneficio de ilustres desconocidos a los que el pueblo nada les debe y que son figuras mas vale distantes de las bases populares.

 Sólo un verdadero varón electoral puede correr ese riesgo, y en eso va el coraje del expresidente Álvaro Uribe Vélez, que en una sola apuesta pone todo  su prestigio político y su acervo doctrinario a disposición de quienes no se han jugado por una idea,  ni exhiben méritos personales distintos a la estrecha amistad con quien los escogió. Esa es una movida que puede resultar maestra o arruinar al puro centro democrático. Va por todo o por nada.

 Gran reto además para otros partidos que aún no definen sus alineaciones y  sufren la deserción de sus huestes hacia la aventura centrista.

 Coletilla: Los conservadores de la derecha, ayunos de poder por tantos años, seguimos firmes esperando convención nacional, listas y candidatos que nos entusiasmen.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 21.09.13