lunes, 15 de abril de 2013

Fiscal equivocado

Los ciudadanos, a fuerza de presenciar equívocas escenas repetidas, terminan admitiendo como normales ciertos hechos que no lo son.
Siempre se dice que la costumbre hace ley.  Aunque, dados los avances del constitucionalismo, hoy no debiera acudirse con mucha frecuencia a semejante fuente normativa del comportamiento social. Lo consuetudinario no es malo en sí, pero jurídicamente  resulta reprochable que empleados estatales, obligados por ley a respetar el derecho positivo, como alegres comadres hagan eco al barullo de quienes trajinan la ilicitud.
Tales equivocaciones,  –para otorgar el beneficio de la duda --,  no son tan nuevas ni tan admisibles, sobre todo si se piensa en el fuero de quienes han incurrido en ellas.
No está muy lejano el dislate interpretativo del aparato judicial, que desestimó como prueba  el contenido de discos duros y adminículos de memoria encontrados en el campamento terrorista de alias Raúl Reyes, en los que a ojos de la comunidad internacional y nacional  se evidenció la alianza entre facciosos y conocidos dirigentes políticos colombianos. Alianza que sigue pendiente de investigación y sanción.
Ni lejano está el despropósito agenciado por el Presidente Santos, que  sin justificación constitucional alguna, y sólo para satisfacer caprichos de astutos magistrados, olímpicamente cambió la terna para elección de Fiscal General de la Nación, cambio que resultó dañoso para la credibilidad del sistema judicial por cuanto la elegida y su cónyuge  habían asistido a cumbres del paramilitarismo.
Y así, de vulneración en vulneración del orden legítimo, hemos asistido a otros espectáculos, no tan circenses sino más vale trágicos y vergonzosos para el establecimiento.
Que el Presidente, en campaña reeleccionista y en busca de premios internacionales, cope pantallas, utilice micrófonos y se disfrace de pueblo para animar la platea no es raro. Esa es su vocación, montar tinglados y actuar en sainetes.
Pero que el Fiscal General; el más encumbrado investigador judicial, encargado de acopiar elementos probatorios para imputar a los delincuentes conductas violatorias del ordenamiento punitivo, competente para solicitar medidas de aseguramiento que les impidan seguir atropellando a sus víctimas, señalado por la Constitución para acusarlos en juicio público y demandar, a nombre de los ofendidos, sanciones ejemplares contra los victimarios;  se deje utilizar y salga a las calles a lanzar arengas plenas de significado prejuicioso, es comportamiento desbordado.
En ningún Estado respetuoso del ordenamiento legal, amante del orden, promotor de la justicia y comprometido con la humanidad a salvaguardar la integridad personal, la vida, honra y bienes de sus asociados, puede admitirse, ni como norma ni como costumbre, que el funcionario constitucionalmente investido para adelantar el ejercicio de la acción penal y realizar la investigación de los hechos que revistan las características de un delito, olvide, así sea momentáneamente,  la dimensión de su investidura, y pretendiendo comportarse como ciudadano masa, permita que su misión institucional coexista, se mezcle o se confunda con las proclamas de una manifestación financiada por quienes ambicionan el poder mediante la acción armada.
No señor Fiscal, usted no es masa popular, usted pertenece a encumbrada jerarquía éticamente impedida para agitar a las multitudes.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán 12.04.13