martes, 7 de agosto de 2012

Los efectos del engaño

 
Cumplidos dos años de gobierno del Presidente Santos, prenden motores los grupos interesados en sucederlo.
En las democracias es así, ocurrida la posesión de un nuevo mandatario comienzan las reestructuraciones y acomodamientos enfilados a recuperar el poder perdido, o a conquistar el que no se ha tenido. Así se relevan roscas y camarillas.
Los meses quemados en implantar nuevos esquemas y estrategias de lucha, contra  problemas endémicos, fueron escasos para mostrar otra imagen nacional. Se agotaron los trayectos de ascenso, y viene el descenso cada vez más corto y vertiginoso.
Pasar bien a la historia, ingresar al club de los mejores, obtener medalla de  excelencia no es fácil, e indefectiblemente la valoración se hace anticipada.
Ya  quisieran gobernantes y seguidores que se califiquen sus ejecutorias sobre periodos vencidos, sobre mandatos concluidos, pero no, los pueblos nunca esperan porque el futuro es ahora, y porque las soluciones ofrecidas y  deseadas debieran estar en plena florescencia.
Se sabe que en distintos aspectos, en temas cruciales, nos quedaremos con los crespos hechos y ya lo que fue, fue.
Marchitas las flores de la celebración queda el salón vacío, y los barrenderos empuñan sus escobas, no sólo para sacar la basura, sino para empujar a los borrachitos despistados que todavía no sospechan el final de la fiesta.
A Santos no le ha ido mal en las actuales circunstancias, frente a las enormes dificultades económicas y sociales que a diario oscurecen el panorama político, puede darse por satisfecho si pasa raspando con un tres escueto. El cinco aclamado pasó a  la historia hace muchos años, y el sobresaliente cuatro se hace esquivo y distante, sobre todo en tiempos de dudas.
Y eso fue lo que sembró Santos en el arranque, terribles dudas que rompieron esperanzas, dudas que crecieron a la sombra de un discurso ambiguo, en el que no se dijeron las cosas como debían decirse, obviamente porque no se hicieron como debían hacerse.
Cuando se tiene lucidez mental uno quiere que le digan las cosas al derecho y como son, sobre todo cuando la silueta del tapado es identificable bajo la capa con que se le cubre.
Desde ahora el entramado se modifica, los actores del sainete actual deben recoger sus bártulos, aplausos y rechiflas, y marcharse al camerino para darle pista a la nueva función.
Atentos estamos para que se nos diga con honradez cómo es el tejemaneje futuro del conflicto, ya mayores de edad que somos, y curtidos como estamos de vivir a la intemperie, sometidos a las más dolorosas pruebas de supervivencia y de humillación, necesitamos líderes sinceros que no nos engañen, que utilicen la palabra franca para cantarnos la verdad de sus aspiraciones e intereses, que nos muestren la baraja sin marcas, y que nos aseguren la correcta interpretación de nuestros anhelos. Esa es la música que nos gusta, la  real, la genuina, la de la claridad en el decir y en el obrar.
A Santos, si no nos hubiera mentido, le habría ido mejor. No hay tiempo de llorar.   
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, agosto 7 de 2012