Entre la intensa actividad de Francisco, Sumo
Pontífice Romano, florece la encíclica Lumen Fidei, documento llamado a rescatar la fuerza de la
fe en un mundo poblado por hombres atrapados en engaños de idolatrías.
Asume nuestro Papa su línea doctrinaria y hace
público el pensamiento de la iglesia contemporánea frente a las virtudes
teologales.
Con la humildad que lo caracteriza advierte
que el trabajo toma como base un texto ya iniciado por su predecesor Benedicto
XVI, texto al que hace algunos aportes, para divulgar ante el cristianismo de
ahora la eterna trascendencia de la fe.
Profundo significado encierra para los
creyentes el que esas consideraciones sobre la fuerza de su luz justamente se
hagan públicas en el año de la fe.
El título de la encíclica se inspira en el
Evangelio de San Juan (12,46); “Yo he
venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.”
En crítica directa al pensamiento de Federico Nietzsche; quien
presenta la fe como un espejismo que impide la búsqueda de la verdad y la
asocia a la oscuridad; la carta encíclica de Francisco plantea la necesidad de
recuperar el carácter luminoso de la fe, pues cuando la llama de la fe se apaga
todas las otras luces languidecen. Por eso nos dice que ¨La característica
propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del
hombre.”
En síntesis, la fe es la luz que viene desde el
infinito pasado y resplandece hasta los infinitos horizontes del futuro.
En estos tiempos en que el hombre tiene
necesidad de luz, la fe es una luz por descubrir, no una luz ilusoria.
En cuatro capítulos magistrales se hace un
recorrido histórico de la fe, que comienza en la vivencia del Patriarca Abrahán
y en los pasajes del Viejo Testamento que contienen la “memoria de una
promesa”: “Tu descendencia será
numerosa, serás padre de un gran pueblo.” (Gen. 13,16; 15,5; 22,17).
En la prueba de fe que soportó Abrahán, con su hijo al borde del sacrificio,
el Papa Francisco nos demuestra que la fe es garantía de vida eterna más allá de
todo peligro.
La encíclica refresca la evocación de la fe
como experiencia de dos vías que San Agustín explica así: “El hombre es fiel creyendo a Dios, que
promete; Dios es fiel dando lo que promete al hombre.”
También el arte fortalece esta interpretación
lumínica de la fe, y así el texto acude al maravilloso efecto visual de las
catedrales góticas, en las que la luz del cielo se cierne a través de los vitrales
que representan la historia sagrada; o a la poética imaginación de Dante que la compara con “chispa, que se
convierte en llama …”
Ya advertiría el lector que, desde nuestra
lega condición, por carencia de órdenes sagradas y ausencia de conocimientos
teológicos, no es propósito analizar el texto pontificio, pero sí incitar a
leerlo, porque promete acercarnos a ese Dios que tanto invocamos y del que nada conocemos.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, julio 6 de 2013