domingo, 7 de julio de 2013

A la luz de la fe





 Entre la intensa actividad de Francisco, Sumo Pontífice Romano, florece la encíclica Lumen Fidei,  documento llamado a rescatar la fuerza de la fe en un mundo poblado por hombres atrapados en engaños de idolatrías.

 Asume nuestro Papa su línea doctrinaria y hace público el pensamiento de la iglesia contemporánea frente a las virtudes teologales.

 Con la humildad que lo caracteriza advierte que el trabajo toma como base un texto ya iniciado por su predecesor Benedicto XVI, texto al que hace algunos aportes, para divulgar ante el cristianismo de ahora la eterna trascendencia de la fe.

 Profundo significado encierra para los creyentes el que esas consideraciones sobre la fuerza de su luz justamente se hagan públicas en el año de la fe.

 El título de la encíclica se inspira en el Evangelio de San Juan (12,46);  “Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.”

 En crítica directa  al pensamiento de Federico Nietzsche; quien presenta la fe como un espejismo que impide la búsqueda de la verdad y la asocia a la oscuridad; la carta encíclica de Francisco plantea la necesidad de recuperar el carácter luminoso de la fe, pues cuando la llama de la fe se apaga todas las otras luces languidecen. Por eso nos dice que ¨La característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre.”  

 En síntesis, la fe es la luz que viene desde el infinito pasado y resplandece hasta los infinitos horizontes del futuro.

 En estos tiempos en que el hombre tiene necesidad de luz, la fe es una luz por descubrir, no una luz ilusoria.

 En cuatro capítulos magistrales se hace un recorrido histórico de la fe, que comienza en la vivencia del Patriarca Abrahán y en los pasajes del Viejo Testamento que contienen la “memoria de una promesa”:  “Tu descendencia será numerosa, serás padre de un gran pueblo.” (Gen. 13,16; 15,5; 22,17).

 En la prueba de fe que soportó  Abrahán, con su hijo al borde del sacrificio, el Papa Francisco nos demuestra que la fe es garantía de vida eterna más allá de todo peligro.

 La encíclica refresca la evocación de la fe como experiencia de dos vías que San Agustín explica así:  “El hombre es fiel creyendo a Dios, que promete; Dios es fiel dando lo que promete al hombre.”

 También el arte fortalece esta interpretación lumínica de la fe, y así el texto acude al maravilloso efecto visual de las catedrales góticas, en las que la luz del cielo se cierne a través de los vitrales que representan la historia sagrada; o a la poética imaginación  de Dante que la compara con “chispa, que se convierte en llama …”

 Ya advertiría el lector que, desde nuestra lega condición, por carencia de órdenes sagradas y ausencia de conocimientos teológicos, no es propósito analizar el texto pontificio, pero sí incitar a leerlo, porque promete acercarnos a ese Dios que tanto invocamos  y del que nada conocemos.


Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, julio 6 de 2013