sábado, 28 de marzo de 2015

Al desvencijado Cauca:



 Me inquieta que los ecos que percibo correspondan a la tempestad que relampaguea sobre tu cielo, ese cielo que ayer mirábamos apendejados e ingenuos, nítido y suave pero traicionero y mojigato como los barrizales en que se arrastra tu adormecida capital.

 En mis tardes, que no son como las que antaño contemplábamos por entre cortinas de arrebol, camino por los callejones en que se desmayaban geranios y violetas, pero regreso asqueado para decirte verdad, pues como mis ojos poco ven, en compensación natura ha exacerbado mi sentido del olfato, al punto que no soporto larga marcha por entre la pestilencia que esos callejones expelen.

 Algunos samaritanos me auxilian si me encuentran tratando de avanzar sin detallar el horizonte, porque sólo atino a dar pequeños pasos, me toman del brazo, me animan a levantar la vista y a mirarle la cara a los que pasan, como para que reconozca entre la multitud algunas personas de fiar   -así decían nuestros abuelos cuando querían referirse a gentes honestas y pulcras que andaban los caminos ¿recuerdas?-   pero rápido se nota  que esas personas escasean.

 Cuando puedo madrugar para ir a bañarme en el río me siento melancólico y menguado, ya no me dejan emprender sólo la marcha por los bosques amigos; las cosas que suceden en ellos resultan aterradoras y desconcertantes, hace unos días oí que los niños regresan amputados a sus casas, cuando regresan, y que a las niñas les roban la inocencia; y que en algunos casos, a unos pobres viejos, más viejos y mas pobres que nosotros apreciado Cauca, nos llevan a empellones por los bancos y notarías a entregar hasta  lo que no tenemos, y todo lo que tenemos claro está, por lo que me toca aguardar que mis hijos vayan conmigo al baño, digo al río, para que mientras me zambullo, ellos custodien las escasas monedas que conservo para mañana junto con la cajita de medicamentos que mi salud reclama.

 Te cuento estas cosas como advertencia, para que ampares el magro patrimonio que te queda, tanto el material como el moral, para que salvaguardes tu integridad territorial, no sea que en una aventura terminen rapándote el sobrante, porque, y esto es algo que me dijo alguien que te conoce bastante, se sabe que vas a estar ligero de fondos, y que, también me lo dijo el tipo, dizque hace unos días, o años  -los jueces ya no se angustian por las medidas del tiempo-  dizque te metieron las manos al cajón y te dejaron tembloroso, debilucho y sin esperanzas.

 Pues bien querido Cauca, no te dejes endulzar el oído de tantos bribones que por allí aparecen con afanes de inversiones fabulosas, los dineros de tu salud, y de la educación de tus nietos, y los de mantener transitables los caminos son sagrados, pero también resultan los más apetecidos.

Si el tiempo me da tiempo, te volveré a escribir para decirte qué dicen de los amigotes que te andan buscando.

Un abrazo empobrecido Cauca, yo cumplo con avisarte, pero eres tú el que debe defenderse.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 28.03.15

lunes, 23 de marzo de 2015

Atajos peligrosos



 Nada bueno se decide para el Cauca si es que logran su partición material.

 De lo que debemos hablar es de reunirlo, reorganizarlo y fortalecerlo, ese debe ser el espíritu de las transformaciones que propongamos, porque, verdad sabida, no existen fórmulas físicas para desplazar el eje de la carretera panamericana, y mientras ella comunique el Valle Geográfico del río Cauca con la Planicie de Popayán, aunque estemos partidos y tengamos legalmente liquidada la sociedad de hecho, sobre dicha arteria comercial recaerán bloqueos si subsisten las causas que los motivan.

 Las reclamaciones territoriales en el Cauca no son nuevas. Asignaciones, adjudicaciones y demarcaciones han ido y venido desde cuando bellamente se resolvió decir que la propiedad cumple una función social. Y qué bueno que en la práctica así fuera, pero sólo lo es en teoría constitucional.

 Irresponsablemente el centralismo del sistema ha hecho que los conflictos departamentales se disimulen con intempestiva intervención de encopetados burócratas, a quienes por su parentesco con la elite, mas no por su cercanía  con las realidades sociales, se les delega para fumarse la pipa de la paz y para beberse el espirituoso fermento de mentirosas concertaciones.

 Los caucanos que cargamos el bulto de la incomprensión nacional, del olvido gubernamental y de la violencia irracional ejercida contra el pueblo raso, contra campesinos inermes, y también contra desvalidos indígenas que discrepan de las piruetas negociales temerariamente ejecutadas por sus autoridades naturales, somos los directos llamados a componer las discordias, y a buscarle salidas programáticas a esta centenaria tensión sobre dominio y uso de la tierra, pero siempre pensando en que la unión para generar ingresos  hace la fuerza, y en que si  improductivos nos dividen improductivos nos derrotan.

 Obvio  que se necesita desmontar el connubio fraguado por algunos dirigentes indígenas y campesinos para lucrarse individualmente en compras de predios, y debe darse prioridad a proyectos de comunidades que verdaderamente necesiten tierra para trabajarla.

  Se requiere tutelar la supervivencia del campesino puro en espacios ariscos, en donde no se sabe cuándo ataque la guerrilla -que acá va en progreso-, o cuándo llegue la nota de embargo sobre la cosecha futura, o el veredicto expropiatorio sobre la parcela, porque a la hora de la verdad la tierra supuestamente propia pende del litigio que se tramita en Cuba con los adalides del terrorismo.

 Afortunados seríamos si sobre estas estepas soplaran vientos de cambio, pero las señales actuales, que son las reales, muestran inocultables prácticas de nepotismo, supervivencia de rancios cacicazgos, y grosera consolidación de proyectos políticos perversos.

 En este agrietado Cauca, sobre la integridad ética de la juventud inteligente, se intenta imponer el sucio poder del dinero, y tras el parapeto de frágiles marionetas se lubrican vetustos organigramas de propaganda y control electoral, para atornillar en el mando a unas dinastías corruptas que profundizarán exclusiones y desigualdad.

 Quiera Dios que nos refresque un vendaval de voluntades dispuestas a modificar tan negro porvenir. Magnífico sería que se agiten huracanes para revitalizar la fuerza moral de este pueblo caucano sumido en la espantosa mecánica del subsidio y la limosna.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 22.03.15

lunes, 16 de marzo de 2015

"Tito" al tablero




 Dormía la mar cuando la tempestad rompió su calma ...

 Bajo las aguas oleosas de pequeña bahía se desplazan, confiados y regordetes, voraces tiburones que no tragan carroña sino gruesas tajadas de tesoro público  intencionalmente arrojadas por la borda de perezosa navecilla reflotada.

 Todo en cubierta es taimado y melindroso, a tal extremo que el cambio de mando y los  relevos de marinería a nadie trasnochan, a bordo claro está, porque en el agitado perfil continental la espera es bien distinta.

 Curtidos navegantes de otros mares y otras naves, ansiosos de timón y de horizontes, apuntan su catalejo al desvencijado botecito que amenaza naufragio a cambio de amurar.

 ...  así soñaba el soñador su sueño en la rocosa orilla del futuro cuando el trueno hirió el silencio.

 A quienes tienen la manía de esperar las alboradas pueblerinas para quitarse las cobijas y saltar festivos a la ventana, provistos de serpentinas y confetis que arrojan delirantes sobre las calvas testas de eternos agitadores del cotarro, los vino a sorprender la algarabía de quienes se cansaron de esperar en las higueras que pase el redentor.

 Cambian los tiempos y también las maneras en estos humillados confines de la geografía nacional, que a ratos sólo se mencionan ante la rabiosa detonación del artefacto asesino, o bajo la entrada furtiva del emisario central que viene a calmar las aguas y desaparece risueño entre la bruma de los ofrecimientos.

 Quienes quieren poder, y saben que lo deben luchar, prendieron el mechero y le arrimaron fuego al castillo antes de la media noche.

 Con las luces del día, antes de que sea más tarde, pusieron en evidencia los suculentos potajes aliñados en el salón de los espejos, bastante a las espaldas de la opinión pública y un tanto por debajo del mínimo decoro que la política demanda.

 Un mensaje del periodismo escrito, destinado al Presidente Santos,  habla del caos que reina en estas tierras, en las que se echan de menos "ejercicios democráticos y participativos",  en los que debiera imperar la transparencia, pues  "lo contrario será sembrar nuevas causas de descontento porque se percibirá manipulación para el marginamiento desde los poderes regionales del Estado". (Se puede revisar la columna http://www.elpueblo.com.co/elnuevoliberal/senor-presidente/  de Nelson Paz Anaya).

 Y una respuesta, también del periodismo escrito, firmada por el joven dirigente departamental Santiago Zambrano Simmonds, (Consúltese la columna http://www.elpueblo.com.co/elnuevoliberal/la-rumorologia-del-gobernador/ ), deja muy claro que los comportamientos, los intereses y los compromisos del gobernador Temístocles Ortega generan críticas que el mandatario no tolera.

 Impuesta como candidata a la alcaldía de Popayán una hermana del Senador Velasco Chávez, queda entero y servido el tema de la exclusión, y expectante queda el departamento mientras el señor gobernador sale a los medios, ojalá con prontitud y claridad, a explicar como es que se intercambian favorecimientos, se expiden avales y se impulsan candidaturas a gobernación del Cauca y alcaldía de Popayán, con inocultables intenciones de seguir gobernando en cuerpo ajeno, y de consolidar en esta sacrificada esquina nacional rancias dinastías y unos andamiajes familiares que, aparte de ejercer olímpico nepotismo, obstruyen el paso a nuevas corrientes del pensamiento.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 16.03.15

domingo, 8 de marzo de 2015

Las guerras que nos quedan




 Es tristeza lo que se siente al constatar que el país se desgracia.  En esta hora tétrica parece confirmarse el gráfico dicho popular que pronostica la inexistencia de barranco para atajar al pobre que recula.

 En el caso del Cauca la situación es doblemente lacerante porque la descastada dirigencia actual desdibuja la página escrita por dignos antecesores que en decisivos episodios de la vida nacional, dentro de civilizadas controversias político-sociales que hoy ya no se estilan, pusieron por encima de sus intereses particulares las necesidades y conveniencias de la región, mientras a los conocidos negociantes de ahora solo les interesa manipular las finanzas públicas, para hacer y deshacer con los dineros del erario, y repartir entre amigotes la contratación oficial.

 Además porque a este departamento martirizado y desangrado por las violencias de la naturaleza, de la política, del narcoterrorismo y de la insaciable territorialidad indigenista, se le agotan los horizontes de esperanza, frente al descaro de unas Cortes de Justicia que no se refrenan para rematar en pública subasta torcidas soluciones judiciales inevitablemente dañinas para los intereses colectivos.

 Las noticias dicen que a los magistrados de ahora no los motiva la justicia, en su romántica acepción de dar a cada quien lo que le corresponde, sino el fajo de billetes circulante en agasajos, homenajes y convites que en sus casas organizan ellos mismos con el inocultable propósito de negociar en confianza lo que no se debiera negociar.

 ¿Qué se puede esperar que suceda con las víctimas y con diversas comunidades desprotegidas, -que esperan equidad y solidaridad estatales en múltiples asentamientos poblacionales distantes de la aristocracia capitalina-, cuando los encargados de preservar sus derechos constitucionales, lejos de interesarse por reparar permanentes omisiones y ausencias del establecimiento, simplemente se ocupan de atiborrar sus estómagos y sus cuentas personales, sin pensar siquiera que los colombianos del barro mueren de pobreza?

 ¿Cómo se les hará entender a los desvalidos, a los necesitados, a los miserables, que en el ficticio postconflicto no habrá nada para ellos, porque el dinero que ya se dilapida en teóricas soluciones, como la contratada con el visionario profesor Mockus,  sólo alcanza para profundizar las diferencias de clase y engordar los bolsillos de los lambones del régimen?

 ¿De qué manera se puede convencer a los muchachos de las barriadas para que no atraquen al vecino, no despojen al caminante, no asalten al turista, y no violenten a sus propias familias, si los encargados de investigarlos, juzgarlos y sancionarlos, recurren a sofisticados procederes para atracar, despojar, asaltar y violentar a la sociedad colombiana en su conjunto?

 ¿Cuál será el mecanismo para obtener que los narcoterroristas temporalmente  licenciados en Cuba, admitan su condición de victimarios mas no de víctimas, cuando los encumbrados magistrados de las altas Cortes, al igual que los reacios bandidos, también  victimizan al pueblo que dicen defender?

 ¿Tiene el gobernante alguna pegajosa trapisonda para enmelar al incauto rebaño de marchistas y hacerle creer que las violencias y las guerras que nos quedan no serán el obligado fruto de las mismas injusticias insolutas?

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 09.03.15