Si el sueño de la paz se concretara, buenísimo,
a ninguna persona normal se le ocurriría rechazar las bondades de semejante
bien espiritual que conduciría a invaluables desarrollos materiales, y a
superiores estados de equidad y justicia.
Lo complicado es entender cómo se firma la paz con una contraparte que no la
quiere.
Sería interesante saber qué es lo que el
presidente Santos sabe, que nosotros no sabemos, ni los narcoterroristas
tampoco. Y de enorme beneficio para el país resultaría que el presidente dijera
de dónde le llegan las ocurrencias que no
les llegan ni a los cabecillas, ni a los voceros, ni a las hordas de facinerosos
que se reafirman en los propósitos de destruir, traficar y asesinar.
Si los avances de los diálogos fueran reales
se justificaría el optimismo gubernamental y el pueblo no tendría motivos para
pensar en simples truculencias de desinformación, pero las permanentes declaraciones
del narcoterrorismo y su constante accionar homicida permiten concluir que el
señor Santos negocia en otra mesa o que los de la mesa cubana hacen todo lo posible para confundirlo.
De ninguna manera distinta se puede
interpretar la evidente contradicción entre la publicidad gubernamental y los
inmediatos desmentidos de "Timochenko" y "Márquez", y de
sus ignotos subordinados que dinamitan la
infraestructura nacional.
Si Santos dice que los diálogos de paz están
en la recta final, sus contradictores habaneros ripostan que no hay tal recta y
queman varias tractomulas; si el uno
anuncia que ya viene el silenciamiento de los fusiles, los otros informan que
ese vocabulario no encaja en sus costumbres y matan varios policías; cuando el
primero se atreve a decir que los acuerdos van por buen camino, los segundo
rechazan el marco para la paz y la justicia transicional, y la entrega de armas.
¿A qué aspiran los herederos de
"Tirofijo"? ... ¿Cuál es la verdad sobre el prolongado conversatorio
habanero? ... ¿Cuánto vale, en qué consiste y desde cuándo se contrajo la deuda
que Santos no le ha podido pagar a los narcoterroristas? ... y como dicen los
propios bandidos: ¿A qué juega Santos? ... Porque lo cierto es que les puso el
país en bandeja, les facilitó desplazamientos que la sociedad colombiana no comparte
y no acepta, les otorgó extensas zonas para que sigan delinquiendo, aún a
riesgo de comprometer la integridad de las líneas fronterizas y buena parte del
territorio nacional, tiene frenados los operativos militares en regiones
turbulentas como las selvas del Pacífico, y ha consentido que le manejen los
tiempos y los términos de la "negociación" como si los legítimos
fueran ellos.
Semejantes ventajas, que no las
merecen y que han convertido en mecanismo de burla, son suficientes para que se
le ponga plazo al recreo. El futuro de Colombia no puede hipotecarse en
garantía de convenios secretos que la sociedad no ha suscrito. La sospechosa
dilación de conversaciones agota la paciencia nacional, máxime cuando las noticias
oficiales se desmoronan bajo la advertencia mafiosa de que la charla
sólo va en el cincuenta por ciento de lo pensado.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 13.09.14