domingo, 21 de julio de 2013

Ruptura necesaria




Cuando las ciudades quieren modernizarse  y rompen sus comportamientos retardatarios  emergen el confort y bienestar propios de nuestro siglo.

En materia de transformación urbanística no existen campos vedados, la creatividad hace parte del desarrollo humano y la imaginación es motor que  genera progreso.

Una cosa es preservar espacios históricos que enaltecen arte, tradiciones y cultura de los pueblos, y otra muy diferente apegarse a esquemas antiestéticos, antihigiénicos y antisociales que proliferan junto a muchos edificios y espacios públicos artificiosamente magnificados.

Las galerías, como vinieron a llamarse los expendios públicos de productos procedentes del sector agropecuario, de la recolección en general, de la caza y la pesca, y la reventa de  algunos procesados o derivados no siempre frescos ni bien conservados, constituyen serios problemas de organización, salubridad y seguridad en el mundo conocido.

Intensos debates se sostienen en algunas ciudades, casi siempre financiados por políticos con intereses mercantiles, que acuden a toda suerte de trabas y argucias para mantener esos focos de putrefacción en céntricos lugares citadinos, donde no sólo molestan sino que degradan las  buenas condiciones de convivencia a que tienen derecho los vecinos ajenos a distintas modalidades de negocios invasivos, lícitos  e ilícitos, propios de tales mercados.

Popayán no es la excepción. La galería del barrio Bolívar, malamente enquistada en zona central de la ciudad, es el mayor adefesio arquitectónico de los tantos que aquí construyen, remodelan y conservan, sin que tengan relación alguna con la fama que liga al urbanismo colonial o a profusas gestas históricas que fueron lustre de la sociedad payanesa.

Efectivamente el horroroso mercado, pútrido y contaminante, ya casi se confunde con hermosos asentamientos habitacionales, barrios exclusivos por la honorabilidad y respetabilidad de sus habitantes, que forzados ahora por el deprimente deambular de meretrices y homosexuales, drogadictos, vagabundos y atracadores, están a punto de abandonar sus tradicionales viviendas, o mansamente resignarse a compartir espacio con indeseables actividades, detestables pasiones, vicios y consumos.

La extensa  zona urbana negativamente afectada por la galería del barrio Bolívar, que  perjudica sectores de la salud, la educación y la cultura, merece oportuno rescate.

El Hospital Universitario San José, La Universidad del Cauca, La Pamba y El Caldas no merecen ese vecindario.

La calle mas bella de Popayán, la que va desde el atrio de Santo Domingo hasta el Parque de Mosquera, tampoco merece ese triste remate entre la pestilencia de un botadero a cielo abierto en que están convertidos callejones próximos a la galería y ribera del Molino.

Los humillados  puentes de ladrillo a la vista, esas sí bellísimas construcciones antiguas incrustadas en el centro histórico, debieran ser vías de acceso a una gran zona verde, que abarque el abandonado Parque Mosquera, el lote de la galería y la desperdiciada plazoleta Carlos Albán.

Ese parque, surcado  por amplios bulevares que articulen la vieja ciudad con los conjuntos habitacionales modernos,  insinuados ya sobre las colinas  bordeadas por la antigua vía férrea, y con el complejo hospitalario de la Estancia, debe ser proyecto que ocupe a los arquitectos paisajistas y planificadores de la futura Popayán.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, julio de 2013