martes, 16 de agosto de 2011

Las montoneras



Montoneras de candidatos son las que quedan tras el cierre de inscripciones para aspirar a posiciones de representación popular.

Muy buenas unas candidaturas, malitas otras y lamentables muchas.

No es claro ni cierto que el gran caudal de aspiraciones determine los niveles del ejercicio democrático en Colombia.

Frente al deterioro del orden público en toda la geografía nacional, no es absolutamente real que sean los más capacitados quienes asumen la vocería de los partidos y de las comunidades con el propósito de mejorar servicios públicos, acceso a la educación, cobertura en salud, vías de comunicación, garantizar pulcritud en la ejecución de presupuestos, y purificar otros componentes de la vida social estrechamente vinculados a la administración pública.

Condicionamientos, amenazas y muertes signan este proceso que culminará en octubre con la elección de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales.

En territorios donde los candidatos  comprometieron partidas, cargos y contratos, con los emisarios de la delincuencia organizada, para que se les permitiera inscribirse ante las autoridades electorales; o donde algunos candidatos corajudos mantienen sus aspiraciones, aún ante amenazas contra ellos mismos y los miembros de su familia o de sus organizaciones de campaña; o en localidades donde armados ilegales secuestran y fusilan candidatos que no son de sus afectos, no puede hablarse de libertad, orden, ni democracia.

Los colombianos debemos recordar que grupos criminales con el respaldo armado  de guerrillas, que se reparten importantes zonas estratégicas para mantener sus negocios ilícitos y corredores de tránsito hacia el Océano Pacífico, están presionando poblaciones enteras para impedirles el derecho al sufragio, o imponerles la obligación de votar por personajes que militan en esas asociaciones mafiosas.

Nuestra tarea, en lo que queda de campaña electoral, no puede ser la reminiscencia de odios heredados a fuerza de estériles enfrentamientos partidistas.

Lo ideal es diseñar el futuro sobre la base de unas tradiciones culturales colombianas que hablan bien de nuestros ancestros, con altas miras de beneficio comunitario y desarrollo social acrisolados en los campos de la convivencia y la bondad.

Tenemos la imperiosa necesidad de no rivalizar sobre dolorosas contiendas fratricidas superadas, y recordar que  en los tiempos presentes los enemigos de todos los  colombianos son los grupos criminales organizados, que desvirtúan los valores de nuestra nacionalidad, atropellan los derechos fundamentales constitucionales, pervierten la juventud, entran a saco en las arcas públicas y perturban la  tranquilidad ciudadana con el primario empeño de amedrentar  para imponer el imperio de sus fusiles.

Hagamos frente a las serias amenazas que hoy se ciernen sobre nuestras familias, tradiciones y modestas pertenencias, y entendamos que  la lucha debe darse contra el terrorismo, la violencia, la extorsión, la amenaza y contra  los delincuentes que generan esos desajustes colectivos.

Estamos en momento crucial que nos exige decantar la peligrosa mezcla de montoneras hambrientas de poderío, financiadas y apuntaladas por el crimen transnacional, para hacer que flote la valía de quienes verdaderamente merecen gobernarnos y representarnos con la dignidad característica de las gentes de bien.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 12.08.11