Hace un siglo en el poblado
moralense, el 12 de octubre de 1911, nació Miguel Antonio Velasco Mera.
Ese jueves, fiesta de la raza y
día del árbol, bajo el característico
techo de paja que cubría las
casas levantadas durante el siglo XIX, cerca a la capilla consagrada al culto
del Patrono San Antonio de Padua, dentro de la franca sencillez y amorosa
austeridad del hogar formado por Néstor Velasco y Romelia Mera, llegó a la vida Miguel Antonio el segundo de
sus hijos.
La casa paterna se asentaba en el
fondo de la hondonada que durante la infancia conocimos con la bucólica
denominación de Guaicoseco, a la vera derecha del camino nacional, sobre el
trecho que desde la iglesia parroquial conduce al “Colegio Francisco Antonio Rada”.
Al norte del pueblo, costado
occidental del “Parque Los Fundadores”, en donde a mediados del siglo pasado existió
el almacén de los Velasco Cuellar, allí tuvo su sede comercial la familia Velasco
Mera, que hasta la muerte de don Néstor se dedicaba a la venta de paños, sedas
y adornos importados, artículos adquiridos
en el “Bazar Francés”, emblemática tienda del viejo Popayán, cuyo propietario
Arquímedes Velasco era hermano de Néstor y tío de Miguel.
En muy temprana juventud, a la
muerte del padre, Miguel Antonio se traslada a Cali, donde aprende mecanografía
y contabilidad en las llamadas Escuelas de Comercio, y así logra vincularse a
la vida de oficinista, inicialmente como escribiente de la alcaldía de Miranda,
luego como fiel en una empresa azucarera que entonces comenzaba a florecer al
sur del Valle del Cauca, y después como asistente contable del banco Agrícola
Hipotecario, que para la época dirigía don Abel Cruz Santos.
Flechado por Cupido regresó a
Morales, en junio de 1938, para contraer
matrimonio con Margarita María Cuevas
Velasco, hija de Samuel Cuevas y Josefina Velasco, y en ese hogar formado por Miguel y
Margarita, nacimos Nilson, fallecido a
tierna edad, Harold, Miguel, y Lucía Velasco Cuevas que sobrevivimos.
Desde ese tiempo agenció allí sus negocios particulares, en compraventas de
café, carbón vegetal, maderas redondas y
aserradas que transportaba hasta Cali en
los añorados Ferrocarriles del Pacífico,
y cuando el negocio maderero creció, fletaba embarcaciones marítimas a cupo completo, con maderas aserradas que
desde Salahonda, en la Costa del Pacífico nariñense, llegaban primero a
Buenaventura, y luego se transbordaban a las planchas ferroviarias para
subirlas a Cali.
Recorrió los caminos de la
política con el orden y la honradez como ideales, sirvió a sus gentes, trabajó
por el terruño y la comarca, en múltiples contiendas electorales abanderó la
causa del partido conservador para integrar los concejos municipales de Morales
y Timbío, y en dos oportunidades llegó a la Asamblea Departamental del Cauca y presidió su mesa directiva.
Miguel Antonio Velasco Mera, en
el centenario de su natalicio, nos permite evocar tiempos idos, cuando el amor
de hogar, el sentido de responsabilidad integral, y los compromisos de solidaridad social,
conformaban la estructura familiar que fundaba pueblos prósperos y marcaba rumbos ejemplares.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, octubre de 2011