martes, 11 de octubre de 2011

Un siglo después



Hace un siglo en el poblado moralense, el 12 de octubre de 1911, nació Miguel Antonio Velasco Mera.

Ese jueves, fiesta de la raza y día del árbol, bajo el característico  techo de paja  que cubría las casas levantadas durante el siglo XIX, cerca a la capilla consagrada al culto del Patrono San Antonio de Padua, dentro de la franca sencillez y amorosa austeridad del hogar formado por Néstor Velasco y Romelia Mera,  llegó a la vida Miguel Antonio el segundo de sus hijos.

La casa paterna se asentaba en el fondo de la hondonada que durante la infancia conocimos con la bucólica denominación de Guaicoseco, a la vera derecha del camino nacional, sobre el trecho que desde la iglesia parroquial  conduce al “Colegio Francisco Antonio Rada”.

Al norte del pueblo, costado occidental del “Parque Los Fundadores”, en donde a mediados del siglo pasado existió el almacén de los Velasco Cuellar, allí  tuvo su sede comercial la familia Velasco Mera, que hasta la muerte de don Néstor se dedicaba a la venta de paños, sedas y adornos  importados, artículos adquiridos en el “Bazar Francés”, emblemática tienda del viejo Popayán, cuyo propietario Arquímedes Velasco era hermano de Néstor y tío de Miguel.

En muy temprana juventud, a la muerte del padre, Miguel Antonio se traslada a Cali, donde aprende mecanografía y contabilidad en las llamadas Escuelas de Comercio, y así logra vincularse a la vida de oficinista, inicialmente como escribiente de la alcaldía de Miranda, luego como fiel en una empresa azucarera que entonces comenzaba a florecer al sur del Valle del Cauca, y después como asistente contable del banco Agrícola Hipotecario, que para la época dirigía don Abel Cruz Santos.

Flechado por Cupido regresó a Morales,  en junio de 1938, para contraer matrimonio  con Margarita María Cuevas Velasco, hija de Samuel Cuevas y Josefina Velasco, y  en ese hogar formado por Miguel y Margarita,  nacimos Nilson, fallecido a tierna edad, Harold, Miguel, y Lucía Velasco Cuevas que sobrevivimos.

Desde ese tiempo agenció allí  sus negocios particulares, en compraventas de café,  carbón vegetal, maderas redondas y aserradas que transportaba hasta Cali  en los añorados Ferrocarriles  del Pacífico, y cuando el negocio maderero creció, fletaba embarcaciones marítimas  a cupo completo, con maderas aserradas que desde Salahonda, en la Costa del Pacífico nariñense, llegaban primero a Buenaventura, y luego se transbordaban a las planchas ferroviarias para subirlas a Cali.

Recorrió los caminos de la política con el orden y la honradez como ideales, sirvió a sus gentes, trabajó por el terruño y la comarca, en múltiples contiendas electorales abanderó la causa del partido conservador para integrar los concejos municipales de Morales y Timbío, y en dos oportunidades llegó a la Asamblea  Departamental del Cauca  y presidió su mesa directiva.

Miguel Antonio Velasco Mera, en el centenario de su natalicio, nos permite evocar tiempos idos, cuando el amor de hogar, el sentido de responsabilidad integral,   y los compromisos de solidaridad social, conformaban la estructura familiar que fundaba pueblos prósperos  y marcaba rumbos ejemplares.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, octubre de 2011