domingo, 14 de febrero de 2016

Elefante disfrazado de paloma




 Si el país nacional hubiera tenido tiempo de llevar al poder al profético Álvaro Gómez Hurtado, o si los sicarios del régimen y sus conocidos determinadores hubieran fallado el golpe; de cuántas impunidades consentidas, de cuántas tutelas torcidas, de cuántas privatizaciones y enajenaciones corruptas estuviéramos libres.

 Gómez Hurtado presentía y decía que el régimen estaba permeado y descompuesto en todas sus esferas, que los valores espirituales y los principios universales en que se deben inspirar las democracias habían quedado por fuera del estilo con que nos gobiernan,  y que Colombia marchaba hacia la ruina.

 Quienes no reconocieron en él al estadista que la patria requería, o quienes enceguecidos por discordias ideológicas metieron palos a la rueda para truncar su avance, al tiempo que sirvieron de idiotas útiles a los propósitos del empoderamiento mafioso, impidieron la solución ética que desde entonces requerían los sucios males que ahora nos asedian. Le negaron a la política nacional la medicina moral que sigue necesitando.

 En cualquier país que escape a la regla bananera es principio de honor que la riqueza nacional no se hipoteca, ni se subasta, ni se diluye entre la clientela.  Y que el concepto de justicia reclama trato digno y equitativo para todas las dolamas del cuerpo social. Igual atención oportuna reclaman las próstatas de los gobernantes, que los estómagos de los indios, los  cerebros de los negros, o los pellejos de los mestizos. Pero aquí la gónada palaciega está privilegiada sobre las necesidades de nutrición, educación y salubridad del pueblo, que sólo cuenta para sumar votos.

 Como hemos sido incapaces de derrocar el régimen, pues seguimos soportando el desigual destino que las encopetadas dinastías nos tienen señalado, y cual blandas marionetas continuamos aguantando el tirón del sedal que nos ajusta el cuello.

 A ningún colombiano honesto se le llegó a ocurrir que la invalidación judicial y ocultamiento de las pruebas criminales contenidas en el computador de alias "Raúl Reyes", y la exigencia de cambiar la terna para elegir Fiscal General de la Nación, que después condujo al licencioso imperio de  Montealegre, y los descoyuntamientos de la Carta Magna por quienes debieron defenderla y mantenerla, eran groseros pasos de la bestia famélica que ahora nos devora, eran el fatídico preludio del desmoronamiento institucional que las Cortes exhiben, y de la lepra que corroe la anatomía estatal.

 La feria de Isagen, el bazar de Reficar, los vuelos atestados de reptiles austeros, la ilegítima reducción del umbral electoral para hacer de "Timochenko" un nuevo libertador, el refinamiento de la mermelada en almendras, las costosas cortinas de seda y las oscuras cortinas de humo, integran el caudal de impúdicos acosos a que nos somete la morbosa casta gobernante, esa misma que no tuvimos la valentía de derrocar en viejos tiempos de paquidérmicos carteles.

 Y lo que hoy pretenden, el mismo régimen y los mismos carteles, es dar un golpe de Estado travestido de plebiscito. Con engaños intentan que el propio pueblo le dé cuerda al emblemático "Dumbo" con sus inmensas orejas voladoras, aunque disfrazado ahora de paloma.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 14.02.16